jueves, 10 de septiembre de 2015

10 septiembre: AMOR

Liturgia
          Col 3, 12-17 es de una belleza excepcional. A mi gusto, le gana a la clásica descripción del amor de la 1Cor, porque mientras en esa utiliza Pablo un estilo más poético, en Col es muy realista y baja a detalles concretos muy dignos de reflexión. Y no sólo “para predicarlo” en una boda sino para usarlo como materia de examen de conciencia del estado personal.
          No empieza por hablar del amor sino de las posiciones estratégicas que se requieren para hablar del amor. La misericordia entrañable, la bondad, la dulzura y la comprensión son previas al amor. Y ya hay que examinarse si esas características son las que nos ponen en actitudes de amar. Porque la “comprensión” supone ponerse en el punto de vista de la otra persona y mirar desde su punto de vista; no desde el propio (porque aún en el “amor” somos muy egoístas y planteamos el “amor” desde el “yo amo”, cuando en realidad tantas veces es “yo utilizo”, “yo saco provecho”, “a mí me gratifica”…, sin contar con los sentimientos que lleva la otra persona).
          Y como Pablo quiere pisar sobre terreno real, pone a continuación dos características a ras de tierra: sobrellevarse mutuamente y perdonarse cuando alguno tiene quejas del otro. No es extraño que en una relación haya que empezar por sobrellevarse. Precisamente por eso que supone “la comprensión”. Sobrellevarse es mantenerse en la relación “a pesar” del otro, porque cada uno tiene sus defectos y limitaciones. El amor sobrepasa pero no es bobo. Y sabe que tiene incluso que perdonar. Pero todo eso son estrategias previas, o –como he dicho- “a pesar de”.
          Sin embargo el amor no se da “a pesar de”. El amor es mucho más grande. Y ahora –supuestos esos condicionantes previos- acaba aterrizando: pero por encima de todo EL AMOR que es el ceñidor de la unidad consumada. El amor no se queda parado paralizado ante los defectos del amado. Crea un lazo indestructible de unidad, y viene a ser un ceñidor que hace de dos una sola cosa. Por supuesto que bajo la paz de Cristo que hace de árbitro en el corazón. Y el árbitro es el “personaje imparcial” que para la acción defectuosa en el primer momento para restablecer el orden y que se impongan las reglas del juego limpio. De ahí que eso tan corriente hoy de que “se nos ha ido el amor” revela la carencia del verdadero amor o la ausencia de un “árbitro” en el corazón de las personas… Y el tal árbitro ha de ser LA PAZ DE CRISTO, algo que está por encima del mismo amor o surge de la verdad del amor sincero.
          Y con una humanidad llamativa dice Pablo: Y sed agradecidos. [En algunas traducciones dice: “y celebrad la acción de gracias”]. Pero el “ser agradecidos” encierra las ternuras y delicadezas propias del amor: expresar en palabras, gestos, formas, detalles…, que el amor está vivo y se siente en el fondo del corazón. El amor necesita expresarse y es como su abono para crecer. Tiene una parte humana, normal, natural, y otra parte que le sirve de referente: la vida espiritual: rezar, acudir a la Palabra y a la Eucaristía, al canto alegre que expresa a Dios esa gozosa dependencia de su voluntad.
          Y entonces “cuanto hagáis de palabra o de obra, sea todo en nombre de Jesús y acción de gracias a Dios Padre”.
          El evangelio de Lc (6, 27-38) está extraído del Sermón del Monte (o como suele decirse de la exposición de este evangelista: “el “sermón del llano”). Es para reflexionarlo en oración personal: amor a los enemigos, los que nos odian; bendecir a los que nos maldicen; presentar la otra mejilla a quien nos abofetea; dar la túnica a quien me pide la capa…

          Es ponerse en el lugar del otro (“comprensión”) y querer para él lo que quiero para mí. De lo contrario no hay amor y no hay mérito, porque amar a quien nos ama y de quien esperamos recibir, no es amor. Amar a vuestros enemigos sin esperar nada…, ¡al modo de Dios! Sed compasivos como Dios es compasivo. Y eso supone no juzgar, no condenar, perdonar… Y cuando así seamos, vamos a recibir una medida colmada de lo que fuimos capaces de ser. Por supuesto, de parte de Dios, que verá en nosotros un reflejo de Él y de su amor gratuito (y Dios siempre multiplica en sus dones lo poquito que seamos capaces de ofrecer). Pero también en la parte humana, porque el que pone amor, saca amor; el que es comprensivo, obtiene comprensión; el que es generoso, será correspondido generosamente… Pero aunque así no fuera. El hecho es que la recompensa de las bienaventuranzas no está en el premio de aquí abajo, sino es la multiplicación de bienes allí arriba. Y los que creemos de verdad en ese “ARRIBA”, llevamos la gran esperanza de ser dichosos en la culminación del Reino de Dios.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad4:24 p. m.

