lunes, 8 de abril de 2013

El misterio más grande en la Tierra


ANUNCIACIÓN Y ENCARNACIÓN
             El 25 de marzo cayó en la semana anterior a la Semana Santa. En el ordenamiento litúrgico está previsto que en esas circunstancias, la fiesta de la Anunciación y Encarnación pase a la primera fecha hábil. No lo era la Semana Santa ni la Semana de Pascua. De ahí a que hoy sea el día primer en que puede celebrarse este año.
             Y es que es una fiesta de rango tan excepcional, que adquiere la categoría de solemnidad litúrgica y con ello, dos lecturas y Evangelio, Gloria y Credo.
             ¿Y por qué esa importancia?  Porque en realidad histórica es el momento más grande y esencial para la Historia de la Salvación. Porque bien sabemos que Resurrección es lo más importante en la vida de la Iglesia y en la razón de nuestra fe.  Pero no hubiera habido Resurrección si primero Jesús no muere. No hubiera muerto si no se hubiera hecho hombre. Y ese momento inaudito de Dios que se hace hombre, es la FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN A MARÍA Y LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.
             La primera lectura de la Misa correspondiente es enormemente expresiva para decirnos de la magnitud este hecho. Porque Dios le dice a Acaz que pida una señal en lo alto del Cielo o en lo más profundo del abismo. (Isaías 7, 10-14).  Es evidente que tal señal en los lugares más inaccesibles al ser humano, sólo podía ser una señal de Dios. Y la tal señal es la de una muchacha que concebirá sin intervención de varón, porque el hijo que nacerá de ella será ENMANUEL (=Dios con nosotros, Dios hecho uno de nosotros).
             El Evangelio –archiconocido- que describe el momento de la anunciación a María por parte de Dios es de una belleza y una profundidad admirables. Porque el saludo ya es excepcional: Alégrate, llena de gracia, el Seño está contigo.  Con razón se turba María… Pero por si era poco, en ese saludo va un anuncio: concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre JESÚS. Bien conocedora María de las “cosas de Dios”, en el nombre que se le trasmite se le está diciendo que es EL SALVADOR.
             Pero en María queda una pregunta necesaria: ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué me pides, porque yo no vivo maritalmente con varónMaría está abierta a todo, pero tiene que saber qué es lo que Ella tiene que hacer.
             Y la verdad es que no tiene nada que hacer sino la aceptación libre del proyecto de Dios. Porque todo “lo demás” (que es el todo del todo), lo hará Dios.  Porque será el Dios infinito el que se hará diminuto germen que entre en el seno de María…; será ese germen –ya, ahora, Jesús- quien se vacíe de su mismo ejercicio de su divinidad: vaciarse, es la expresión de Pablo… Y así entrar en el mundo en la mayor pequeñez posible, la de un hombre que es igual que todo hombre –uno de tantos- y tan igual que vivirá la obediencia total que le lleva a la muerte, y la muerte más ignominiosa, que es la muerte en la cruz.
             Es evidente que no había posibilidad de que un ser humano creara tal señal… Era Dios el único capaz de hacer lo inaudito. Y lo hizo. Cumplió aquí su promesa primera de un MUJER que, enemiga total del pecado (=inmaculada) diera a luz un descendiente, igualmente obediente a Dios, y que así aplastaría Él a la serpiente infernal que rompió el plan de la Creación.  No será un vencer a la serpiente  desde la fuerza divina sino padeciendo la mordedura mortal…, la que lleva a la cruz…, a la REDENCIÓN. Y donde el demonio creyó vencer de nuevo, allí fue totalmente derrotado. Desde entonces es in león rugiente que trata de devorar, pero sin poder para ello, salvo quien estúpidamente se mete en sus fauces.

             María dio su pleno sí a Dios… Dios hacía todo, pero nunca a la fuerza sino si era aceptado. Y María se entrega en la plenitud de la que se sitúa como ESCLAVA DEL SEÑOR, para que sea el Señor quien haga en Ella como Él quiera.

             Desde entonces se han repetido “encarnaciones parciales” cada vez que alguien se ha puesto incondicional a disposición de Dios, desde las características de humildad, sumisión, abajamiento, vaciamiento de sí. Porque es así como Dios tiene “espacio” de acción. El que imita a María…, el que sigue el rastro de Jesús en su vaciamiento…, ese es un ser que encarna de nuevo a Jesús…, le da vida en sí y para los demás.  En cambo, el soberbio, el engreído, el que todo lo hace girar en beneficio propio (¡hasta a Dios!, al menos en el intento de tal individuo), no hace posible la vida de Dios en él. Y en consecuencia tampoco da a Dios a su alrededor.  Este es el gran secreto de la vida espiritual y de un mundo que vuelva a Dios o se aparte de Dios.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad1:49 p. m.

    "AL LLEGAR LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS,ENVIÓ DIOS A SU HIJO NACIDO DE MUJER".
    ¡Oh María!Hoy tu tierra nos ha germinado al Salvador.Bendita eres entre las mujeres por todos los siglos...Hoy la DEIDAD se ha unido con nuestra humanidad tan fuertemente que jamás se podrá separar ya esta unión ni por la muerte ni por nuestra ingratitud.BENDITA SEAS:

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