miércoles, 30 de septiembre de 2015

30 septbre: CUATRO vocaciones

Liturgia
          Hoy pasa el turno de la 1ª lectura a Nehemías (2, 1-8). Copero mayor del Rey, está triste. Le llega al alma que su ciudad emblemática y su Templo estén en ruinas, y no puede estar alegre. Un día que se presentó al rey para servirle, el rey advierte su tristeza y le pregunta. Nehemías responde lo que siente, y su deseo de poder ausentarse para colaborar en la reconstrucción. El rey se lo permite. Y Nehemías echa valor y le hace una súplica más: que le dé cartas para presentarlas a los gobernadores y que le faciliten madera para las puertas de la ciudadela del templo. Y el rey también asiente. Y Nehemías acude a esa necesidad que para él va mucho más allá que el hecho material: se trata de un sentimiento religioso profundo al que ve que debe acudir por encima de cualquier otra cosa.
          El evangelio de Lc 9, 57-612 es uno de los que más me hacen pensar, más allá de la narración en sí, porque me pongo en posibles entresijos del relato lucano.
          Son tres posibles vocaciones. La primera y la tercera son ofrecimientos de los mismos sujetos protagonistas. El primero se ofrece totalmente: Te seguiré dondequiera que vayas. Y Jesús, todo honradez, le pone delante la realidad e ese seguimiento: Los pájaros tienen nido pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Ahora sigues o no sigues, pero ya sabes a qué te comprometes.
          No dice el evangelio lo que pasó. Es posible que aceptara, y entonces se contará entre los discípulos de Jesús, como hombre consecuente con su ofrecimiento, y hombre capaz de abnegación para aceptar ese planteamiento desnudo que le ha presentado Jesús. Sin embargo a mí me deja cierta duda porque no se nos dice el nombre de ese discípulo, siendo así que nombre es lo definitorio de la persona. Y una cosa “que no tiene nombre” es para cualquiera de nosotros algo que carece de valor
          El tercero también toma la iniciativa: Te seguiré, Señor, PERO… Imaginemos la historia de otra manera. Este hombre se ha ido primero a despedirse de su familia. Luego viene y se ofrece a Jesús incondicionalmente. Estaría en el plano de lo correcto a los ojos de Jesús. Pero lo ha hecho al revés: Te seguiré, PERO… Y ese PERO es el que no acepta Jesús, porque no acepta condiciones previas. Si se ofrece, ha de venir ya con las manos desembarazadas de todo condicionante. Y es que a Dios no se le pueden poner PEROS para justificar nuestras dificultades y carencias. Dios nos quiere todo enteros.
          ¿Cómo acabó el episodio? Yo digo que peor que el primero, pues Jesús sentencia que poner la mano en arado y volver la cabeza atrás no abre el camino al Reino de Dios. Y este individuo había puesto la mano en el arado y había vuelto la cabeza atrás.
          Nos queda el segundo. El segundo es expresamente llamado por Jesús. Es una auténtica vocación que hace Jesús. Y sabe Jesús que está pidiendo el todo por el todo. Como cuando llamó a Simón, a Juan, a Felipe, a Mateo: un “Sígueme” escueto. Y ahora se encuentra el sujeto con una lucha de conciencia. De una parte, la llamada de Jesús. De otra, la costumbre-ley de que el hijo menor y soltero ha de quedar cuidando a su padre hasta que muera. Y es la dificultad que le presenta a Jesús. No es que no quiera seguir la llamada sino que se encuentra ante una lucha de conciencia y ante una “ley” práctica a la que tiene que atender.
          Jesús le da la solución. A él lo llama como miembro vivo de un proyecto, el de Jesús. Sus hermanos no entran en ese proyecto, puesto que ya están casados y con su vida hecha por otro camino. Y con esas frases lapidarias de Jesús, responde: deja a los muertos que entierren a sus muertos. Que tus hermanos, que no han recibido la llamada de vida, se encarguen del padre. Tú, que eres llamado a la vida, sígueme.
          ¿Cuál fue el final? Dios lo sabe. A mí me cae bien este sujeto. Creo que estaba ante un problema de conciencia que no sabía resolver. ¿Lo resolvió al modo que le indicó Jesús? ¿Los hermanos supieron comprender la situación? Eso ya no lo sé. Si aplicamos el mismo criterio que en los anteriores, tampoco se da el nombre de este hombre.


Debajo hay otra reflexión

1 comentario:

  1. Ana Ciudad5:51 p. m.

    Pobres por amor a Cristo en la abundancia y en la escasez.Debemos ir a Dios con paso rápido,sin pesos muertos ni impedimentos que dificulten la marcha.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!