lunes, 28 de septiembre de 2015

29 septbre: Santos Arcángeles

Liturgia. Santos arcángeles
          Ya hace años que los 3 arcángeles (“espíritus señeros”, como los describe un himno litúrgico), tienen su día de fiesta conjunta el 29 de septiembre.
          En ese himno citado se va señalando la “personalidad de cada uno: “Quién como Dios”, que es nombre de San Miguel, y que es lo que recoge la 1ª lectura de hoy (Apoc. 12, 7-12), en esa lucha del dragón (serpiente primordial, diablo y Satanás) vencido por Miguel y sus ángeles.
          Gabriel –Fortaleza de Dios”- trae la embajada divina a María, y devuelve a Dios la respuesta –el de María-, que es alborada de Cristo en nuestro mundo.
          Y Rafael, Medicina de Dios, que encamina a Tobías y devuelve la vista Tobías-padre, y que viene a significarnos la liberación de nuestra ceguera
          El evangelio –Jn 1,47-51- es la curiosa conversación de Nicodemo con Jesús, en la que Jesús se identifica como aquel que realiza la profecía de Daniel, porque será ese “Hijo de hombre” que aparece en el cielo abierto y los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
          El Salmo 137 nos pone ante esa alegría nuestra que cantaremos y tañeremos las arpas, dando gracias a Dios delante de los ángeles.

            En la lectura continua, Zacarías 8, 20-23 se sigue repitiendo la expresión: Señor de los ejércitos, que es sencillamente la seguridad que da el poder y la misericordia de Dios, que es como un ejército que se despliega a favor nuestro.
            Sigue el tono optimista y gozoso de días anteriores, presentando imágenes tan llamativas como pueblos incontables que vendrán a Jerusalén a implorar su protección, o los diez hombres de otros pueblos que se acogerán a un judío queriendo ir con él, porque hemos oído que Dios está con vosotros.
            Lc 9, 51-56 sigue con el mismo tema de unos discípulos que quieren un mesianismo poderoso y dominador, que no puede resistirlo ningún enemigo. Por eso cuando se encuentran algunos apóstoles –precisamente otra vez Juan- con un pueblo samaritano que no deja pasar a Jesús por sus caminos, se indignan y se dirigen a Jesús para decirle si pueden pedir que llueva fuego del cielo que consuma a aquel pueblo. Así, por la tremenda, y evocando un pasaje del Antiguo Testamento, con Elías y los profetas de Baal.
            No se les ha ocurrido otra cosa. Jesús debió mirarlos con lástima por verlos tan tercos y recalcitrantes con los mismos pensamientos y sin doblegar la mente a todas las repetidas enseñanzas que él les daba…, que les acababa de dar.
            Mirada de lástima hasta puede ser que Jesús se reía por lo bajo, porque no cabía más que en la mente de un chiquillo caprichoso pretender matar mosquitos con cañones (que diríamos nosotros).
            Tuvo que cortarles aquellos vuelos con una palabra de mucha fuerza y que una vez más corregía los ímpetus desmedidos. Parecía mentira que –al cabo del tiempo y de tantas veces enseñándoles- reaccionaran tan al contrario de lo que Jesús les había mostrado: No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del hombre no ha venido a perder a los hombres sino a salvarlos.
            “El Hijo del hombre”…, el Mesías verdadero. Ya tenían que haber aprendido.
            Y se me viene a la mente esa “queja” que presentan muchos cuando se extrañan de que otros –compañeros, muchas veces- “no entiendan” o no den pasos en una determinada dirección que, para los que juzgan, les parece lo más lógico del mundo. Y la realidad es que el crecimiento de la persona no depende de la voluntad de ella, porque hay aspectos que necesitan una fuerza íntima (misteriosa como la gracia misma), que llega cuando llega y se capta cuando se capta.
            Juan y los demás podían estar llenos de la mejor voluntad, pero aquel nuevo lenguaje de Jesús les sonaba a lengua extraña. Y aunque hubieran podido querer, les rebotaban las ideas como en un frontón. Fue en Pentecostés, cuando vino sobre ellos el Espíritu del Señor, cuando empezaron a saber de qué Espíritu eran. Mientras tanto bien se muestra en los datos evangélicos, no llegaron a enterarse de lo que decía Jesús, por más que Jesús se lo repitiera.

            Lo cual es algo que puede consolarnos (y que estimularnos). Porque, de una parte, no es extraño que se nos vuelva chino el meollo del Evangelio. Y por otra parte podemos pedir y desear que un día haya una efusión de Dios que nos haga comprender lo incomprensible.

1 comentario:

  1. La Sagrada Escritura nos presenta a estos tres Arcángeles como protectores del Pueblo de Dios y embajadores suyos en la Tierra. Son signos de la Presencia de Dios y portadores del amor de Dios.

    Natanael es un hombre transparente, sin dobleces: "un israelita de verdad, en el que no hay engaño", un hombre piadoso y coherente...Jesús lo conoce bien y le promete que verá cosas más grandes. ¿Somos nosotros como Natanael? ¿Creemos en Jesús sólo por los signos extraordinarios? ¿Nos fijamos en todos los dones que nos ofrece día a día? La Fe es el milagro más grande que Dios nos hace cada día, abriéndonos al cielo y cuando nos animamos a tener un encuentro personal con Cristo, si no ponemos obstáculos para que Dios habite en nosotros, también veremos cosas nuevas, cosas más grandes.

    Tenemos que agradecer al Señor a estos ángeles que nos ayudan a no perder nunca la comunicación con Él.

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