sábado, 28 de julio de 2012

Toda PALABRA


TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS
Nunca acaba uno de ver la inmensa riqueza de la Palabra, y cómo se descubren venas nuevas inexploradas, que –sin embargo- están ahí y surgen en el momento oportuno, en las circunstancias oportunas. Leer hoy a Jeremías es un regalo, porque bastaría cerrar los ojos para no saber si quien habla es un profeta antiguo o es el propio Jesús en cualquiera de sus intervenciones del Evangelio.  “Ponte a la puerta del templo y grita allí esta palabra”. [Jesús paseaba por el Templo y gritaba: quien tenga sed, que venga a mí…].  Y lo que debe proclamar Jeremías es: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones y habitaré con vosotros”.  [Convertíos, porque se acerca a vosotros e Reinado de Dios;  vendremos a ese y habitaremos en él].  No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo:  Es el templo del Señor; el templo del Señor.  [No todo el me dice: “Seños, Señor” entrará en el Reino de los cielos].  “Si enmendáis vuestra conducta, si juzgáis rectamente, si no explotáis al débil ni derramáis sangre inocente… [No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados;  con la medida que juzguéis os juzgarán los demás].  “Entonces habitaré con vosotros en este lugar”. [Habitaréis en mí y yo en vosotros;  como el sarmiento unido a la vid, permaneced en mi amor].   Y si los que están delante son los belicosos o los soberbios que se creen mejores:  “Mirad; vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada…, robáis, matáis, quemáis incienso a Baal (traduzcamos: al propio YO]…, y decís: “estamos salvos”.  [El fariseo oraba así: gracias, Señor, porque no soy cm los demás hombres: ladrones, perversos adúlteros…, ni como ese publicano…  ¡Ay de vosotros, hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta y el comino…, y anuláis el mandamiento de Dios por seguir vuestras costumbres…   Se dijo no matarás… Yo os digo: el que ofende a su hermano, ya lo ha matado en su corazón… Esquilmáis a las viudas con pretextos de oraciones…].  “¡ATENCIÓN, QUE LO HE VISTO!” [Nada hay oculto que no llegue a saberse].
Y como con guante de seda entra hoy la parábola de la cizaña. La buena semilla, sembrada a la luz del día y por los hijos del reino. Sin trampa ni disimulo.  Todo preparado para una estupenda cosecha;  para poder irse uno a la cama en la paz de haber hecho bien el trabajo, y para el bien: para que ese campo dé lo mejor, para que crezca la buena semilla y construya siempre.  ¿Cómo es que hay cizaña, cuando la semilla que se plantó fue tan buena?  “Un enemigo malo lo ha hecho”.  Subrepticiamente; entre las oscuridades de la noche”.  “¿Arrancamos la cizaña?  - No, porque pude dañarse el buen trigo.  Dejadlos crecer juntos;  que al tiempo de la siega daré orden de segar primero la cizaña, atarla en manojo que debe ser quemado”,  para que su semilla no vaya a reproducirse y haga luego más estrago.
Gran realidad de la vida. Los vericuetos del mal son mucho más peligrosos que la bondad que se siembra de día.  Lo bueno tiene siempre los límites de lo que es bueno y no debe ser nunca malo.  Lo malo siempre traspasa cualquier límite con tal de hacer el mal.  Por algo son hijos del diablo, y por tanto no pueden competir a igual nivel los hijos del reino.
En mis años docentes en un centro educativo y formativo, había que pensar mucho si convenía quitar a “los malos” de la clase, porque el efecto evidente era que –en cuanto se eliminaran a aquellos- había esos otros que están en el límite del “trigo-cizaña” que pasarían automáticamente a ser “los malos”.  Y en la responsabilidad pedagógica de salvarlos a esos, había muchas veces que mantener a “la cizaña”.  Ya habría tiempo…:  “Atención, que lo he visto”…, esa última palabra de la primera lectura, que coincide exactamente con la decisión del dueño del campo aquel.  Al final, el buen trigo será el que se recoja en el granero.

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