jueves, 6 de agosto de 2015

6 agosto: La RESURRECCIÓN

La “4ª Semana”
          La más difícil por la materia misma. Porque es un paso de altura espiritual que supone una finura en el ejercitante.
          La aparición a la Virgen
          Ignacio pone esta contemplación de entrada. Porque aunque los evangelios no hablen de ello, basta –dice el Santo- que tengamos entendimiento” para pensar que la primera persona a la que apareció Jesús fue a su Madre.
          Oración preparatoria.
          Historia: Tras la muerte, el alma de Jesús –siempre unida a la Divinidad- se presentó en el seno de Abrahán a las almas de los justos que esperaban.
Ya resucitado, Jesús vino a su Madre.
Composición de lugar: Sepulcro vacío. Aposento de María (imaginar).
PETICIÓN: pedir lo que quiero: gracia para alegrarme y gozarme intensamente de tanto gozo y alegría de Cristo nuestro Señor.
            Es de una altura espiritual muy fuerte. Compadecerse del dolor es siempre más fácil. Alegrarse del bien del otro, aunque uno no tuviera los mismos bienes, es ya de altura espiritual. El gozo que se pide es gozo por el gozo de Cristo. Pensar en ello.
CONTEMPLACIÓN
Remito a mis libros: “Quién es Este” y “Ventana al Evangelio”
Los puntos propios de esta “Semana”:
            1º.- La Divinidad, que parecía esconderse en la Pasión, aparece y se muestra ahora tan milagrosamente en su santísima Resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella. Es decir: cada aparición provoca efectos en los que ven a Jesús, efectos que les levantan de su hundimiento y les impulsan a una realidad nueva. La Resurrección no es solo “ver a Jesús” sino gozar sus efectos. Y descubrir al “SEÑOR”.
            2º.- Jesús trae el oficio de CONSOLAR como un amigo consuela a su amigo.
Lo cual es el punto culminante de la fe en la tierra, porque es el momento en que se ven los hechos de este mundo con una visión luminosa y esperanzada, optimista, y se superan todas las visiones oscuras que pudieran encerrar los hechos humanos en sí mismos. Jesús resucitado viene a CONSOLAR, y su consuelo es algo que se experimente dentro y hace cambiar la visión de las cosas y la experiencia misma de los acontecimientos, que ahora presentan un rostro muy diferente cuando se ven y se viven desde esta perspectiva de Jesús triunfal. Son unas “gafas del color de Dios” que hacen posible captar la luz que hay siempre tras todo acontecimiento. Jesús resucitado ha puesto ya otro “color” a la vida, e incluso a la misma cruz, la suya y la de toda criatura.
Se acaba con un COLOQUIO según la materia (la disposición de espíritu del ejercitante).
Esta contemplación tiene mucho más contenido que el que pueda causarnos la devoción de tal encuentro de Madre e Hijo. En María está representada la Iglesia, tanto en lo que la Iglesia se dispone a vivir el gozo de Cristo resucitado, como en la manifestación que –en la Iglesia- nos trae Cristo a nosotros. Tiene, pues, una proyección muy larga, que no se reduce a la contemplación de un hecho en sí mismo, sino a la extensión de ese mismo hecho hacia el momento actual de la Iglesia y del Ejercitante en la Iglesia.

Curiosamente San Ignacio no marca días para esta “semana”. Quiere decir que está supeditada a la división de la materia que haga el ejercitante con tal de pasar por todos los misterios de la Resurrección.

San Ignacio indica que en esta “4ª Semana” sólo se hagan 4 horas diarias de oración, de modo que la 4ª hora sea de aplicación de sentidos.
El ejercitante ha de mantener un clima de placer interior, alegría, gozo espiritual…, pensamientos de gloria.
Desde que se levanta, debe fomentar querer alegrarse intensamente –con mucho afecto- por el gozo y alegría de Jesucristo.

No usar de la penitencia.

