domingo, 18 de junio de 2017

día 18: Pan y Vino de amor

Novena, día 4º.- CORPUS
             Idea base: EL AMOR. Estamos en la fiesta del AMOR. El amor que se expresa en palabras y que se muestra en los hechos. El amor, que es el sentimiento más puro en el corazón de la persona. Es la pasión más fuerte, y la que ha dado más realidades heroicas a lo largo de la existencia. La historia humana, con ser tan egoísta en lo que aparece por fuera, encierra gestas de amor impresionantes en todos los ámbitos de la vida: en el conyugal, en el paternal, en el familiar, en el científico, en el religioso…
          El amor ha necesitado siempre de expresiones de amor; quiero decir de expresiones verbales o externas, de una clase o de otra. La manifestación hacia afuera del amor es parte de ese mismo amor, aunque haya muchas maneras de hacerlo patente, unas más expresivas que las otras. En unos, desbordante y necesitada de formas muy visibles afectivas; en otras, con su fidelidad, su estar al quite, sus mismos silencios “cómplices” que enmarcan toda una manera de “expresar” el amor. Amores efectivos que no exteriorizan el afecto de una manera llamativa, pero que se muestran en otras diferentes formas.
Ahora bien: donde el amor se muestra más a las claras es en las obras. “Obras son amores”, que reza el dicho popular. Y requiere generalmente la reciprocidad, si bien es cierto que puede darse el amor puro que da sin esperar respuesta, y que hasta ama cuando es escupido a la cara. El amor de Dios a la humanidad fue el amor del don puro. Y tenemos un ejemplo evidente en la persona de Jesucristo, el CORAZÓN QUE TANTO HA AMADO A LOS HOMBRES, aunque de ellos ha recibido incomprensiones y ofensas…; que nos amó cuando éramos pecadores y siendo pecadores (y no “a pesar de serlo”). Y lo ha mostrado de una forma visible y significativa en el don de la EUCARISTÍA –que hoy celebramos- en la que el PAN sale de moler, triturar el trigo. El VINO sale de molturar, aplastar la uva.  Cristo permanece entre nosotros desde un entregar, derramar…  Esto es el CORPUS.
Lo llamativo es que el trigo molido da pan, la uva molturada da vino. No es simple “triturar” y “molturar” como hecho “destructor”, sino que esos elementos “maltratados” acaban produciendo cosas tan valiosas como el PAN y el VINO, que son las realidades que dejan patente hasta dónde llega el amor. Un amor que podemos decir que, de parte del Corazón de Cristo, es “a fondo perdido”.
          Clave para entender EL AMOR de Dios, pues, es el Corazón de Jesús. El corazón se entiende como símbolo del amor.  Amor al Padre; amor a todo hombre y mujer de este mundo. El Corazón de Jesús, traspasado, desborda amor…, nos pone ante los ojos el AMOR. Es un símbolo valioso del AMOR. Por eso atrae tanto la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, porque en ella se ha plasmado el amor bajo diversos signos externos que le hablan muy claro a la gente sencilla, a la gente que vive su vida más desde el corazón que desde las ideas. Al pueblo suele repelerle de alguna manera “la teología” porque le parece que le saca de las realidades de este mundo. Sin embargo el CORAZÓN DE JESÚS  es la perfecta y popular teología del amor: el Corazón brota hacia afuera, y brota con los signos de la Pasión, mostrando que Jesús ama no sólo de palabra sino en su vida, entregada hasta el final.
          El CORPUS saca a cada uno de sí para acabar abriéndose a los demás en la práctica concreta del don participativo.  Por eso CARITAS pide hoy la ayuda que procede del AMOR FRATERNO. Hoy parece decirnos la EUCARISTÍA que nosotros también tenemos que dejarnos moler y molturar para dar alimento, comida, vestido, casa, condiciones de vida digna, a esos hermanos nuestros que carecen de lo necesario, y que llegan a nosotros –a través de la institución de CÁRITAS-, para pedirnos gestos reales de amor, representaciones más claras aún que las imágenes: vienen a pedirnos vida. Vienen a decirnos que el PAN y el VINO de la EUCARISTÍA, de la que participamos, tiene que extenderse en ayudas substanciales para cubrir tanta necesidad. En una parte –a veces la más difícil- con cercanía física, con palabras de sintonía afectiva, con un aprender a rozar el dolor que ellos padecen, y que puede ser más hiriente que la misma carencia física de lo necesario para vivir. Quizás habría que decir que hay otro “corpus” –cuerpos y almas necesitados- que hoy deben experimentar el PAN de la humanidad de las gentes, y recibir el VINO de la alegría de no sentirse personas aisladas del conjunto de los que viven su vida más cómodamente…, que ya tienen el suficiente calor humano en sus familias y hogares, y en una sociedad más hecha para el confort y para que queden cubiertas las necesidades más profundas a las que aspira todo ser humano.

          [La pedagogía seguida es la habitual: la repetición frecuente de una palabra, que ha de quedar como poso de esta reflexión: el Corazón de Jesús, hecho PAN y VINO de Eucaristía, nos llama a vivir el AMOR].

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