jueves, 25 de abril de 2013

Elección de los apóstoles


Mc. 3, 13-20
             Una bella escena, con posibilidad de diversas connotaciones.
             Jesús sube a la montaña. Algo así como una rememoración de aquella subida de Moisés al Sinaí, en donde Dios se manifiesta y hace pacto con su pueblo. Lugar, pues, de la Antigua Alianza (Antiguo Testamento).
             Sin los hecho admirables y casi amedrentadores de aquella ocasión (zarza ardiente, rayos, nubarrones…) sino con la sencillez del Maestro que va a escoger unos discípulos de entre muchos que le siguen.
             Y nos dice el texto que llamó a sí a los que Él quiso.
             En castellano el verbo “querer” tiene dos acepciones muy utilizadas en el lenguaje corriente. “Querer” de voluntad: (“quiero comer”), y “querer” del corazón (“te quiero”).  Las dos acepciones encajan perfectamente en este relato.  Quiso Jesús elegir a esos y no a otros. Los eligió porque puso en ellos un signo de amistad (“tú sabes que te quiero”, que respondió Simón a la pregunta de si amaba. Y Simón no se contentó con “amar” genéricamente, sino “te quiero como Amigo” (por el que se da la vida, como ya había enseñado Jesús).  Pues Jesús llamó a los Él quiso. Cómo lo sintamos dentro, será interesante.
             Y se van con Jesús y los destina para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen poder para echar demonios. Y nombra a Doce. Muy lógico en Israel, en donde las doce tribus de Israel tienen un sentido tan importante.
             Y el primero que va siempre en cualesquiera de las tres listas de los sinópticos, es Simón.  Y Simón al que le puso el nombre de Pedro.  Eso era ya de singular importancia, porque un nombre puesto en lugar del otro, estaba indicando misión. Y como “Pedro” es “piedra”, la misión era de cimiento, fundamento, base sobre la que…  Luego nombra a Andrés, hermano de Simón Pedro.  Que en realidad fue el primero en conocer a Jesús, si miráramos el evangelio de San Juan. Y es –junto a Simón- los dos primeros a los que llama Jesus en el Lago.
             Sigue Santiago, hijo de Zebedeo.  Es curioso que en las tres listas va Santiago delante de Juan.  Nosotros, que tenemos idealizado a Juan por aquello de haberlo identificado con las ternuras y finezas del 4º evangelio y “el discípulo amado”, nos debería extrañar –a simple vista- que aparezca así.  Pero es más: cuando nombra a Juan , el hermano de Santiago, dice que Jesús les puso el sobrenombre de Boanerges, que quiere decir “los hijos del trueno”.  Compagina poco ese “apodo” con el “tierno discípulo amado” que tenemos concebido, y que hasta la iconografía nos ha dibujado como un agradable joven.  Por otros pasajes sabemos que no eran tan suaves ni tan inocentes (por decirlo así). Juan pidió “que lloviera fuego del cielo” para castigar a los samaritanos; Juan y Santiago pretenden ganarle por la mano a los otros diez, pidiendo la derecha y la izquierda del reino.  Quiero dejar esas notas no por un sentido de menos aprecio sino porque lo hermoso de estas elecciones es que Jesús no buscó angelitos de chocolate para la obra inmensa que les encargaba, sino gentes del común, como cualquiera de nosotros. Y fue la acción de Jesús, su enseñanza, y el baño del Espíritu –al final- quien hizo de esos hombres los apóstoles que soñó Jesús.
             Siguen en la lista Felipe, Bartolomé (ya no sale como Natanael). Es el orden que San Juan da en su evangelio. Mateo el publicano (el otrora llamado Leví), Tomás, Santiago, hijo de Alfeo; Simón apellidado el Cananeo, Judas Alfeo (o hijo de un tal Santiago) al que el evangelio de San Mateo llama “Tadeo” (y que es el apóstol popular de las fotocopias). Y Judas Iscariote, que aparece siempre con una apostilla: el que le entregó; el que fue traidor.  Y la pregunta es: ¿también a él lo quiso el Señor? ¿lo quiso con amor de amigo?  No nos quepa la menor duda.  Esa falsa manera de pensar que Jesús lo elegía para ser traidor es ofensiva al amor del corazón de Cristo.  Como a los demás, y diríamos que bajo el mismo “epígrafe”, Judas fue elegido para estar con Jesús, para predicar, para echar demonios. Y elegido con la misma ilusión y el mismo amor. En Jesús, y en momento tan crucial no cabe otra cosa
                Hoy es, precisamente, el día de san Marcos. Y aunque su Evangelio puede identificarse desde varios ángulos (el primero sería su comienzo, al que dedicamos un espacio amplio), la liturgia de la Misa de hoy está marcada por otro distintivo especial.  En la despedida de Jesús, antes de irse al Cielo, Marcos pone esas características del verdadero creer. También le dedicamos amplia explicación al tratar la vida gloriosa. Hoy resumiré con breve pincelada. CREER es liberarse de esclavitudes (echar demonios); tener un modo nuevo de sentir, pensar, juzgar, querer y ser (hablar lenguas nuevas). No dejarse llevar de los vicios (veneno que no hará daño). Trasmitir bondad y bienestar alrededor (poner las manos sobre los enfermos, y curarán)

OS RUEGO A TODOS UNA ORACIÓN EN ESTE DÍA.  DENTRO DE TRES HORAS INGRESO EN EL HOSPITAL PARA SER INTERVENIDO EN MIS CORONARIAS. Por eso, faltaré a mi cita diaria por algún tiempo. Imagino que si es poco, pueda ser buena señal.

5 comentarios:

  1. José Andrés.12:31 p. m.

    Cuente con la sincera oración de todos los que integramos el Apostolado de la Oración.

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  2. Ana Ciudad1:17 p. m.

    Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.Es el mandato apostólico recogido por San Marcos.
    La Iglesia nos lo propone hoy como modelo.Y puede ser un gran consuelo y un motivo de esperanza para muchos de nosotros contemplar la vida de este santo Evangelista,pues a pesar de las propias flaquezas,podemos confiar como él en la gracia divina.Las derrotas,las cobardías,pequeñas o grandes nos han de servir para ser más humildes,unirnos más a Jesús y sacar de Él la fortaleza que nosotros no tenemos.
    Padre,lo tengo muy presente en mis oraciones.

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  3. José Antonio4:56 p. m.

    Seremos muchos los que lo tendremos en nuestras oraciones para que se recupere bien y pronto. Ojalá tengamos en breve noticias satisfactorias.

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  4. Anónimo9:55 p. m.

    bellisimas palabras que nuestro Dios le puso en su mente muy sabias y bien dichas... confiamos en Dios que todo le saldra bien bajo la poderosa intercesion de nuestra madre santisima....que Dios le bendiga

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  5. Ana Ciudad2:03 p. m.

    Me ha hecho pensar mucho las palabras de Benedicto XVI:El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa,días en que la pesca fue abundante,pero también días en que las aguas estaban muy agitadas...y el Señor parecía dormir.

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