jueves, 1 de enero de 2015

1 de enero: FELIZ AÑO

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA
                Hasta la reforma del Calendario litúrgico esta fiesta fue de LA CIRCUNCISIÓN DE JESÚS, o el momento de imponerle el nombre al niño. Se cumplían así los ocho días del nacimiento, que era lo mandado por la ley. Se sigue leyendo el evangelio que incluye este dato, pero la titularidad de la fiesta ha pasado a conmemorar expresamente a María, como MADRE DE DIOS, resaltando así lo que es la causa esencial de la realidad de María en la historia de la salvación y el porqué de todas las prerrogativas de María. Es, pues, la fiesta titular de Ella, incorporada así expresamente al ciclo de Navidad en que el protagonismo –evidentemente- es de Jesús.

                En las lecturas del día se utiliza una fórmula de bendición y felicitación que muy bien pude entenderse dirigido a María, y viene también a ser un deseo de la Iglesia sobre sus hijos, los fieles (y sobre todo el mundo) de la FELICIDAD PARA EL NUEVO AÑO que acaba de nacer.
                En cuanto al Evangelio María está ahí presente pero yo acentuaría el hecho de la imposición del nombre a JESÚS, nombre que le había dado ya Dios, trasmitido por el ángel, antes de la concepción. Suponía un acto de la mayor importancia porque era el momento en que el varón entraba a ser miembro  del Pueblo de Dios. Acto de especial valor para el padre de familia, que vivía con sano orgullo su responsabilidad en ese acontecimiento. José había sido expresamente encargado por Dios, y no sólo por ese hecho sino porque el nombre que José ponía al niño llevaba una carga muy fuerte ya que era Dios mismo quien comunicaba que ese niño era EL SALVADOR de Israel. [A propósito: imagino que todos sabéis que JHS no significa “Jesús hombre Salvador”, porque las letras transcritas al “castellano” no son las originales griegas: una IOTA (I o J), una ETA (que es una E) y una SIGMA (que es una S), con lo que realmente se tienen la tres primeras letras del nombre de JESÚS].

                Ahí hay una clave que siempre se me suscita y que repito a sabiendas de que lo tengo más que dicho: que a cada uno nos toca DECUBRIR EL NOMBRE POR EL QUE DIOS NOS CONOCE, que es la misión para la que nos puso en el mundo, realidad que es mucho más íntima que la del nombre de pila que nuestros padres eligieron para nosotros. Un año que nace podría ser una buena oportunidad para preguntarnos sobre ello en una línea de oración. Si ayer insinuaba yo la conveniencia de un balance que mira al pasado, hoy abro la atención a ilusiones y proyectos de futuro. No n el aire ni soñando, sino abriéndonos a realidades posibles en adelante.

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