martes, 10 de julio de 2012

Realidad sin parábola


ESPOSA INFIEL
             La lectura continua nos ha ahorrado muchos detalles desagradables y nos ha saltado del capítulo 2º al 8º del profeta Oseas, el hombre traicionado por su esposa, a la que él pretendió ganar para el bien y para s´`i en esa delicada luna de miel en lugar desierto, donde no se entrecruzaran los ruidos de la gente, y donde, a solas –el y la esposa- pudieran crear un auténtico amor en el que ella llegara a sentirlo “Esposo mío” y no “ídolo mío”… Bien sabía Oseas que aquella esposa era capaz de volverse a sus ídolos de prostitución, y puso todo su cariño y delicadeza en atraerla hacia sí, volcándole el amor de su corazón abierto de par en par.
             Hoy nos encontramos con el resultado, proyectado ya directamente al objeto de la profecía: a Israel infiel, que –pese a todos los requiebros y amorosos cuidados de su Dios Yawhé, su Esposo fiel-, Israel lo ha abandonado.  Se nombró reyes sin contar con Dios, creó ídolos para adorar (aunque un ídolo de manos humanas, nunca puede ser Dios). Y un pueblo que corta la trama…, como un río que se separa de su fuente, acaba en medio de tempestades, sin que crezcan sus semillas, con sus espigas hueras, y apartado de la misma doctrina de su Dios.  Por mucho que ya quiera Israel, Dios no puede complacerse en ese pueblo adúltero, y ese pueblo mascará sus carencias de las mil formas inimaginables.
             ¿Por qué no leemos ahora ese mismo texto de Oseas como escrito en el diario de la mañana de hoy, como realidad de hoy, como vivido hoy? Porque podría darnos más comprensión si somos capaces de leer el diario de hoy mismo y vemos un mundo desquiciado por donde se coja… Luchas y rencillas, abusos y ruinas, actitudes beligerantes y peces gordos que se traban impunemente a os más pequeños.  Pensemos lo que es un mundo que ha hecho todo lo que podía para “ser libre”, para “romper el mito de Dios y la religión”, para ser hombres soberanos que se rigen a sí mismos y quieren vivir a su manera…  Un mundo que pretende ser río independiente de la fuente que lo nutría.  Un mundo que ha conseguido eliminar a Dios de sus ámbitos vitales.  ¿Y qué noticias leemos o vemos hoy?  El desastre humano, que deambula sin rumbo y que cada solución que da es más mala que la anterior…, que pretende enderezarse por sí mismo, cuando no tiene ni un punto de apoyo verdadero en donde asentarse.  ¿Oseas exageraba? ¿Nos hubiera gustado hoy encontrar a aquella esposa que se hubiera hecho una mujer de provecho, una verdadera compañera, una verdadera madre, una persona horada, fiel a su marido, y felices los dos?
             Todavía el Evangelio tiene algo que añadir:   Jesús ha liberado a un ciego y mudo  de aquel “demonio” que lo tenía esclavizado. Bastaría un uno por ciento de sensatez y buena fe y sana cabeza para comprender que Jesús era liberador del mal porque él es el Bien y actúa con la fuerza del Bien. Así lo vieron e interpretaron los de buena voluntad: los admirados por las obras de Jesús.  Pero admitirlo así hubiera sido demasiado para un mundo fariseo que lo que le interesa es degradar a Jesús ante la estima de las gentes. Y nada más fácil que ridiculizarlo: ha echado al demonio con el poder del demonio.  Otro evangelista sigue el relato por otro camino.  Mateo se limita a expresar algo mucho más grave, de consecuencias más terribles:  Jesús se marchó de allí y se fue por otros pueblos y ciudades y aldeas, enseñando, anunciando la Buena Noticia, curando toda clase de enfermedades, compadeciéndose de las gentes, a las que veía como rebaño desparramado porque no tiene pastor que las conduzca.  Aquellos otros “pastores” que había dejado atrás, era mejor no discutirles porque se pierde el tiempo cuando no quiere el otro entender.
             Y lo que Jesús queda es con esa dolorida nostalgia de ver un mundo que podría ser recuperado, pero que no hay segadores para tan amplia mes…  Más bien hay quienes asolan los sembrados, quienes impiden lo que los pueblos necesitan, para hacer ellos su negocio infame.  Y al primer pastor y segador que quitan –para tener el camino expedito- es al propio Jesús.
             ¿Ha conseguido eso un mundo más libre, un mundo mejor?  Hace falta saber leer la Palabra de Dios desde la realidad presente, para comprender la tragedia que la humanidad arrastra, cuando las fuerzas diabólicas prefieren mantenerlas ciegas y mudas, atrapadas por el poder del mal.

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