2 comentarios:

  1. Liturgia
    Una fiesta litúrgica grande: LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS, que trasciende en mucho el hecho puntual en sí mismo porque su razón de ser y su sentido son mucho mayores.
    La transfiguración es un relámpago sublime que anuncia toda la síntesis de la vida del Señor. Jesús no se transfigura simplemente. Jesús deja asomar por un instante toda la historia de la salvación. Él, el hombre que sufre y padece las penurias de la vida humana, incluido el fracaso de la cruz futura, destella en un instante su verdad completa: Él es el Hijo amado del Padre, el Mesías vencedor, el Dios mismo del Cielo, que ha ocultado sus luces divinas tras la realidad de su humanidad. Pero tan real como esa humanidad es su divinidad, la que no muestra ni “disfruta” en su vida mortal, pero que está ahí y la que –podría decirse- mantiene contenida sin manifestarse, pero que a la primera de cambio relumbra y se hace patente a aquellos tres discípulos.
    La 1ª lectura (Dan 7, 9-10, 13-14) expresa –en una primera parte- una manifestación sublime de Dios, expresada en formas llamativas. En la segunda parte hace ya anuncio de la manifestación del Hijo del hombre entre las nubes del cielo.
    El Evangelio (Mc 9, 1-9) nos narra el hecho real que sucede en el Tabor: un destello fulgurante de Jesús, con la presencia de los representantes de la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, cerrándose así el círculo de la historia antigua y la nueva en el triunfo de Cristo, proclamado solemnemente Hijo de Dios amado (=Mesías) al que hay que escuchar. Los apóstoles caen por tierra aterrados ante aquella manifestación de Dios, pero en cuanto levantan sus ojos ya no queda nada de ese portento: ahora ya ven a Jesús, el de siempre, solo con ellos. (Ni Moisés ni Elías, ni nube). Y Jesús que les manda no decir nada de aquello, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. O sea: cuando esté cumplido en plenitud lo que ahora ha sido un relámpago. Lo que no entendieron aquellos tres apóstoles es que significaba “resucitar de entre los muertos”.
    Luego comprendieron y así lo expresa Pedro en su carta (2ª, 1, 16-19) en la que Pedro declara ahora que él fue testigo directo de aquella manifestación sublime de Jesús. Ellos –dice-oyeron aquella voz del Cielo. Queda, pues confirmado lo que estaba anunciado, y debe quedar ahí como foco de esperanza que despunte como luz brillante en nuestros corazones.

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  2. ¡Jesucristo ha resucitado! Con el Día del Señor, comienza la NUEVA ERA. Jesucristo ha resucitado y en su Resurrección, todos somos resucitados.. María, esta madrugada del primer día, estando sola, con su dolor profundo, percibió un gran resplandor..."¡ Es su Hijo que se le viene a los brazos!" y la aprieta contra su pecho y un coro de Ángeles canta"Alégrate, Reina del cielo porque el que mereciste llevar en tu seno, ¡HA RESUCITADO!. Y, María se siente ahora en el cielo, rodeada de los brazos de su Hijo que le había prometido "VENIR EN PLENITUD DE VIDA"

    Jesús sonreía cuando resucitaba; no reía contra nadie, como un reto a sus jueces y enemigos; sonreía por la meta conquistada; sonreía al Padre, satisfecho: le decía: gracias Abba, tuya es la victoria; sonreía a su Madre agradecido por lo bien que había estado en el Calvario, como una MADRE.; sonreía a María Magdalena, divertido por haberlo confundido con el jardinero; sonreía a los discípulos por lo listos y valientes que habían sido; sonreía al mundo, nos sonreía a nosotros con una sonrisa triste; porque, al vernos, le entraron unas enormes ganas de llorar...Pero Cristo, Hijo de Dios, era también el hijo del hombrey, con Él se levanta la Humanidad entera. Cristo nos invita a todos a levantarnos de nuestras postraciones.

    Lejos del ruido,vamos a encontrarnos con nosotros mismos en nuestro Tabor personal, así entraremos en la intimidad de Cristo que brilla como nadie y transforma nuestra vida.. Él es el Hijo amado al que tenemos que escuchar. En el silencio de nuestras vidas, en el fondo de nuestro corazón, Él nos habla, nos conforta, nos ilumina. Pero nos habla también a través de los hermanos; no podemos quedarnos en la montaña con Jesús, tenemos que bajar pero sin perderlo de vista: la vida nos espera y todavía hay muchos caminos que andar. Siempre contemplándolo y siguiéndolo al tiempo que cargamos con nuestra propia cruz.

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