domingo, 4 de junio de 2017

PENTECOSTÉS

Liturgia de PENTECOSTÉS
          Desembocamos en el momento final de la liturgia pascual, con la fiesta solemne de PENTECOSTÉS, a los 50 días de la Resurrección del Señor. El acontecimiento lo narra el libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11), inmediatamente después de haberse completado de nuevo el número de los 12 apóstoles, que había quedado roto por la traición de Judas. Matías ha sido incorporado a los Once y es uno de los que están en oración, juntamente con la Madre de Jesús. Los Doce esperan en Jerusalén que llegue la fuerza de lo alto, tal como Jesús les había pedido que hicieran.
          El día de Pentecostés, cuando todos estaban reunidos, de repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde estaban. Era como un vendaval pero que no producía daños. Aquello que dijo Jesús a Nicodemo: El Espíritu sopla como el viento y no se sabe de dónde viene ni a dónde va; pero lo captan los que han nacido del Espíritu. Paralelamente vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se posaban sobre cada uno. El Espíritu de Dios se hacía visible a través de esos elementos, pero la gran realidad era mucho más interior: empezaron los apóstoles a hablar en lenguas extranjeras de modo que lo entendían los venidos de 16 países diferentes, y cada uno escuchaba en su propio idioma.
          Es casi obligado hacer una referencia a Babel (cuya lectura se tuvo en la vigilia) que refiere la imposibilidad de entenderse personas que hablaban en principio el mismo lenguaje, pero no según el Espíritu de Dios. Babel constituyó una confusión para no entenderse; Pentecostés supone el efecto de diferentes lenguas que pueden oír la misma palabra que ha inspirado el Espíritu Santo, hablada por unos varones galileos sin letras ni conocimientos humanos. Las gentes se admiran del suceso.
          El evangelio nos repite el mismo del domingo de la Misericordia (Jn 20,19-23) cuando Jesús realiza el Pentecostés de exhalar su aliento sobre sus apóstoles y decirles: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados. A quienes vosotros no se los perdonéis, no se les perdonan, expresando así ese otro nuevo lenguaje por el que unos hombres van a poder ejercer la fuerza misma de Jesús, en el perdón de los pecados.
          La 2ª lectura (1Co 12,3-7. 12-13) nos remite a las que pudiéramos llamar “acciones menores” del Espíritu Santo, para indicar cómo el Espíritu actúa en la vida diaria y en las personas normales, a través de los carismas, o gracias diarias que nos llegan constantemente. Empieza poniendo Pablo el ejemplo más simple:  Nadie puede decir: ‘Jesús es Señor’ si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Por eso cada buen impulso del corazón, cada movimiento positivo del alma, cada acto de fe, cada vez que damos razón de nuestra esperanza, o que hacemos una obra buena…, sin saberlo, sin darnos cuenta, estamos ejercitando carismas o dones diarios del Espíritu Santo que actúa en nosotros.
          Lo que advierte Pablo es interesante: en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. La acción del Espíritu Santo es una acción que va abierta al bien de los otros, porque todos formamos un solo cuerpo y unos miembros estamos dispuestos para la ayuda de los otros. Y judíos o griegos, esclavos o libres, bautizados en un mismo Espíritu, formamos un solo cuerpo y todos hemos bebido del mismo Espíritu.
          La SECUENCIA que se leerá en las Misas es una oración de reconocimiento y fe en ese Espíritu Santo, Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido, al que suplicamos su acción benéfica de luz en el alma, consuelo de nuestro espíritu, descanso en el esfuerzo y en el trabajo… Con una delicadeza que expresa sus efectos benefactores, se le reconoce como brisa en el estío y fuerza en el dolor, que llena el vacío del corazón humano y alienta al pecador para convertirse.
          Se acaba con una petición de sus siete dones según la fe de sus siervos, y la salvación eterna. Estamos, pues, bajo la era del Espíritu Santo, el Dios que nos acompaña a cada paso y en el que nos desenvolvemos nuestra vida cristiana.
          Vivamos LA EUCARISTÍA bajo ese manto del Espíritu de Dios, que nos entrega a Cristo para que nuestra vida se vaya adecuando día a día al estilo de Jesús, quien vivió también movido por el Espíritu Santo y realizó su obra bajo la inspiración de ese Espíritu.



          Movidos por el Espíritu Santo que ora dentro de nosotros, dirigimos a Dios nuestra oración.

-         Que la Iglesia y el Papa vayan movidos por el Espíritu Santo. Roguemos al Señor

-         Que nosotros seamos dóciles a las inspiraciones del Espíritu en el pensar y en actuar. Roguemos al Señor.

-         Que el Espíritu actúe en los políticos y en todos los que están constituidos en autoridad. Roguemos al Señor.

-         Que los múltiples carismas del Espíritu sean siempre empleados en el bien común. Roguemos al Señor.


Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito, y danos tu gozo eterno.

          Que vives y reinas con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad7:45 p. m.

    PENTECOSTÉS era una de las grandes fiestas judías.El origen de la fiesta se remontaba a una antiquísima celebración en la que se daba gracias a Dios por la cosecha del año, a punto de ser ya recogida. Después se sumó ya ese día el recuerdo de la promulgación de la Ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí. Se celebraba cincuenta días después de la PASCUA.La cosecha material que los judíos celebraban con tanto gozo se convirtió , por designio divino, en la Nueva Alianza en una fiesta de inmensa alegría: la venida del Espíritu Santo con todos sus dones y sus frutos.
    En el Antiguo Testamento, la obra del Espíritu Santo se manifiesta en aquellos elementos en aquellos elementos que solían acompañar la presencia de Dios: el " viento" y el ""fuego".Tambien por el " soplo".
    En PENTECOSTÉS los Apóstoles fueron robustecidos en su misión de testigos de Jesús, para anunciar la Buena Nueva a todas las gentes; pero no solamente ellos sino cuantos crean en Él tendrán el dulce deber de anunciar que Cristo ha muerto y resucitado para nuestra salvación.
    Todos los cristianos tenemos desde entonces la misión de anunciar,y cantar las maravillas que ha hecho Dios en su Hijo y en todos aquellos que creen en Dios. Somos ya un Pueblo Santo para publicar las grandezas de Dios que nos sacó de las tinieblas a su Luz admirable.
    El Paráclito actúa sin cesar en nuestra alma que con sus inspiraciones va dando tono sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras.

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  2. Hay Realidades que no podemos explicar porque son previas al lenguaje. ser, vida, tiempo, amor, aire...Lo mismo nos pasa con el Espíritu. Sin Él, nada de lo que existe, sería. Él es la fuerza creadora de Dios. Sin Dios todo sería un caos que causaría espanto. Él pone AMOR en las criaturas y las vuelve amables. También Él hace que tengamos FE y que su Palabra tenga sentido. Con Él, Jesús, vive en cada persona que le abre el corazón y su Palabra, que es la Palabra de Dios, es su lección de vida,y la Iglesia es una gran familia, la gran Familia de Dios, una familia de hermanos, cuyo Padre es Dios.

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