martes, 24 de julio de 2012

Continuando lo comenzado


HOMBRE DE BIEN
                Acababa ayer la primera lectura con las palabras de Miqueas: Te he explicado, hombre de bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios.  Inmenso programa.
                La pedagogía de la lectura continua lleva hoy al capítulo siguiente, Dios encarga pastorear a sus ovejas con el cayado de pastor, a esas que estaban apartadas en la maleza.  Y que ahora pastarán como en los tiempos antiguos, en que Dios mostró su poder al liberar de Egipto.  Y el profeta se admira de que no hay un Dios como este Dios, que perdona el pecado y absuelve la culpa;  se complace en la misericordia, y volverá a compadecerse. ¿Cómo?  Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos y extinguirá nuestras culpas.
                Si pudiéramos expresarnos con atrevimiento, diríamos que “Dios es HOMBRE DE BIEN”.  Basta ir sacando el jugo profundo de esas expresiones para hacer labor de abejas que succionan lo que les va a llevar a hacer la miel, dejando la flor sin ajar. Bien podremos hoy hacer oración en esas palabras y “sentimientos” de Dios, y habremos planteado todo un proyecto de vida constructivo, el que siempre siembra y siempre construye.
                El Evangelio es uno de esos que los “piadosos” querrían no tener escrito. En realidad es una reafirmación que hace el evangelista de que en Jesús prevalece su misión, su llamada mesiánica sobre los naturales afectos. Cuando San Ignacio de Loyola abre el libro de sus Ejercicios, plantea la base fundamental de todo buen funcionamiento. Partiendo de que Dios ESTÁ PERMANENTEMENTE creando y sosteniendo a cada persona y a todas las cosas, es Dios mismo quien sabe cuál es la finalidad perfecta de cada criatura suya:   ser lo más que se puede ser…, el bien mayor que se puede tener: DIOS MISMO como objetivo. Y eso desde la pura gratuidad de alabarlo, el amor filial respetuoso de un hijo hacia su Padre, y la gran misión de servir a Dios que es lo que da la mayor libertad a la persona, y su mayor dignidad.  María sabe muy bien que su Hijo ha seguido la llamada de Dios, y que su finalidad en la vida es hacer la voluntad del Padre.  ¿No lo iba a saber Ella, que sólo tuvo como norte dejar que en Ella se hiciera conforme al proyecto y Palabra de Dios?. Por eso a María no le sabe a nuevo aquella respuesta de Jesús.  Incluso pudo pensar entonces si aquella venida de los parientes, que la habían traído hasta allí, sería solamente deseando y eligiendo lo que más agrada a Dios, o si los familiares se habrían equivocado en aquella “inocente” intención de llamar a Jesús con su recado de que “aquí están tu Madre y familia, que quieren verte”.
No hace mucho tiempo expliqué este texto en una charla de reflexión evangélica, relacionándolo con aquellos familiares de Jesús que pretendieron llevárselo por pensar que estaba fuera de sus cabales.  Como las devociones no tienen límite, alguien objetó alguna cosa frente a lo que yo sugería:  si quizás aquellos parientes habían intentado ahora la misma operación de antes trayendo a María, y enviando el nuevo recado a Jesús: tu Madre y tu familia quieren verte.  Imposible no es.  Lo que fuera en realidad, nadie lo va a poder saber ahora.  Ni voy a tratar de erigir una reflexión personal en piedra de tropiezo.  Sobre todo cuando el fondo de la respuesta de Jesús es –indirectamente- una gran alabanza a su Madre.  Porque es cierto que ahora estaba centrado en sus discípulos en su enseñanza del Reino, y eso estaba por encima de afectos familiares.  Los afectos son nobles y necesarios, pero secundarios. La misión está muy por encima.  Pero al definir Jesús a aquellos que le escuchaban como que “estos son mi madre y mis hermanos, porque todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre", estaba en realidad ensalzando inmensamente a la gran Mujer que era María, su Madre, porque también Ella realizaba con perfección y sacrificio su gran misión para la que Dios la puso en la tierra.  Estamos en el terreno de la obra de Jesús y de la fidelidad total de María.  Nuestras devociones van por otro camino, muy válido en cada cual, pero sin tocar el auténtico fondo del tema.
                No vendría mal acabar con el SALMO: Muéstranos, Señor, tu misericordia. Ni es de descartar lo que me ha servido de introducción:  el ser HOMBRES DE BIEN, que proceden anteponiendo a todo LA MISERICORDIA y EL RECTO PROCEDER.

3 comentarios:

  1. Anónimo8:00 a. m.

    Recomiendo un video del Papa hablando de las devociones como elemento importante de la nueva evangelización

    http://www.youtube.com/watch?v=eMweXCwdobM

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  2. Anónimo8:06 a. m.

    Sinceramente, a mi me parece que María es la perfecta discípula de Jesús, la primera cristiana, un ejemplo para todos nosotros, Madre nuestra, pero en las palabras de Jesús siempre me ha costado ver el halago de Jesús a su madre. Tampoco veo un desprecio, como hacen algunos protestantes para quitarle dignidad a María. A mi me parece, y he leído el texto muchas veces, que Jesús está cumpliendo su misión, y que deja claro que por encima de su misión no hay nada en la tierra (el que no deja casa, padre, madre...). ¿Se imaginan a un sacerdote en mitad de una Misa, abandonando el altar porque su madre y sus hermanos han venido a visitarle? Yo no. Me imagino que esperaría a acabar la Misa, y luego con gozo, recibiría a su otra familia.

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  3. Anónimo8:11 a. m.

    Acerca del tema de las devociones, estas son buenas cuando tienen la fe en Cristo y su Palabra en el centro de su actividad. Una devoción sin estos ingredientes se hace vana y no sirve más que para dar gusto al que la practica. Sin embargo esta realidad no es para atacar las devociones, sino para ponerlas en el contexto que tienen. Por ejemplo la Divina Misericordia es una gran devoción que puede santificar a quien se acerca a la luz de Santa Faustina Kowalska, a la que se le apareció el mismo Jesús del Evangelio.

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