viernes, 19 de abril de 2013

El gozo del amor


HOY HAY ESCUELA DE ORACIÓN,
A LAS 5'30 DE LA TARDE
en el SALÓN DE ACTOS
de la Casa de los Jesuitas (Plaza de san Ignacio; MÁLAGA.
El tema estará sobre el Capítulo 21 de San Juan

DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN
                San Lucas nos dice que los apóstoles, discípulos, y las mujeres, con María, la madre de Jesús, bajaron a Jerusalén con gozo. Y esto ya se me hace llamativo porque la realidad –de tejas abajo- es que se han quedado huérfanos.  Jesús se ha ido al Cielo y ellos han quedado en la tierra, sin tener ya la esperanza de volver a encontrar a Jesús en alguno de aquellos caminos.
                Es una buena prueba de que la historia sagrada tiene otra lectura desde la fe, y muy en concreto, en razón de la resurrección y definitivo triunfo final de Jesús, quien ha cerrado ya el “círculo” que había venido a realizar en la Tierra, y ahora vuelve triunfal al Padre, de donde salió.  Si todo eso se mira desde los ojos humanos, los gustos humanos, es evidente que no era para estar gozosos. Si eso lo miran unos ojos que ya han gustado de la fe en la Resurrección, y con una mirada ancha que hace propio el gozo de Jesús, entonces se entiende perfectamente que ellos estuvieran gozándose por tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor.  Es exactamente la petición que pone San Ignacio de Loyola en los Ejercicios, al contemplar los misterios gloriosos de Jesucristo. 
[Reconozco el mal efecto que me causa un Himno del Oficio litúrgico de la fiesta de la Ascensión, que parece estar lloroso porque Jesús se ha ido.  Y tengo que confesar que esa sensación de tristeza la viví yo a mis 17 años cuando hice por primera vez el MES de Ejercicios ignacianos, y hube de enfrentarme a esa “ida” de Jesús, con quien había “convivido” tantas horas de contemplación, y me dejaba la impresión de “quedarme sin Él”. Era lógico para un muchacho que había encontrado aquel filón impresionante de Jesús, y que ahora ese Jesús se iba…  Hoy, con 53 años de sacerdocio (que cumplí ayer), y tantas horas de evangelio en mi haber…, y con una muy diferente experiencia espiritual, me es completamente comprensible el gozo de aquellos que saben ya sentir la alegría y el gozo de Cristo nuestro Señor, porque lo miran más a Él, a su triunfo, que a uno mismo].

                Pero es que, con nada que se piense y se sienta en clave de fe, el gozo de Cristo triunfal, sentado ya a la derecha del trono de Dios, no es una visión hacia afuera solamente.  Es que en el triunfo de Jesucristo está ya nuestro triunfo, porque subiendo, llevó cautivos a los que estaban cautivos. Había una cautividad de tantas almas que aún tenían cerrado el Cielo porque la llave la llevaba Cristo. Y tenía Él que subir para liberar de una cautividad de ausencia y llevar a una muy distinta cautividad de presencia.  Los nuevos cautivos lo eran del AMOR DE JESÚS, quien llevaba consigo, como triunfal cortejo, a todos los que esperaban que se abrieran aquellas puertas que el pecado había cerrado. Y tras de ellos, y por su orden, estamos también nosotros. Por tanto el gozo de quienes asistieron al momento de la ascensión del Señor, era más que justificado.
                Pero aún tenemos un motivo de reflexión que se añade a ese. Y es que Jesús, mientras está en Palestina, queda supeditado geográficamente a un “lugar”, y lo gozarían sólo en ese lugar.  Jesucristo sube al Cielo y queda unido mucho más cercanamente a toda la humanidad.  Ya no hay que ir a Palestina. Ya lo tenemos al alcance de la mano.
                Por eso, en el libro de los Hechos nos dice San Lucas que todos se reunieron en el Cenáculo y perseveraron en la oración.  Y hay varias notas claves en esa oración: un mismo sentir entre todos, y constantemente alabando a Dios.  Allí aguardan a esa fuerza de lo alto a la que Jesús les había remitido tras abrirles el entendimiento para entender las Escrituras.

                San Marcos concluirá su evangelio adelantando acontecimientos, porque nos sitúa ya a los apóstoles marchando a predicar por todas partes. Y como lo inmediato anterior ha sido la exposición de Jesús sobre unos signos distintivos del que cree, ahora Marcos ratifica que El Señor cooperó y confirmó la predicación de los apóstoles con los signos que le acompañaron.

                Son textos que no se quedan en “contar hechos” sino que están mirando a tantos y tantos que venimos después. Porque el gozo aquel debe ser gozo en nosotros (“un cristiano triste es un triste cristiano”); porque hay que buscar tantos elementos que unen, para orar con un mismo sentir; porque la predicación tiene que tener unos signos con que queda avalada por Jesús, y tales signos que quedan patentes por todas partes.  Y porque la vida no se compone de compartimentos tan estancos que se pueda dividir o seccionar en partes opuestas diferenciadas. Todos nuestros signos van en una dirección; todas nuestras ideas y predicación van en una dirección. O quiero decir: tienen que ir. Y será ese el gozo final de quien realmente HA ASCENDIDO, y va siendo cautivo del amor, con ese Cristo que sube y que está sentado a la derecha de Dios, y allí mismo va situando a la humanidad.  Que todos seamos parte de esa humanidad gozosa, cautiva de amor, y unida a Jesús como el aglutinante que supera todas las diferencias.

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