sábado, 5 de septiembre de 2015

5 septbre: Lo interno y lo externo

Liturgia
          Pablo expresa hoy a los fieles de Colosas (1, 21-23) los dos momentos por los que ha pasado aquella comunidad humana: uno es el que vivieron antes de conocer la fe –“alienados de Dios”- en el que eran “enemigos de Dios y engendraban malas acciones”, y otro es el momento presente en el que han recibido la fe y la gracia por razón de la muerte de Cristo, muerte redentora que sufrió en su propia carne, y por la que han sido reconciliados con Dios y constituidos pueblo santo. Lo que ahora os queda es que permanecer en esa fe y esa esperanza inamovibles, cimentados en el Evangelio, el mismo que se proclama en el mundo entero y en el que Pablo se siente ministro al servicio de la causa de Cristo.
          El evangelio –Lc 6, 1.5- es el tan conocido texto de los discípulos de Jesús que un sábado, camino de la sinagoga, pasaban por un sembrado y arrancaban unas cuantas espigas y las trituraban entre las manos por el gusto de echarse unos granos de trigo a la boca. Me gusta la forma en que lo cuenta San Lucas porque no hace referencia a que llevaran hambre, por la sencilla razón de que no era el motivo de aquella acción. Poca hambre podían quitar con unos granos echados a la boca, al paso por un sembrado. En cambio es de una belleza y espontaneidad ese triturar unas espigas al paso por entre las matas de trigo.
          Como yo he vivido ese hecho y sé la fruición que encierra ese gesto tan simple pero tan natural y espontaneo, me hago mucho más a la idea de lo que hicieron aquellos hombres, muy lejos de lo que es “una necesidad”, y sin plantearse –ni de lejos- que estaban haciendo algo “útil” o “para quitar el hambre”. Es decir: ni pasárseles por la cabeza que estaban “trabajando en sábado”, sino realizando una acción “inútil” y gozosa de mera distracción, de impulso natural.
          Pero los fariseos tenían que atacar a Jesús de alguna manera, y aquello les servía para darle donde le dolía: en sus discípulos. Criticándolos a ellos estaban acusando a Jesús que no lo había corregido. De ahí esa pregunta malévola: ¿Por qué hacéis en sábado lo que está prohibido?
          Jesús respondió. No les atacó. No les dijo –como otras veces- que eran hipócritas. Se valió de un argumento que no podían responder, porque ellos veneraban al profeta y rey David. Y Jesús les hace ver que David también se saltó las normas externas cuando hubo una necesidad en sus soldados, que volvían exhaustos de una batalla, y cuando le piden de comer al sacerdote (“en la Casa de Dios”), sólo hay el pan presentado y recién retirado de la presencia de Dios. Unos panes que sólo podían comer los sacerdotes, pero que David considera a propósito para repartirlo entre sus hombres para que repongan fuerzas.
          Por tanto, “la ley” cede ante la necesidad. La ley externa no puede prevalecer sobre algo más importante. Y lo que hizo David no lo critican los sacerdotes. Pues ahora tampoco tienen razón con escandalizarse por el juego de los discípulos ante unas espigas de trigo trituradas entre las manos, aunque sea sábado.
          Estamos ante el eterno problema de entonces y de ahora: que se le da importancia a la “norma” meramente externa, pero se deja a un lado lo interior. Que escandaliza o preocupa el fallo a “la norma” pero que no se enfrenta uno a lo que hay en el fondo del corazón. Que se cumplen “ritos” externos pero que se descuidan las exigencias de lo que es más fundamental. Que somos “buenos” de cara a los demás, y que en el fondo del alma se mantiene intacto el sutil amor propio, los resentimientos, los engaños de diversa índole.
          Y Jesús nos saca a relucir que lo externo tiene un valor relativo. Que muchas cosas externas se pueden saltar sin que pase nada malo en el corazón de la persona, pero que muchas cosas del fondo de la persona son mucho más importantes y son las que habría que cuidar. Y como nos decía hace poco, no se trata de eliminar formas externas que deben acompañar a lo interior: esas cosas hay que hacer pero sin descuidar la misericordia y la compasión… Pero sí se trata de no dejarse engañar con meros cumplimientos de “formas sociales” o de “expresiones piadosas”, mientras que “el interior está lleno de suciedad” (son palabras de Jesús). Y podemos decir: “mientras el interior no ha comprometido nada”…, o anda con medias tintas sin dar el tono de auténtico compromiso en aquello que está un tanto oculto o disimulado.

          Y hemos de ser muy sinceros y darnos cuenta que tenemos una “cristiandad” poco madura y que sigue apoyada en formas externas, sin que se acabe de enfrentar a la profundidad del Evangelio.

1 comentario:

  1. Jesús es Señor del sábado, está por encima de todas las normas de los fariseos; con su actitud nos enseña que con un corazón libre se puede realizar todo; lo único importante es cumplir la voluntad de Dios con un corazón bien puro, libre de esclavitudes, sencillo y verdadero, que quiera vivir de verdad la ley de Dios.

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