martes, 16 de abril de 2013

Otro final: San Marcos


OTRO FINAL: en San Marcos  (16, 15-18)
                Un punto coincidente con San Mateo: EL BAUTISMO como punto de novedad y pertenencia a ese MUNDO NUEVO.  Pero en vez de poner el acento en el bautismo en sí mismo, la fuerza en Marcos está en el CREER. Y lo que va a determinar la salud o la muerte está en CREER.  Y bien podemos comprender que no se trata de ese “creer” que simplemente acepta, sino un CREER que hace nuevo  el ser de la persona.
                Porque a los que creyeren, les van a acompañar unos signos. Unos “signos” que dan una personalidad nueva, distinta, diferente, que sobrepasa lo humano, porque llegan a ser del género de milagro.  En lo humano vamos a encontrar pasiones, esclavitudes, egoísmos, cerrazones, mundos oscuros impenetrables, muertes y mafias (que no necesitan ser “oficiales”, y que pueden darse dentro de una familia, un colectivo, una pequeña empresa…). En lo humano va a haber pisotones y zancadillas, celos y envidias, intentos de desprestigiar, y prejuicios excluyentes… Etc., etc., etc.
                El que CREE lleva el signo contrario.  Ya cuenta con que todo eso está ahí…, le rodea…, y hasta le infesta a él mismo.  Y sin embargo su CREER le saca de ese pozo y le sitúa en una línea “más arriba”, un horizonte más amplio, una superación de cada una de esas situaciones.  [Y estoy escribiendo con el dolor de los que lean esto como literatura y no se detengan a volver hacia sí estas consideraciones…; esos “trinchantes” que están mirando hacia afuera y catalogando a “los otros que son así”…, pero ellos se quedan –nos quedamos- fuera de tal panorama. Y sin embargo tendríamos que mirar muy bien si nuestro CREER está sobrevolando todo esto o está tan esclavizado nuestro yo que hasta ha metido entre barrotes el propio “creer”].
                Otro signo del que CREE es esa nuevo “idioma” que habla “palabras” que construyen, que ayudan, que aclaran, que hace posible entenderse aunque otros tengan distinto “idioma”.  Me pongo por caso esas concentraciones de jóvenes de todo el mundo ante el Papa…, que –hablando los idiomas que el otro no entiende- sin embargo saben entenderse y comunicarse.  Me pongo delante el movimiento de Taizé, con lenguas humanas tan diversas, y entendimiento tan fácil de otro “idioma” que hace posible la comunicación.  Sueño con ese respeto de uno hacia otro, de ese enjuiciamiento positivo que elimina los recelos, los menosprecios, y la facilidad con la que alguien tilda a otro porque está en un modo diverso de servicio de Dios.
                CREER es el mismo idioma del AMAR, y el que no ama –o está entre los barrotes de su amor propio –yo primero; yo segundo; yo tercero…, y los otros a la cola…- está castrado para el sincero CREER LIBERADOR que distingue al creyente que ha puesto por delante a Dios y las riquezas supremas a las que le lleva un Evangelio de Jesucristo.  El que CREE lleva unos signos que le distinguen a distancia…, que le separan de esa amalgama tan fácil del creer…, y luego vivir y actuar de modo muy diferente.
                Habrá otros signos que sirven de antídotos frente a tanta maldad como se cuece alrededor, y que inficiona e inocula los malos criterios, las malas prácticas…  Frente al veneno de los Medios de comunicación, de los docentes perversos, de las carencias de educación en valores por parte de los padres…  El que CREE está subido a otra altura; ve y observa desde una atalaya, vive de tejas arriba…  Pero no como para aislarse de la realidad sino para no dejarse morder por las serpientes venenosas.  Y porque encierra ese frasco salvador de la FE que sabe que entra por el oído, y en consecuencia aprovecha toda posible oportunidad para dejar una gota de su antídoto a favor de la salud de aquellos que quieran acogerle sus remedios.
                La FE no es una evasión. No es prescindir de la realidad de la vida que rodea y de los hombres y mujeres que hay en ese ámbito suyo en el que tal creyente puede influir.  Es precisamente el gran descubridor de otros mundos en donde cabe sobrevolar toda la suciedad de que encuentra a sus pies, pero no para dejarla pudrirse, sino para que no contagie a otros, ni a sí mismo.
                Y por eso, ante tantas enfermedades como dominan el mundo, incurables, peligrosas, mortales, el que CREE  va poniendo vacunas…, sentido de vida, esperanza, valor del sufrimiento…  No puede quitarlo, pero puede hacer que la gota de agua llegue al cáliz del dolor de ese “cristo” y se convierta en sacrificio de redención…: que su padecer no es inútil, y que lleva en sí el germen mismo de una nueva vida. Por eso sanan, y no porque logren eliminar un cáncer sino porque hasta un cáncer puede conducir a Dios. [Y no olo hablo como utopía sino recordando a aquella joven espléndida físicamente que se deshacía a sus 30 años,  y agradecía a Dios su enfermedad porque le había librado de tantas cosas…].
                Pienso que Marcos fue un inmenso trasmisor de la Resurrección de Jesucristo, y que acabó su evangelio con un verdadero regalo.  Si San Mateo nos dejó las palabras de Jesús: Y Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, San Marcos nos dejó exactamente lo mismo pero muy explicitado y concretado:  el que CREE está viviendo y trasmitiendo esa Presencia permanente de Cristo en el mundo, hasta el fin de los tiempos.

1 comentario:

  1. José Andrés.11:46 a. m.

    Se podrá decir más alto, pero no más claro.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!