viernes, 20 de julio de 2012

EPIQUEYA


VARIAS NOVEDADES
             Lo grande de la sagrada escritura es que siempre dice más de lo que parece decir, y que siempre puede uno ir a más en ese conocimiento del secreto que Dios ha encerrado en sus comunicaciones –no dictadas- al hagiógrafo (=escritor sagrado), que pone una parte de su cosecha, porque cada escritor es hijo de un tiempo, tiene unas cualidades, y pertenece a un pueblo que no escribía los sucesos sino que los guardaba en su mente, y al cabo –de un siglo- recopilaba, expresaba, dirigía pedagógicamente a una situación concreta del pueblo y la realidad que vivía.  Así hoy podemos hallar varias ráfagas interesantísimas para quienes ya leemos tras la venida de Jesús, y sabemos mucho más que lo que supieron aquellos autores, por la sencilla razón de que Jesús ha desvelado…: porque llegada la plenitud de los tiempos, Dios ha hablado EN SU HIJO.  Jesús no es sólo que habla, sino que Él ES LA PROPIA PALABRA ENCARNADA DE DIOS.
             Ezequías -1ª lectura- tiene una herida y enfermedad mortal.  Isaías cumple con su obligación prudente de decirle que haga testamento.  Ezequías va más allá y ORA A DIOS. Ora, llora y suplica.  E Isaías recibe ahora el encargo de Dios:  Ezequías no tiene aún que hacer testamento, porque Dios le añade 15 años más…  Pero –he aquí lo curioso- no es que Isaías trae una “Palabra” solamente, sino también un emplasto de higos para aplicr a la herida, que así se cura.
             Tenemos un añadido de 15 años y un emplasto de higos, que podría ser la “medicina natural” para aquella clase de herida. Se junta lo divino y lo humano;  la fe de Ezequías y el acierto del emplasto. O el mero signo del emplasto, que Dios utiliza para una acción sobrenatural.  Tenemos dibujado, en lejanía aún, lo que es un Sacramento cristiano. Un medio natural, como el agua, el aceite, el vino, el pan, el “sí” de dos novios, o los pecados reconocidos y arrepentidos…:  “emplastos” que Dios pide, quiere y exige.  Y la oración que da a esos medios naturales el valor de lo sobrenatural.  Habrá empecinados que pretendan “borrase” del libro de Bautismos, u otros que pretenden confesarse con Dios, o suplir la Misa con ser buenos y hacer el bien.  Resulta que cada “herida” requiere un “emplasto”, y eso no lo podemos inventar las criaturas.  Pero es que el tal emplasto por sí mismo tampoco traería salud a “tal herida”.  Porque hace falta LA ORACIÓN adecuada, la FE ADECUADA…  Y “adecuada” significa que se adecua al pensamiento de Dios.  No cada cual “a mi manera”, la gran expresión actual del egoísmo y la soberbia espiritual.
             Seguimos con el Evangelio.  Imagino que no es muy conocida ni estudiada la virtud de la EPIQUEYA.  Pues bien: hoy la pone por delante Jesús ante la miopía de los fariseos.  Los fariseos entendían de LEYES. Y la ley se aplica aunque el otro se muera. (Claro: siempre que ellos no se mueran, porque para eso tienen “sus salidas”).  Pues bien esas salidas, cuando están bien orientadas y aplicadas y discernidas, constituyen LA EPIQUEYA.  Se escandalizaron los fariseos porque los discípulos de Jesús habían “trabajo” en sábado triturando en sus manos unas espigas cogidas al paso por un sembrado.  Jesús les lleva a un suceso de David, gran maestro para ellos.  Volvía David y un grupo de hombres de un combate, y venían extenuados. David se dirige a casa del sacerdote y le pide pan.  El sacerdote –un buen pastor y no un leguleyo- simplemente le advierte que no hay más pan que el presentado esa mañana al Señor, del que sólo los sacerdotes pueden comer.  Ni afirma, pues, un sí o un no.  David interpreta que –dada l situación- bueno es ese pan.  Y come él y da a sus hombres.
             ¿Se excedió David?  ¿Practicó la VIRTUD DE LA EPIQUEYA?  Intento hacerlo más claro: un buen médico no es el que aplica a la misma enfermedad la misma medicina en todos los casos, sino quien estudia al enfermo y ve lo que le conviene. Y hasta puede llegar a usar la medicación contraria a la que correspondería.  Un mal Maestro es el que trata a todos los alumnos igual por una falsa concepción de la “equidad”  Un Pastor es un mal pastor cuando le dice lo mismo al “penitente A” y al “penitente B”, o en la “situación C” o la “situación D”.  Médico, maestro o pastor que se puedan preciar de tales, son los que saben que la “ley” mata y lo que tienen delante es “tal persona”, “tal situación”, y no aplica indiscriminadamente la misma píldora, aunque fuera una frase del Evangelio.  Y es que cada momento y cada persona es la que es, y propio de buenos maestros es dar una enseñanza personalizada a sus alumnos, y en el momento adecuado.
             Pues esa es la virtud de la EPIQUEYA, aplicable a cada caso de exposición de una palabra, de una situación moral, de la realización de una liturgia…  El vulgo tiene su manera de expresarlo, muy popularmente: La excepción confirma la regla.  La regla permanece inalterable.  La excepción es una excepción de la regla en un momento y situación o persona, no extensible a casos generales, a predicaciones masivas.  Como el médico, el maestro, el pedagogo, el pastor.

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