jueves, 19 de julio de 2012

Un engendro huero


Parir…viento
             Después de todos estos días que, entre Amós e Isaías, hemos ido calcando en la historia pasada –la del Pueblo de Dios- una realidad tan perfectamente vivida en nuestro tiempo, el profeta del destierro, acaba con una imagen muy significativa: Como la preñada cuando le llega el parto, se retuerce y grita angustiada, así éramos nosotros… Concebimos, nos retorcimos, dimos a luz… ¡viento!   Y así, en vez de aumentar, disminuyeron los habitantes del país:  no le nacieron hombres al mundo.
             Y supuesta su confesión penosa, que provoca hasta lástima (más que otra cosa), entra ya en lo propio del HOMBRE JUSTO Y RECTO. De en Dios al que allana el camino del justo, lo endereza…, y provoca en él un ansia del Nombre de Dios.  Y el nombre es Dios mismo, Dios de juicio de luz, de bondades en los habitantes de la tierra. Dios que dará LA PAZ cuando realmente se acude a Él y en Él está el objetivo directo de nuestros juicios y la fuerza del escarmiento.  De ahí que tus muertos vivirán, tus cadáveres se levantarán; despertarán jubilosos los que vivían en el polvo. El rocío de Dios es rocío de luz.
             El Evangelio viene a corroborar este renacer de la vida. No porque la vida de un cristiano se vaya a hacer vida de Jauja con casas de chocolate, sino porque el que realmente está poniendo su apoyo en Jesús, está siendo ayudado a sobrellevar su yugo.  Porque yo hay, queramos o no; lo acojamos o lo rechacemos.  El secreto es que acudamos a la súplica al Señor, y que nos dejemos levantar un poco el peso de ese yugo.  Nunca ha prometido Jesús que nos lo va a quitar. Tampoco Él se lo quitó. Lo que Jesús promete es hacerlo llevadero…, suavizar su peso, aligerar su carga. Eso sí: Él es quien puede hacerlo.  Luego estamos los humanos, pretendiendo arrancar yugos de encima…, y acabamos sufriendo el doble. Porque el yugo y la carga –la de cada uno- está ahí sobre nuestros hombros.  Unas veces porque está ahí, porque es nuestra, porque va inherente a nuestra realidad.  Otras veces porque nos lo echamos encima innecesariamente, y otras porque cargamos yugos sobre cuellos ajenos. En el puzle de la vida, nuestro papel tiene muchas facetas, y por ello sentimos muchas veces el peso del yugo que no es tal o tan grande.  Ir honradamente a Jesús y buscar en Él, será la gran sabiduría. Él nos ha invitado:  “Venid a Mí todos los estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré.  Aliviar.  No hacer desparecer.

2 comentarios:

  1. El que quiera encontrar el verdadero descanso
    para su alma que aprenda a ser humilde y manso de corazón ; ¿Que querría decir Jesús con eso de manso de corazón ? Entiendo que con este pasaje el Señor nos invita a que confiemos en Ël .

    ResponderEliminar
  2. La mansedumbre es la cualidad del corazón por la que tiene uno suavidad, dulzura y humildad. Se suele decir "manso cordero" por ser el animal que va caminando sin crear problemas de rebeldías contyra su pastor.
    En la mansedumbre no se trata de que las cosas le vienen a uno a su gusto, porque ser "manso" cuando lo tienen a uno entre algodones, ¡eso cualquiera! La mansedumbre es la de Jesús al que se le aplica aquello de "como cordero manso que era llevado al matadero, sin balar". De ahí el "soy manso y HUMILDE de corazón". Le sale del corazón. Y cuando hace su autorretrato en las BIENAVENTURANZAS, pone precisamente la mansedumbre como felicidad en la tierra, porque quien es sencillo y humilde, ya tiene paz aquí abajo: "posee la tierra", dice allí Jesús.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!