martes, 15 de septiembre de 2015

15 septbre.: MADRE DE DOLORES

Liturgia
          Celebramos hoy LOS DOLORES DE LA VIRGEN MARÍA. Y aunque litúrgicamente no hay que seguir las lecturas propias de esta celebración más que en los lugares donde particularmente se venera esta advocación de María (o equivalentes, como LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS), voy a decantarme por ellas como un obsequio hacia la Madre de Jesús.
          A Jesús se refiere la 1ª lectura de Hebreos 5, 7-9: se expresa el dolor de Jesús en los días de su vida mortal en los que a gritos y con lágrimas presentó sus oraciones y súplicas al Padre que podía salvarlo de la muerte. Presentando esta lectura los dolores del Hijo quiere que nos hagamos idea de los dolores de la Madre. Porque la verdad es que lo que sufre una madre que ve sufrir a un hijo es suficiente para que cualquier madre pregunte si hay un dolor semejante al suyo. Viendo a Jesús clamar con tanta intensidad –“a gritos y con lágrimas”-, ¿cómo podría haber sido el dolor de aquella Madre? Cualquier madre puede decirlo cuando ha sufrido con el sufrimiento de un hijo angustiado.
          Y dice esa lectura que Jesús sufriendo, aprendió a obedecer, o lo que es igual: el sufrimiento le ha ido fajando con esa realidad de la sumisión a los misteriosos designios de Dios…, esa pregunta que podemos hacernos todos, cómo es posible que Dios no salga al paso del sufrimiento de alguno de sus hijos… Y Jesús se pliega al misterio y acepta –aprende a obedecer-, aprende a rendirse ante lo inexplicable: que Dios no salga al paso para quitarle tal dolor. Pero sí ve que sale al paso para darle sentido a su dolor, para adentrarse en el sentido profundo del sufrir, que tiene una proyección mucho más amplia que el dolor en sí mismo: es el valor redentor del sacrificio, el unirse al “propio dolor de Dios” cuando ve que sus hijos se pierden por la pendiente del pecado porque no han aprendido a obedecer (a vivir de acuerdo con los planes de Dios).
          Y dice expresamente el texto que Jesús fue escuchado por su actitud reverente. Y cualquiera puede preguntarse: ¿fue escuchado, y sin embargo acabó destruido en una cruz? Pues sí: fue escuchado, fue confortado, halló el sentido último de su dolor en aquella muerte que tenía todo su sentido en dar muerte al pecado para salvar al hombre pecador: llevado a la consumación se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Todo lo cual revierte en el valor litúrgico y teológico del sufrimiento y dolores de María, que queda asociada al misterio de la Redención, y también ella clama a Dios, obedece a Dios, se une cordialmente al sacrificio del Hijo y –en su propia consumación- recibe de Jesús el encargo de hacerse cargo de los hombres como hijos suyos a los que ella da a luz entre los dolores de un parto muy costoso. ¡Con razón es venerada como MADRE DE DOLORES, Madre de las Angustias!
          Todo eso se ha plasmado acertadamente en la Secuencia que puede leerse hoy antes del Evangelio.
          Hay dos posibles evangelios, a elegir: el de Juan 19, 25-27, que nos muestra a María al pie de la cruz de su Hijo, viéndolo sufrir, agonizar y morir…, o teniéndolo sobre su regazo, ya cadáver, y pasando con su vista por aquel cuerpo llagado, destrozado.
          O el de Lucas 2, 33-35, correspondiente a un momento plácido, el de presentar al Hijo en el Templo a los cuarenta días de su nacimiento. Pero en ese momento también aparece la figura de Simeón para advertir que ese niño va a ser como una bandera de lucha entre unos que lo aceptan y otros que lo rechazan. Por lo cual, María –como madre- se va a encontrar a través de su vida con una espada punzante que le va a acompañar siempre, y que acabará clavándose en su alma el día que vea morir a ese hijo, signo de contradicción, que paga con su vida haber obedecido a Dios y no se ha plegado a las costumbres de las prácticas religiosas de su época.

          La vida de María va jalonada por esa espada: Belén no deja de tener el agridulce de no poder ofrecer más que un pesebre a aquel Niño que fue anunciado como el Hijo del Altísimo y Mesías que hereda el trono de David. La huida a Egipto con toda la angustia de una persecución a muerte. Los largos años misteriosos de Nazaret, en los que “lo normal” de una familia se entremezcla con la constante pregunta: ¿qué va a ser de ese hijo? La vida pública de la que llegan noticias contradictorias de fama, milagros, multitudes…, y persecución y ataque de los jefes religiosos. Los pocos encuentros de Ella con su Hijo –en la sinagoga de Nazaret o en aquel día que le anunciaron a Jesús que allí estaban su madre y sus parientes…, pero a Jesús le conmovía más quien hace la voluntad de su Padre. Para acabar al pie de la Cruz. Verdaderamente es MADRE DE DOLORES.

