sábado, 26 de septiembre de 2015

26 septbre.: Alegría y dolor

Liturgia
          Una profecía que levanta el ánimo. Zacarías (2, 1-5. 10-11) nos comunica una palabra del Señor por la que es exhortado el profeta a alegrarse y gozar por Jerusalén, porque el Señor viene a habitar en ella. Muchos pueblos se unirán alrededor de la gran Ciudad, y Dios habitará en medio de ellos.
          En el horizonte estaba aquella presencia de Jesús que vendría a reunir en derredor suyo un nuevo pueblo, una nueva gran ciudad, un Reino en el que habitará Dios, el Dios de la alegría…, el Dios de Jesús, el que nos trasmite Jesús, y en el que debemos sentirnos parte de ese gozo. “El Dios que alegra mi juventud”…, porque ante Dios mantenemos una juventud permanente con la que nunca podemos darnos por vencidos, ni siquiera vencidos por la edad física. Porque Dios mantiene joven nuestro espíritu cuando dejamos que Él nos rodee y nos reúna. Esa nueva Jerusalén es la Iglesia. Y haremos un favor a ella si salimos de esas formas tristonas en las que cae más de un fiel, como si la espiritualidad cristiana estuviese reñida con el gozo y el semblante alegre.
          Es un detalle que puede parecer de poca monta, pero que tiene más importancia de la que parece. Aquello de que “santo triste es un triste santo” tiene mucho de verdad y es para pensárselo.
          Jesús ha preguntado quién dicen los hombres que es el Hijo dl hombre…, y vosotros ¿quién decís que soy yo? Cuando Pedro ha respondido que eres el Mesías de Dios, Jesus le ha impuesto silencio: prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y es que antes de la euforia de Pedro, Jesús quería dejar claro de qué Mesías se trataba. Y anunció su pasión en grandes rasgos y su posterior resurrección.
          Y hoy (Lc 9, 44-45) insiste Jesús en ese tema, diciéndoles a los apóstoles: Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres. Hacía bien con recalcárselo y acentuarlo, y nos hace un gran favor a nosotros, porque estamos en la misma onda de aquellos hombres que querían a Jesús como mesías pero no aceptaban que fuera a padecer. ¡Es que eran dos conceptos irreductibles! ¿Cómo va a ser un Mesías derrotado? No se concibe…
          No se concibe en la falsa idea que nos hacemos de Jesús, más bien melifluo y blando. Y es cierto que tenía un Corazón de oro, pero con el mismo corazón se entrega al sufrimiento que le van a infringir  “los hombres” (los paganos) o la casta religiosa. Y se entrega al doliente, al poseso, a la mujer que sufre…, el mismo que después levantará sus brazos para iniciar su vuelo hacia el Cielo, cuando haya resucitado.
          Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no cogían el sentido. Les era un jeroglífico insoluble. Era atar dos extremos opuestos y contradictorios, según el pensamiento popular (que al fin y al cabo era el que ellos tenían).
          ¡Qué oscuro se hace el dolor, la enfermedad, el fracaso, la desolación espiritual…! En esos momentos se ciegan los ojos y parece que se apaga la fe. Y sin embargo Jesús, el Salvador, está en medio de todo eso de la misma manera que cuando los ánimos están por encima de las nubes. Lo que Jesús no quiere es lo que le pasa a aquellos hombres, que se hunden ante el anuncio de lo doloroso y se olvidan de los buenos momentos que vivieron junto a Jesús, en alegría, optimismo, gozo y consolación del alma. La historia aquella de Jesús con sus apóstoles, se vuelve a repetir, y el secreto de la madurez espiritual es admitir la “contradicción”, y seguir subido al carro del Cristo vencedor.
          Todo esto nos está retratando. Escuchamos a Jesús y de pronto parece que se nos hunde el mundo a los pies porque Jesús anuncia su muerte. Y sin embargo es esencial que aceptemos que la vivencia cristiana no está siempre en el gozo sensible, aunque siempre debe estar en la alegría de la fe, en la “alegría de una perenne juventud” que no da un paso por perdido.

          Tenemos que orar más de lo que hacemos porque hace falta cambiar la mentalidad…, leer COMPLETO el Evangelio, no florearlo para sólo quedarnos con lo bueno y bonito… También están ahí los otros aspectos que forman la figura total. Se trata de no ser de los que siguen a Jesús en la Eucaristía pero rehúyen el camino del Calvario. Sencillamente porque es el mismo camino y hay que recorrerlo igualmente. Que no nos dé miedo, que no soslayemos la cruz en sus muy diversos aspectos. Que seamos cristianos alegres, pero no superficiales, en gozo de resurrección pero pasando por la pasión, felices por la misericordia pero serios ante la abnegación que nos pide Jesús para poder seguirlo. ¡A ver si nosotros somos capaces de coger el sentido!

2 comentarios:

  1. El camino de Cristo no es cómodo, tiene cruz, habla de sufrimiento, de pasión de muerte y, nos deja sumidos en la tristeza y, a menudo, en el desánimo; nos asusta el sufrimiento, el propio y el que vemos a nuestro alrededor; hubiéramos querido que no existiera el mal; nos desconcierta el dolor humano, porque el proyecto de salvación de Dios no es como lo pensamos y, sus planes no coinciden con nuestros planes; nosotros querríamos evitar problemas y preocupaciones. Todos nos resistimos a aceptar al Mesías como un varón de dolores, sin embargo seguirle es aceptar las cruces que puedan derivarse de nuestra adhesión a su Persona y a su causa .Es un camino que nos puede deparar tantas sorpresas, que sólo lo podemos recorrer con Él.

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  2. Ana María1:39 a. m.

    Es verdad, el texto de Zacarías, nos habla de ALEGRÍA...:"¡Alégrate y goza, hija de Sión, que YO vengo a habitar dentro de ti -oráculo del Señor- !" El Señor viene a Jerusalén para habitar dentro de Ella, figura de la Iglesia... Creo que cada uno de nosotros podemos decir que el Señor ´nos dice también que viene a habitar dentro de nosotros... y de hecho lo recibimos en la Eucaristía... ¡Qué mayor alegría...!

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