    Dios es únicamente quien merece ser amado de un modo absoluto y sin condiciones;todo lo demás debe serlo en la medida en que es amado por Dios.Pero para quererlo como Él nos pide, es necesario perder la propia vida, la del hombre viejo; morir a las tendencias desordenadas y al egoísmo a veces brutal que lleva al hombre a buscarse en todo lo que hace.El hombre cuanto más muere a su " yo " egoísta más humano se vuelve y está más dispuesto a entender de verdad a los hombres todos " comprenderlos" y "quererlos" en medio de sus errores y de los nuestros y de aquello que humanamente tendería a separarnos de ellos o a pasar a su lado con indiferencia.
    El amor se manifiesta siempre en ser "agradecidos".Cuando el Señor después de exponer la parábola de los deudores,preguntó ¿Cuál de los dos amará más a quie le prestó el dinero?,utiliza el verbo amar como sinónimo de estar agradecido.
    Amamos a Dios cuando convertimos la vida en una incesante búsqueda de ÉL. Se ha dicho que no sólo no busca Dios a los hombres, sino que sabe ocultarse para que nosotros le busquemos.
    "¿Qué soy yo para Ti ,oh Señor´´ para que mandes que te ame, y si no lo hago te enojas conmigo y me amenaces con grandes miserias ? ¿Es acaso pequeña la miseria de no amarte?.

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  2. ANA MARÍA5:58 p. m.

    En efecto, el texto de hoy de Pablo a los Colosenses que nos habla de un amor , de una misericordia entrañable...supera a otros textos. Si el amor está anclado en Dios, pronto llegaremos a perdonar... a olvidar...a volver a empezar con la Paz que nos da Cristo cada vez que aparece RESUCITADO en el Cenáculo: "La Paz os dejo, Mi Paz os doy"...Dice el Sacerdote antes de la Comunión. Esta Paz, nos dará: "la bondad, la dulzura, la comprensión" características que nos ponen en actitudes de AMAR".

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  3. Jesucristo nos propone un comportamiento que nos puede parecer imposible de cumplir: amar a todos, hacer el bien a todos, perdonar a todos, responder al mal con el bien, responder al odio con amor...Las propuestas que nos hace Jesús en el Evangelio bien pueden parecernos exigencias que sobrepasan nuestras capacidades de bondad."Amad a vuestros enemigos" "Bendecid a los que os maldicen" ¿Cómo se puede amar a un enemigo? Para poder entender esto, tenemos que sentarnos en actitud de contemplación de Dios , de su manera de ser y de actuar: Él hace salir el sol sobre los buenos y los malos; sobre los justos y sobre los injustos. Toda la vida de Jesús es la manifestación de este Padre tan bueno que nos ama a todos.

    Amar a los enemigos no significa ser tolerantes con el mal; siempre hay que rechazar el mal y luchar contra él. Tampoco es necesario que simpaticemos con quién nos hace daño; basta con que seamos capaces de recibir la violencia sin responder violentamente...se puede ser víctima de una injusticia sin responder cometiendo otra injusticia.
    Muchos santos han sido testigos de esta forma de vivir y de responder ante el mal.

    La Iglesia no es capaz de odiar, porque no tiene enemigos; únicamente los que la persiguen; pero Ella los ama y, cuando un cristiano muere a manos de unos verdugos, muere como Cristo, intercediendo por ellos:"Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen".

    Con constancia y esfuerzo y con nuestra capacidad de bondad y sin perder de vista a Jesús, podremos ir desprendiéndonos del mundo y asemejándonos a Él. Tenemos que empezar a amar sin juzgar, sin condenar, perdonando y dando , como a Él le gusta.

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