sábado, 6 de abril de 2013

Dos discípulos depresivos


DOS DISCÍPULOS QUE HUYEN
             Había sido una mañana de las que ponen los nervios a prueba. Un amanecer nuevo tras la pérdida del Amigo. Unas mujeres del grupo que, sin decir nada ni contar con nadie, se han ido a ver cómo dejar debidamente tratado el cadáver de quien tanto querían.  Y esas mujeres –en dos grupos, por decirlo así- que tienen experiencias muy especiales. Una, que se espanta ya de lejos (al ver rodada la losa de la embocadura del sepulcro, y da por hecho un robo del cadáver; así lo comunica a los apóstoles). Otras que aguantan el tipo y llegan hasta el sepulcro mismo y allí tienen comunicaciones diversas: “No está aquí; ha resucitado”, “no busquéis entre los muertos al que está vivo”; “anunciadlo a sus apóstoles”.  Los discípulos que suben al sepulcro y comprueban que Jesús no está allí. Uno cree y otro no (o ni cree ni no cree). Y así llegan al Cenáculo… Allí estaban no sólo los apóstoles sino otros discípulos, bien sea que se hubieran refugiado allí, bien que allí acuden desde temprano en busca de noticias.  El hecho es que cuando han reunido los primeros datos, y no esperando ya nada nuevo (o nada nuevo que les vaya a reconfortar), optan por marcharse…, por salirse de aquel avispero…, porque en el fondo de todo ya no esperan nda o no esperan nada bueno. Poner tierra por medio, física y psicológicamente es lo que ellos ven más conveniente.
             No sé si estaban muy convencidos, si tenían los nervios a flor de piel, si les tensaba su misma sensación de fracaso de haber dado años de su vida a una causa que ha acabado tan mal, el hecho es que se echan al camino y ni siquiera entre ellos van acordes porque en realidad van discutiendo.
             Un caminante les va comiendo terreno, y se les va a poner a su altura. ¡Maldita la gracia que les hace! Ellos van solos con su pena y fracaso y para nada apetecen la intromisión de un extraño. Pero el extraño llega a su altura…, y lo primero que les pregunta es qué les pasa, de qué conversan, por qué discuten… Y ellos, que están que hay que tratarlos con gasas, espetan al caminante una pregunta entre irónica, despectiva, extrañada… ¿Tú eres el único forastero que no te has enterado de las cosas sucedidas en Jerusalén en estos últimos días?  Ya significa que ellos, aunque huyen del ligar, no pueden huir de sus pensamientos, de sus sentimientos, y que aun huyendo, su pensamiento es Jesús… ¿Cómo podía aquel forastero no saber todo lo que había ocurrido?  [En realidad habían ocurrido muchas más cosas, y para un forastero de más importancia que el caso de un ajusticiado muy concreto y que nada le incumbe a él].  Pero para Cleofás y el compañero, la única posible realidad de importancia era la de Jesús.
             El caminante era persona de muy fina psicología. Ni se consideró tan despistado, ni se dio por aludido. Lo que hizo es dejar una mínima pregunta, pero con amplio recorrido de respuesta, si esos hombres querían hablar. Solamente dijo: ¿Qué?  Y con esa pregunta tan bien hecha a unos hombres que van que explotan en sus pensamientos, es suficiente para que vuelquen su dolor y su fracaso…  Lo de Jesús Nazareno… Hombre poderoso en palabras y obras…  Y nuestros sacerdotes y nuestros jefes lo condenaron a muerte y lo crucificaron.  De eso no hacía 3 días, que es la fecha en que se da por definitivamente muerto a alguien (en aquella cultura). Y los dos huidos continúan diciendo: Y éste es el tercer día…  Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado diciendo que hasta visiones de ángeles han tenido que afirman que Él vive.  Y hasta dos de nuestro grupo han ido a comprobar y en efecto es como dicen las mujeres. Pero a Él no lo han visto.
             Verdaderamente sería para analizar cada término. Porque reconocen que hay indicios…; que no son fantasías de mujeres porque los dos compañeros han comprobado. Para ellos el anuncio de las mujeres no les ha hecho interesarse y esperar… Al final lo que les ha producido es sobresalto”.  Y la solución era huir de allí…
             Claro: para el menos avispado de los que no estuvieran ofuscados y depresivos como ellos, aquello era una ensartada de despropósitos. Y el caminante se toma la iniciativa pero muy a lo serio y sin paño calientes: ¡Qué necios y torpes sois para acoger lo anunciado por los profetas!  Era un riesgo comenzar así con unos hombres que llevaban la llaga a flor de piel. Pero muchas veces la mejor solución es no condescender, no alimentar el absurdo, no compadecer, no dar un mínimo de tregua a tanto absurdo como han expresado en su relato.  Y aquel comienzo del peregrino es un revulsivo en los apagados y decaídos ánimos de los fugitivos. Y aquel caminante que ellos creyeron “despistado”, en realidad es un maestro en Escrituras, porque les expone cada paso –desde Moisés- para que comprendan que lo sucedido no es nada nuevo que haya ocurrido de improviso.  Que los hechos han puesto en la realidad que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria

1 comentario:

  1. Ana Ciudad2:02 p. m.

    Si el cristiano está unido al Señor,será siempre optimista,con un optimismo sobrenatural que hunde sus raíces en la fe,que se alimenta de la esperanza y a quien pone alas el amor.Fe,evitad el derrotismo y las lamentaciones estériles;esperanza "Dios no pierde batallas";si los obstáculos son grandes,mayor y más abundante es la gracia divina;amor,agudiza el ingenio.Aprovechemos todos los cauces para esta tarea de edificar una sociedad más cristiana y más humana.

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