sábado, 15 de agosto de 2015

15 agosto: Felicitación a María

ASUNCIÓN DE MARÍA
                María no estaba como siempre. Algo había en ella que dejaba la impresión de un cambio. En una de las idas y venidas de Juan a Éfeso, María le confesó que barruntaba el  momento de partir de este mundo y reunirse con su Hijo. A Juan le faltó tiempo para enviar recado a sus compañeros de apostolado: Esto y esto me ha dicho María, la Madre del Señor.
            En efecto María se había retirado a su habitación y permanecía sumida en silencio y postrada en su lecho. No sufría pero su espíritu ya no estaba en las cosas de aquí abajo. Se disponía a partir de este mundo, con la ilusión del encuentro definitivo con Jesús en el Cielo. Juan se venía junto a ella y surgían cortas pero bellas expresiones que rezumaban serena paz y gozo del alma.
            Pronto se vinieron a Éfeso los apóstoles que estaban cercanos y se reunieron alrededor del lecho de María. Le expresaron ese doble sentimiento que sentían, porque de una parte aquello suponía su plenitud, pero de otra, era la  orfandad con que ellos y la Iglesia naciente quedaba, pues ella había sido un pilar básico en el desenvolvimiento de aquellos años iniciales, como maestra que llevó siempre el espíritu de su Hijo. Ella se fue despidiendo de cada uno y les trasmitió confianza para continuar aquella labor que, en realidad, estaba inspirada y acompañada por ese Espíritu de Jesús que habían recibido el Pentecostés.
            María fue quedando en un profundo silencio, ensimismada y serena hasta que un largo y profundo suspiro les hizo ver a los apóstoles presentes que su alma había dejado de estar en aquel cuerpo, que ellos podían venerar como el cuerpo inmaculado de la Madre de Jesús. Había dejado este mundo. Habrían de darle sepultura, pensaban ellos, y se disponían a hacer los preparativos de ese doloroso trance.
            Velaron su cuerpo aquella noche. Dormitaban ya, vencidos por el sueño, cuando a la madrugada se produjo un resonar de cánticos celestiales y un alborear prematuro a los ojos de aquellos hombres que pronto comprendieron que algo extraño y sobrenatural ocurría en torno del cadáver de María.
            Y unos ángeles bajaron hasta la estancia y tomaron el cuerpo de María, que recobró su color sonrosado natural, como animada por su mismo espíritu vital. Los apóstoles cayeron de rodillas ante el espectáculo que estaban presenciando y veneraron ese momento sublime y dieron gracias a Dios, y experimentaron una alegría indescriptible por el que era el triunfo de aquella Madre y Maestra que les acompañó durante los años posteriores a la muerte de Jesús.
Los ángeles partieron hacia el Cielo. Una pléyade de otros ángeles se sumaban a aquel momento solemne y cantaban cánticos de alegría y gozo, y subían jubilosos a las alturas en un vuelo raudo que muy pronto desembocaba en la presencia de Jesús ante el trono de Dios.
Jesús se adelantó a recibir a su Madre: abrió los brazos y se fundieron en el abrazo eterno que ya no tendría nunca más las sombras de la tierra.
Jesús condujo a su Madre hasta el trono de Dios. María se encontraba cara a cara con aquel que un día la saludó en Nazaret y le abrió su gran secreto de la redención y –por tanto- de la encarnación. María cayó de rodillas y adoró a su Dios, escapándosele de entre sus labios aquel fiat renovado pero que ya en el Cielo era todo triunfal y luminoso. Los cantos angélicos arreciaban cada vez más y el Cielo entero se postraba.
Jesús tomó a su madre, la condujo a un trono que había a su derecha, y María se sentó allí, y allí permanece y permanecerá por la eternidad. Es un trono que a la vez que vive la luz brillante de arriba, se acerca más a la tierra donde María sigue extendiendo sus brazos a los hombres, esos hijos que el Hijo le encomendó en circunstancias tan distintas del momento actual. Aquellas mimbres dieron estos cestos y cada uno de nosotros tiene ahora fácil acceso al trono de la misericordia por la escala celeste de María Santísima.