4 comentarios:

  1. Ana Ciudad2:32 p. m.

    La Madre piadosa estaba
    junto a la Cruz y lloraba
    mientras el Hijo pendía:
    cuya alma triste y llorosa,
    traspasada y dolorosa,
    fiero cuchillo tenía.....
    Y, ¿cuál hombre no llorara
    si a la Virgen contemlpara
    de Cristo en tanto dolor?
    Y,¿quién no se entristeciera,
    Madre piadosa,os viera,
    sujeta a tanto rigor?
    ¡Oh dulce fuente de amor !
    Hazme sentir tu dolor
    para que llore contigo;
    y que por mi Cristo amado,
    mi corazón abrasado
    más viva en él que conmigo....
    ¿

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  2. Antes, la devoción a la Virgen Dolorosa se celebraba el viernes anterior a la Pasión y recordábamos los "siete dolores" de María. Ahora la veneramos al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz; contemplamos a María en el seguimiento de su Hijo: María, desgarrada por el sufrimiento, estaba allí, al pie de la Cruz, ofreciéndose al Padre con el Hijo de sus entrañas, y-en su propia consumación- recibió de Jesús el encargo de hacerse cargo de los hombres como hijos suyos a quienes da a luz entre dolores en un parto demasíado costoso.( P. Cantero)

    Por eso, amamos y veneramos a nuestra Madre de los Dolores, Madre de las Angustias. Nadie como Ella mira a su Hijo; nos muestra cómo mirar a Jesús crucificado, para amarlo, para aprender a sufrir y a perdonar; nos invita a seguir a Jesús en todo monento, nos ayuda a sentirnos hijos amados del Padre.Acojamos a nuestra Madre en nuestras cruces, en las dificultades, Ella comprende nuestro dolor, nos acepta con nuestros sufrimientos y nos enseña a unirlos a los de su Hijo, y a obedecer con una actitud reverente, como Jesús.

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  3. Ana María8:19 p. m.

    MADRE MÍA, se han comentado tan profundamente los dolores de tu Vida, que casi nada puedo añadir... sino sentir contigo tu dolor al oír las palabras de Simeón: "Una espada te atravesará el corazón"..." Al huir a Egipto pensarías que nada te podía ocurrir porque llevabas al Hijo de Dios en tus brazos confiada a pesar de tu dolor...Los tres días buscando a Jesús en Jerusalén...Y subiendo al Calvario le verías destrozado sin poder hacer nada por Él. El Calvario...oíste los martillazos mientras clavaban a Jesús en la Cruz...Horas de sufrimiento hasta que entregó su espíritu al Padre...Y ahora "su cuerpo" desgarrado... sangrante... en tus brazos; mirando y besando sus heridas..."¿Hay dolor semejante a mi dolor?" MARÍA, quisiera estar contigo en el momento de depositar a Jesús, TU HIJO, en el Sepulcro y acompañarte en tu Soledad...Es un dolor lleno de esperanza, como la aurora antes de salir el sol.

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  4. Ana, Amiga; antes de despedirme de nuestra Madre, de darle las buenas noches, quiero recordar con Ella el contexto de opresión en el que tuvo que desenvolverse: María pertenecía a un pueblo colonizado y sometido por el Imperio Romano. Formaba parte de un estamento social que dependía de los ricos y poderosos de Israel, de un sexo esclavizado por el antifeminismo de aquella época. María, antes de ser la "esclava del Señor", era esclava del régimen...Ella nunca ha sido libre.María, como toda mujer judía, dependía de sus padres, de su marido-que era su dueño- y de todas las autoridades religiosas, políticas y económicas.hay que pensar que nuestra Madre no fue libre, que ha sido una mujer sometida y privada de sus derechos fundamentales. Los Evangelios destacan que era una mujer obediente, lejana a la rebeldía, totalmente despreocupada por la defensa de sus derechos. Totalmente dispuesta a dejarlo todo por Dios, tal como Jesús exigía dejarlo todo a quienes querían seguirle: dispuesta a dejar a José, si no hubiera mediado la intervención del ángel. En el Calvario, conmueve la figura de nuestra Madre, cuando ofrece en sacrificio a Dios lo más preciado: su Hijo; como Abrahán cuando estaba dispuesto a inmolar a su único hijo. María, nuestra Madre, fue la servidora incondicional de Dios en el proyecto de la voluntad divina de salvar a los hombres.Un fraternal abrazo. MªJosé.

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