sábado, 17 de junio de 2017

Del día 3º de la Novena en la Iglesia

YO SOY EL PAN DE VIDA
            La liturgia del día del Corpus toma su evangelio de Jn 6, el discurso de Jesús a los que le buscaban porque habían comido de los panes y los peces multiplicados. Le buscaban como a un líder que resuelve los problemas. Y Jesús les habla del verdadero PAN, que no es el que han comido en el desierto, ni tampoco el maná que comieron sus padres (1ª lectura) sino que él es el que da VIDA. Jesús da un PAN que es alimento que permanece y da Vida.
            “VIDA” que es vida que se tendrá después de la muerte, pero vida que también es de aquí: vida de plenitud, que llena los anhelos del ser humano: He venido a que tengan vida y vida en abundancia. No es un mero sobrevivir, sino vida a imagen de Dios, vida en plenitud.
            PAN es mi carne y es mi sangre… Y surge el escándalo de muchos, que dejan de seguirlo. Pregunta a Pedro si ellos también quieren irse y Pedro, aunque no entiende mucho, responde: ¿Adónde vamos a ir sin ti? Y no se fueron aunque no entendieron hasta que algo comprenderían el Jueves Santo.
            La EUCARISTÍA se convierte en el PAN DE VIDA. Expresión que no es simbólica sino real, eficaz: DA LA VIDA.
            Pero no es algo mágico. Es PAN DE VIDA si nosotros nos dejamos dar esa vida. Los efectos de recibir el Pan de Vida no son mágicos. Jesús tiene que ser aceptado  como Palabra de Vida.
            En la Edad Media la Eucaristía estaba poco validada: reducida a las Iglesias y al Clero. Y el Papa quiso entonces que saliera a la calle; de ahí la FIESTA DEL CORPUS, para que el pueblo conozca la Eucaristía.
            Pero surge la tendencia contraria, y se conciben esas iglesias de altas escalinatas y Manifestadores en lo más alto del altar, como una “lección” de que la Eucaristía es del pueblo pero no para participarla el pueblo.
            Pío X es el Papa que acerca la Eucaristía al pueblo fiel. Y el Concilio Vaticano II la define como culmen y fuente de la vida cristiana.

            Lo que celebramos no es un ritual de palabras mágicas que “convierten” el pan natural en el Pan de Vida. Jesús nos abre el misterio de SU CORAZÓN y nos deja cambiar por él. No es un ritual mágico: es nuestra vida para los alegres y los tristes, los enfermos, los sanos… Todo es abarcado por el PAN DE VIDA. Participemos pero no sólo de “la comunión”. Abramos el corazón y la vida a Jesús, para que fluya dentro de nosotros la vida en plenitud.

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