sábado, 8 de agosto de 2015

8 agosto: Un peculiar modo de proceder

Táctica ignaciana
          Repetidamente Ignacio utiliza una táctica: presenta de entrada menos compromiso que el que hace pedir al final. Así en el Principio y Fundamento empezaba: El hombre es criado para alabar…, servir…, y acaba “solamente deseando y eligiendo lo que MÁS conduce”…
          Ante el pecado pedía sentir vergüenza y confusión… y acaba ante Cristo crucificado preguntándose: Qué debo hacer por Cristo.
          En la Llamada de Jesús pedía no ser sordo a su llamamiento, y desemboca en la enorme Oblación del Eterno Señor…, quiero y deseo y es mi determinación… pasar injurias, humillación, pobreza…
          En “Dos banderas” conocimiento de la verdadera doctrina, para acabar pidiendo en 3 Coloquios pobreza, simplicidad, humildad hasta la humillación…
          En “Tres binarios”, dejando de primeras lo adquirido, para luego en la NOTA desear y pedir que el Señor le elija en pobreza.
          En “Tres maneras de humildad”, empieza por la renuncia al pecado mortal o el venial, y acaba dando el salto a la identificación con Cristo en la pobreza y la humillación.
          Del “conocimiento interno para más amar y seguir” pasa a ese planteamiento de la “3ª manera de humildad” que supone un salto cualitativo.
          En la “3ª semana”, pide sentir dolor con Cristo doloroso y acaba preguntándose qué debo hacer y padecer.

          Pues bien: si consideráramos todos los Ejercicios como un solo ejercicio que se hiciera de una sola tacada, del Principio y Fundamento que  sitúa al ejercitante en alabanza, reverencia, servicio de Dios nuestro Señor, salud de mi alma y uso ordenado de las criaturas, va a darse un salto vertiginoso en el desemboque de los Ejercicios en la que Ignacio da al ejercitante la salida a la vida diaria, en la CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR (así la llama él), aunque habría que decir que es la contemplación para transformar en amor toda la vida que queda por delante.
          Ya no es solamente servir y alabar, ni elegir lo que más conduce; ya es SERVIR Y AMAR, amar y servir, servir amando y amar sirviendo. Ya es darle a la vida una orientación nueva, colocándose el ejercitante las gafas del color de Dios, para verlo todo en Dios y desde Dios.
          Por eso se le considera una MEDITACIÓN-PUENTE hacia la vida diaria, después que el ejercitante se había metido en esos días intensos de comunicación espiritual con Dios. Ahora hay que salir y hay que hacerlo con la garantía de que todo cuanto se contempló y se trabajó en Ejercicios (¡tantas veces en lucha con el amor propio!), va a tener una proyección en la vida real.
          Introducirá Ignacio esa contemplación con dos advertencias previas, muy lógicas, por lo demás:
          El amor se manifiesta en obras más que en las palabras.
          El amor es comunicación: el amado al amante y el amante al amado, de manera que el que tiene ciencia o riquezas da al que no tiene.

          Vayamos, pues abriendo boca para este desemboque de todos los ejercicios.

2 comentarios:

  1. Liturgia
    Hoy pisamos terreno sagrado. Moisés da al pueblo la ley suprema de todo creyente (Deut 6, 4-13): “Amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, con todas las fuerzas”. Y todo eso debe estar tan presente como si lo llevarais atado a la muñeca, puesto en la frente, escrito en las jambas de la puerta. “Y así lo enseñarás a tus hijos y hablarás de ello en tu casa y yendo de camino, acostado y levantado”. Todo un conjunto de expresiones gráficas para indicar que es el precepto que tiene que invadir y que presidir toda la vida del creyente.
    Esto es lo que el movimiento farisaico convirtió en materialidad y no en espíritu, realizando materialmente eso de llevar escrito en tiras de papal envueltas en el turbante para “llevarlas ante la frente”. Pero en realidad se olvidó de la escucha de Dios y de vivir las consecuencias a la que debía conducir el mandamiento, con las que concluye la lectura de hoy: “No olvides al Señor que te sacó de la esclavitud. Al Señor tu Dios amarás, a él solo servirás”.
    Mt 17, 14-19 nos trae la curación de un epiléptico. La mentalidad judía de entonces ponía a Satanás como causa de esas enfermedades que no podían ser curadas por los médicos. De ahí la reacción de Jesús, que clama contra “esa generación perversa” (diabólica), a la que no quisiera tener que soportar. Cura al enfermo y se marcha con sus discípulos a la casa. Y los discípulos preguntan por qué ellos no pudieron curar a ese niño. Y Jesús les responde que “por vuestra poca fe”. Y esto me platea la pregunta de por qué nosotros nos encontramos tan frecuentemente con situaciones personales que no somos capaces de superar, en las que nos arrastramos días y años sin una mejora, sin una eficacia en nuestros deseos e incluso propósitos. Y la respuesta estará ahí mismo: “por vuestra poca fe”. Y es que es fácil creer en Dios, creer en verdades, creer en unos sacramentos… Todo esto es propio de la fe de un cristiano. Y sin embargo, en lo tocante a lo personal, a las soluciones personales, a lo debe llevar consigo una exigencia y unos medios concretos de solución y de vencimiento, ahí hay poca fe, y por eso no podemos echar esos “demonios”, curar esas deficiencias.

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  2. Cristo reprocha a sus discípulos su poca fe; también nos lo podría reprochar a nosotros; no es mucha la fe que pide Dios:Él se conforma con una cantidad de fe muy pequeña, como un grano de mostaza sería suficiente ; con un poquito de fe podríamos curar y hacer el bien a más personas, porque la Fe multiplica nuestras fuerzas, nos coloca en la perspectiva de Dios, que hace que sea posible lo imposible; es capaz de movernos el corazón, de transformarnos, de hacernos personas más solidarias. Aprovechemos todas las oportunidades de hacer el bien para que nuestra fe se vaya robusteciendo.

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