sábado, 20 de abril de 2013

El evangelio de cada día


FINAL DE LOS EVANGELIOS
                El que pudiéramos llamar “punto final” de los cuatro evangelios lo pone Juan y la comunidad cristiana pujante en la que se desenvuelve Juan o la que él ha dejado creada.  Hay, pues, un doble “epílogo” en este cuarto evangelio.  Uno lo puso el propio evangelista al final de su relato. Es el colofón del capítulo 20. Ahí dice Juan: Jesús hizo en presencia de sus discípulos otros muchos milagros [signos] que no están escritos en este libro. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida por su nombre.
                Evidentemente Juan ha sido poco prolífico en contar hechos de Jesús. La intención del evangelista había ido mucho más por la enseñanza doctrinal que por la presentación de esos signos de Jesús. Pero Juan conoce ya lo que los otros evangelistas han dejado escrito y sabe que constan tantísimos milagros con lo que Jesús pasó por la vida haciendo el bien…, curando toda enfermedad y toda dolencia… Y aún así es muy conocedor que ni siquiera los otros evangelios habían abarcado todo el conjunto de hechos de Jesús. La verdad es que Jesús fue una fuente de salud corporal y espiritual…; que cuantas veces Jesús curó las enfermedades del cuerpo, en realidad estaba apuntando a la salud plena de la persona, y por consiguiente a la liberación del hombre total. (Ésta es la verdadera “teología de la liberación”, la que llevó adelante el propio Jesús, sin atisbo de violencia, pero buscando librar a la persona de esa doble esclavitud que padece en su parte social y humana, y en su gran vocación a la fe en el Hijo de Dios, en Cristo, el Enviado                                                                                                                                                                                                                                                                                                  del Padre).  Todo dirigido a que la humanidad llegue a reconocer que su salvación está en Cristo, y que tenemos vida en nosotros gracias a ese Cristo, que es quien nos trae la vida.
                Pero la comunidad ya creyente tiene el convencimiento de que ese evangelio sublime de Juan tiene que entrar como bálsamo por cada corazón y por cada alma… Más aún: tiene que “personalizarse” y sentirse cada creyente como protagonista directo de esta HISTORIA DE SALVACIÓN que ha quedado escrita.  Y al final del capítulo 21 –mucho más obra de esa Comunidad- vuelve a escribir su propio epílogo final como una anchura de horizonte que debe vivir en sus carnes cada uno de los que siguen a Jesús.
                Entonces “este discípulo” atestigua estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay otras muchas cosas que hizo Jesús.  Si se escribieran una por una, creo que el mundo entero no podría contener los libros escritos.  De una parte tenemos la hipérbole del escritor que está exaltado por la emoción y el amor a Jesucristo, y llega a decir lo que nosotros consideraríamos una “exageración andaluza”.  De otra parte está la visión hacia aquella comunidad –y hacia toda comunidad seguidora de Jesús, y a todo creyente…-, que toma el Evangelio en sus manos y va dejándose penetrar por la vida, los hechos, los sentimientos, las actitudes…, de Jesús. Y que en esa “comunidad de creyentes” de todos los tiempos, se sigue escribiendo evangelio, se sigue haciendo presente la BUENA NUEVA de Jesús liberador y salvador. En su contemplación y asimilación de su enseñanza y sus hechos, han crecido santos -y siguen creciendo- porque el Evangelio es una fragua activa de almas heroicas, nominadas o no.  De hecho ese discípulo anónimo –amado, que bebe acercándose al pecho de Jesús, y está al pie de la cruz- sigue existiendo hoy y seguirá existiendo porque Jesús vino para que tuviéramos vida eterna, y porque esa vida consiste en que conozcan al Enviado de Dios, Jesucristo.  ¿Y cómo tendremos esa vida, preguntaron los judíos a Jesús?  Haciendo las obras de Dios, que son las obras de Cristo…, que para eso vino, y dar así testimonio de la verdad.
                Por eso podemos tener la seguridad de que se nos ha dado la posibilidad de seguir llenando estanterías del mundo si somos capaces de tomar entre manos los textos evangélicos y vamos buscando en ellos ese néctar esencial que nos introduce en la esencia misma de Jesucristo. Pero como en todas las cosas, el que quiere llegar hasta lo más íntimo, tiene que empezar por lo más cercano y sencillo.  Y ese fue el signo supremo que nos dejó el Hijo de Dios, el día que entró en el mundo abajado, vaciado, hecho uno entre los hombres, para vivir los detalles de la vida de esa humanidad, y llegar hasta la muerte, que es el supremo testimonio de la fragilidad y la pequeñez. Pero es que era así como Jesús sacaría de la basura a la pobre humanidad, compartiendo su mismo mundo, su mismo dolor, su misma vida.
                Y ahora nosotros no tenemos que inventar ni que empezar por actos heroicos… Abajarse, irse vaciando del YO, ser “uno de tantos”, aceptar que las muertes diarias (y la muerte como tal) nos pone en nuestro sitio…  Y que así estamos escribiendo evangelio que no es otro distinto del que está escrito… Otro evangelio vivo que vuelve a poner signos por los que muchos puedan barruntar que hay un Salvador, un liberador de la injusticia, la bajeza, el abuso del más débil, etc.  Y que yendo cada uno de nosotros de un sitio para otro, vayamos dejando siempre un reguero de BUENA NUEVA Y ALEGRE, que repita aquellos efectos de los primeros seguidores de Jesús que tuvieron que ir huyendo de persecuciones por su fe…, y por donde iban, daban solemne testimonio de que Jesús es el SALVADOR.  Y mucho abrazaban así la fe.

2 comentarios:

  1. Anónimo1:13 p. m.

    Gracias SEÑOR,por tanto favor.

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  2. Ana Ciudad1:40 p. m.

    La promesa de la Sagrada Eucaristía en la sinagoga de Cafarnaún,causó discusiones y escándalos en lo seguidores del Señor.El Evangelio de la Misa de hoy nos dice que "muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con ÉL.Sólo se quedan los "DOCE"´que permanecen,son fieles al Maestro.Llama la atención las palabras de Pedro ante la pregunta de Jesús,"¿A quién iremos?TÚ tienes palabras de vida eterna.
    Para mí,en este pasaje del Evangelio,destaca una virtud poco valorada en estos tiempos:la FIDELIDAD".Esta virtud se fundamenta en el amor a Cristo.El amor a Cristo nos induce a ser fieles a sus enseñanzas,a su doctrina,en medio de estos tiempos que vivimos.Nuestro amor debe ser sincero,auténtico y personal.ÉL debe ser nuestro apoyo y nuestro amigo en el camino de la vida.
    Bién nos dice el Señor"YO SOY EL CAMINO,la VERDAD y la VIDA.Nosotros podemos repetir como jaculatoria:Sin TÍ,Señor,nos quedamos sin CAMINO,sin VERDAD y sin VIDA.

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