lunes, 7 de septiembre de 2015

7 septbre.: Misericordia más que sacrificios

Liturgia
          Cada frase de la 1ª lectura –Col 1, 24-2, 3- es un libro. De ahí la dificultad de explicar, y la conveniencia de meditarla despacio. Hoy nos encontramos con la conocida expresión: completo en mi cuerpo los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro asignándome la tarea de anunciaros el Evangelio, el mensaje completo: el misterio que  Dios ha tenido escondido desde siglos y lo ha revelado a su pueblo santo: que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria.
          A Pablo le incumbe ahora anunciar a los colosenses y a los fieles de Laodicea el combate que mantiene para anunciar a los que no conocen personalmente el mensaje: que capten el misterio de Dios. Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y del conocer.
          El Evangelio –Lc 6, 6-11- nos pone uno de los muchos hechos que se desarrollan un sábado en la sinagoga, a la que asisten todos los judíos y por tanto también Jesús, en el culto sagrado en honor de Dios y para enseñanza del pueblo en las Escrituras santas. Para los fariseos y doctores es “una clase teórica”, una manera de proclamar la palabra de Dios, a la que añaden pobres explicaciones casi repetitivas del texto que se lee. No daban para más. Anquilosados en “lo dicho”, no tienen originalidad para llevar el meollo del mensaje que se encierra bajo cada texto. Jesús, sin embargo, desmenuza, desentraña y aplica lo que dice esa Palabra. De ahí que las gentes descubrieran en las explicaciones de Jesús una autoridad. No era un mero repetidor. Iba más allá de los textos y los hacía vivos ante sus oyentes.
          Pero es que iba a más: lo que dice la Palabra no es una clase teórica. Es algo que debe entrar en el corazón de las gentes para irlas madurando en una forma de conducta. La palabra está para vivirla y hay que “traducirla” en obras, porque tiene que ser viva y eficaz.
          Así Jesús está aquel día en la sinagoga y cuando ve un hombre con un brazo paralítico, no se limita a ver o a lamentar. Como toda palabra es anuncio de salvación, y Él puede salir al encuentro de aquella pena, pone sus ojos en el enfermo. También los fariseos y doctores pero con una intención muy diversa: ellos ven al enfermo como un cebo, y sus miradas entonces acechan a Jesús a ver qué es lo que hace, y en sus intenciones no está el bien del hombre sino tener de qué acusar a Jesús, porque es sábado y “no se puede trabajar”.
          Jesús se fija en el paralítico pero para curarlo. Le dice que salga del grupo y se ponga en medio. Y entonces se dirige hacia la gente (y evidentemente ante los fariseos) y hace una pregunta incuestionable: ¿En sábado es lícito hacer el bien, o es lícito dejar de hacerlo? Esperó respuesta… Paseó la mirada por toda la sinagoga. Quiso implicar a todos ante la desgracia de aquel hombre enfermo. Pero no obtuvo respuesta. Por supuesto, de los doctores y los fariseos, que sentían comprometidos sus “principios” y su propio buen nombre. Tampoco de las gentes sencillas que no podían expresarse ante sus “jefes”…
          Jesús toma la iniciativa y dice lo menos que se puede decir y lo menos que el hombre tiene que hacer: Extiende el brazo. ¡Tantos habían hecho aquella mañana el mismo movimiento, sin que por ello se considerara que trabajaban…! El hombre extendió el brazo. Esta curado.
          Si pudiéramos ir preguntando a unos y otros, obtendríamos de Jesús la satisfacción de haber hecho el bien (en sábado). Y el dolor de ver a aquellos mentores religiosos tan recalcitrantes y carentes de sentido común y de aplicación práctica de la Palabra de Dios, que quiere misericordia y no sacrificios.
          Veríamos al paralítico curado que se deshace en gozo al ver de nuevo su brazo normalizado. Y que con su gesto agradece a Jesús, que ha comprometido por él su tranquilidad. No se ha quedado Jesús pasivo ante el silencio de todos.
          Los fieles: muchos, en su mayoría, satisfechos y gozándose de que Dios hubiera dado tal poder a un hombre, y tal coherencia que afronta el reto cuando la palabra de Dios está enseñando la misericordia y la compasión. Otro grupo, el de los más afines a las materialidades farisaicas, que se han indignado, haciendo causa común con sus doctores de la Ley.

          Los fariseos y doctores que tenían que mantener su criterio y que encuentran en Jesús un hombre díscolo que se cree superior a todo, incluso al sábado. Y que con ese modo de proceder se atrae a muchos fieles… Y con esas reacciones típicas violentas de judíos, se ponen furiosos y discutían qué hacer con Jesús.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad3:41 p. m.

    "EXTIENDE TU MANO " nos dice a nosotros el Señor.Extiendela muchas veces en favor de tu prójimo : al pobre que te pide,al que veas necesitado de cariño,al que sufre en la enfermedad,a la persona que padece la soledad.Extiende tus manos para pedir perdón por tus pecados y por la ingratitud de los hombres.
    Es mucho lo que podemos aprender de este pasaje evangélico.
    Las virtudes se forjan en el día a día,en lo corriente,en la acciones que podrían parecer irrevelantes,si no estuvieran vivificadas por la gracia.Cada día un poco más,despues Jesús ,irá poniendo lo que falta.

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  2. Jesús siempre tiene que poner lo que nos falta; todos somos un poco fariseos...aunque sigamos a Jesús y le pidamos que nos eche una mano; entre tanto le vamos diciendo todo lo rebuenísimos que somos, todo lo que hacemos y él calla, nos deja hablar, porque tiene mucha paciencia o porque espera una mejor ocasión para corregirnos...Jesús tiene claro lo que se ha de hacer, pasa de respetos humanos y de leyes incoherentes que se oponen a hacer el bien. Y, la salud es más importante que la observancia de las normas religiosas.Jesús nos va enseñando día a día, sólo nos pide que no seamos unos espectadores pasivos,sólo pendientes de lo que hacen los demás para ver si cumplen o no.; nos pide que purifiquemos nuestro corazón.

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