MARÍA HA SIDO ASUNTA AL CIELO, y millones de almas la proclamamos dichosa y bienaventurada, Y así será mientras el mundo sea mundo, por todas las generaciones. Y cuando el mundo acabe, toda la creación seguirá proclamando a María como la Bienaventurada que recibirá las alabanzas por la eternidad.

2 comentarios:

  1. Liturgia del día
    Reconozco que es de las veces que cuesta trabajo hallar referencias que nos asomen al hecho que conmemoramos: LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN EN CUERPO Y ALMA AL CIELO.
    La 1ª lectura (Apoc 11, 19; 12, 1-6. 10) es la visión de Juan de aquel momento en que se abre el Cielo para dejar la visión del Arca de la Alianza. Y luego, esa señal portentosa de una MUJER, vestida de sol, la luna bajo sus pies, y coronada de 12 estrellas. Una MUJER que tiene a su servicio y honor lo más alto de la Creación. Frente a ella surge el dragón que la quiere infestar y arrebatarle la criatura que ella da a luz. El Hijo es arrebatado al Cielo y Ella llevada al desierto para que la ponzoña del dragón no pueda inficionarla. En el Cielo se oye un canto: Ya llega la victoria, el poder y el reino de Dios y el mando de su Mesías.
    La 2ª lectura (1Cor 15, 20-26) habla de la resurrección y triunfo de Cristo, que es el primero. Pero por su poder y en fuerza de su triunfo, lleva prendidos a Él todos los demás, cada uno por su orden. Evidentemente en ese orden lleva la primacía su Madre. Luego, todos los demás, una vez que han sido aniquilados los enemigos. También la muerte será aniquilada. Y con ella quedan aniquilados los efectos de la muerte.
    Evangelio de Lc 1, 39-56, con la ida de María a casa de Zacarías e Isabel. Apenas saluda María, el niño que Isabel lleva en su seno da saltos de gozo, e Isabel queda llena del Espíritu Santo y prorrumpe en alabanzas hacia María. María no niega nada de eso (no va a negar la verdad) pero inmediatamente voltea hacia Dios todas esas alabanzas y proclama su alma las grandezas del Señor, porque Dios ha hecho cosas grandes en la pequeñez de su esclava.
    ¿Me preguntáis por qué se eligieron estas lecturas para esta fiesta? Yo vería en la 1ª los prolegómenos de la asunción de María en esa defensa de Dios frente al dragón. No podrá vencer, ni podrá derrotarla en la muerte, porque Dios le da la vida y la eleva junto a su trono. Ahí entra esa 2ª lectura que muestra el triunfo de Jesús, pero que no va solo en esa victoria. Por su orden, le sigue su Madre. Porque –Evangelio- Dios ha hecho COSAS GRANDES EN LA PEQUEÑEZ DE SU ESCLAVA.
    Es lógico que no hay ni pude haber textos que expresasen el misterio de la asunción. La liturgia es un lenguaje de signos, y ha dejado significada la asunción en unos rasgos que nosotros hemos de saber orar.

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  2. Ana Ciudad5:23 p. m.

    Virgen mía, tus pródigas manos que a raudales derraman el bien
    tiéndeme cuando mi alma vacile, cuando tristes mis ojos estén
    consérvame siempre muy viva la fe.
    Virgen mía que nunca la duda debilite de mi aima el fervor,
    que si en mí de la fe arde la llama, será digno mi amor de tu amor.
    Virgen mía, que allá en las alturas,tu mirada que es todo bondad
    hacia el alma de las criaturas,tiende llena de amor y piedad.
    De mí tu mirada no apartes jamás´
    esos ojos que tanto lloraron, cuando Cristo en la CRUZ padeció,
    los destellos de mi alma no apartes,que otro faro en la vida no halló.

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