miércoles, 3 de abril de 2013

Discípulos en el sepulcro


DOS DISCÍPULOS VAN A COMPROBAR
                Viene a continuación un relato de San Juan, y por tanto con ese doble sentido en el que lo simbólico tiene su lugar. Nos dice expresamente el texto que Pedro y el otro discípulo fueron al sepulcro.  La tradición nos ha identificado siempre a ese “otro discípulo” con el propio evangelista que lo cuenta, y que nunca se nombra a sí mismo. Interpretó la tradición la humildad del relator que pretende no aparecer y que todas las referencias a ese “discípulo” que va apareciendo a través del 4º evangelio son siempre una velada referencia a sí mismo. Ni afirmo ni niego.  Pero a mí me abrió los ojos el día que en unos ejercicios espirituales un querido compañero nos llevó en una contemplación a la figura del ”discípulo anónimo” en la que tras esa expresión San Juan –que escribe 50 años después, en medio de una comunidad cristiana- busca expresar la realidad de una fe más desarrollada en esos “discípulos anónimos”, “discípulos amados”, “discípulos que han gustado ya la maravilla de vivir recostados en el pecho de Jesús”. Y sin que yo pretenda afirmar ni negar, sí me siento muy reconfortado por esa visión en la que yo mismo adquiero el protagonismo de sentirme personalmente “discípulo a quien ama el Señor” y tiene su parte activa en la historia evangélica, de la que no soy mero espectador.
                Según eso el relato tendría una fuerza muy peculiar. Sube Simón, que representa la cabeza visible del grupo de los apóstoles y de la futura Iglesia de Jesús.  Pero a Pedro le pesan los pies –su edad, sus negaciones recientes- y corre menos.  “El otro discípulo” es un símbolo de una Iglesia que ya vive la fuerza de una “juventud”, de una vida que viene desde abajo y empuja. Y corre más. Y llega primero, y ve antes.  Aunque respetuosa con Simón (la Iglesia) no entra.  También quedaba así claro que nadie había entrado antes para dejar preparadas las vendas o sábana del enterramiento.
                Cuando llega Simón, entran juntos los dos.  Y ven. Ven las sábanas o vengas plegadas.  [¿Qué significa ese término? ¿Dobladas como lo hubiera hecho una planchadora?  Más bien indica que aquellas telas que habían envuelto o cubierto el cuerpo de un cadáver, de pronto habían quedado “sin materia” que cubrir o envolver, y la parte superior había caído sobre la inferior.  Sencillamente aquel cuerpo que tuvieron envolviéndolo, se había esfumado.  No se había quitado lo envolventes. Sencillamente NO ESTABA YA,  ¡había salido de allí!, ¡HABÍA RESUCITADO!
                El “otro discípulo”, avezado ya en la enseñanza cristiana, no sólo vio sino que vio y CREYÓ. Ahora quedaba patente que lo anunciado por Jesús y por las Escrituras (que antes ni habían captado ni entendido), ahora se hace diáfano. La comunidad primera VIVE YA LA RESURRECCIÓN, realiza las obras que son propias del Resucitado, y por eso su ver no es aséptico o desconcertado. Es un VER lo que ve (aunque no ve con los ojos de la cara), y sin embargo ya vive la fe.  Simón ve lo mismo, pero aún no le ha llegado su momento de creer.  Podrá sentir el contagio de la alegría de quien cree. Él está aún embotado por su propio recuerdo de aquella última mirada de Jesús en el momento de su negación y juramento falso de no conocer a ese hombre.
Y bajarán del sepulcro y llegarán al Cenáculo con un mensaje común aunque con una muy diversa sensación: Al Señor no se lo han llevado, no lo han robado. Eso queda patente con sólo ver lo que han visto. Simón no puede decir más, aunque su alma viva empinada en el deseo de ver más… Otra cosa serán los efectos que van produciendo todas estas idas y venidas, estos mensajes parciales…, entre el “robo” –como primera noticia-, el anuncio optimista de las mujeres (aunque no las crean), y la expresión de Simón, ahora, que –sin haber creído aún- no es la misma del que salió hacia el sepulcro.  No en vano “el otro discípulo” hacía ya de lucecita encendida en medio del camino, en esta secuencia de relatos que tratamos de componer en el intento de darle unidad a un “primer día de la semana”, que los evangelistas no pensaron nunca como una historia de hechos sucesivos y ordenados.
Porque ahí tenemos un dato.  No habría muchos atajos para ir al sepulcro.  Tampoco ahora, sin embargo, se cruzan los discípulos con María Magdalena que se ha vuelto al sepulcro como su querencia (digámoslo así) ante su dolor incontenible de haber perdido a su Maestro.
Y a todo esto, ya están que no se aguantan Cleofás y el otro, aquellos discípulos hundidos que se han venido abajo ante los acontecimientos, y que no tienen paciencia ni ánimos para seguir esperando.  Y con su desolación a cuestas y con el Maestro muerto y matado por los mismos jefes religiosos, poco era lo que podían esperar…, y –si acaso- mucho que temer en su temor a los judíos…  Cuando regresó Simón y no había visto al Señor, ellos ya no soportaron más y –sin hacer caso a nadie- optaron por marcharse y huir de la quema, con sus tristeza y fracaso a cuestas.

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