lunes, 19 de enero de 2015

19 enero._ Para mucho pensar

Temas interesantes y prácticos
          Contiene uno de los párrafos más profundos de la teología de la Redención: Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte.
          Es una de las afirmaciones más evidentes de la experiencia plena humana, de plena humanidad, que podemos tener presente. Y que me da pie a ese empeño que pongo en que NUNCA nos escapemos por la tangente diciendo: “pero era Dios”. ¡Jesús no nos engañó! Jesús fue todo lo que fue, y puesto a entrar en la humanidad (puesto a encarnarse hombre), lo fue con todas sus consecuencias, sin llevar en la recámara “el paraguas de Dios”.
          Pero hay más: “Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen, en autor de la salvación eterna, proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el rito de Melquisedec. Él padece, y padeciendo, salva, y así se convierte en Salvador. Evidentemente hay mucho que ahondar en todo eso.
          De ahí que en mis libros voy tratando de presentar esa humanidad de Jesús, que da pie a poderlo contemplar desde nuestra misma humanidad, que no es distinta de la suya, ni la suya es distinta de la nuestra.

          En el Evangelio (Mc 2, 18-22) hay dos aspectos que se cruzan entre sí, o el segundo explicita al primero: los discípulos de Jesús no ayunan porque esos rituales judíos han quedado ya muy superados por el anuncio del Reino de Dios. Y no es que no haya luego que privarse de muchas cosas, pero no por ritualismos y cumplimientos externos de una ley. Al faltar Jesús, otros quedarán en su lugar que estarán necesitados de nuestros “ayunos” para poder socorrerles…, para experimentar nosotros en propias carnes lo que es “ayunar por no tener qué comer” (o con qué vestir, o cómo ser atendidos en la soledad o necesidad).
          Por eso, para entender los nuevos planteamientos no cabe quedarse en “los odres viejos” de las antiguas costumbres (ni de las pasadas piedades). O se va de frente a la búsqueda del VINO NUEVO –la nueva evangelización…, el tomar el Evangelio como pauta de conducta-, o estaremos reventando la vasija de la fe cristiana, o perdiendo el paño nuevo por quererlo “coser” a las fórmulas anteriores…, que acaban desgarradas y no sirven ya ni las unas ni las otras.

          Se le pueden dar más vueltas pero no se puede explicar mejor que Jesús. Y con tal de saber a qué se estaba refiriendo (precisamente a propósito de aquellas quejas porque no ayunaban sus discípulos), el resto es ya de pensarlo en la vida personal y ver puntos posibles de aplicación. Que muchas veces “no entendemos” y no es porque no se entienda sino porque no descubrimos que estamos metidos en ese “ayuno”! (y equivalentes), para tener calmada la conciencia y permanecer en lo que estamos, porque eso ya “nos da seguridad” y preferimos arrear con lo conocido que cuestionarnos con lo que puede venir… Quizás aquí vendría aquello de la palabra viva y eficaz, CUANDO DEJA DE SER EFICAZ EN LA PERSONA, por muy viva que sea la palabra de Dios.

1 comentario:

  1. José Andrés10:44 a. m.

    Al contemplar la escena de la oración en en Getsemaní siempre pienso que el Padre "no le apartó el cáliz del sufrimiento", pero le dio fuerzas para sobrellevarlo hasta la consumación.
    Tomemos nota para nuestra vida diaria. Nos gusta mucho pedir que nos quiten los problemas y sufrimientos. Mejor será que el Señor nos dé fuerzas para superarlos.

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