martes, 11 de agosto de 2015

11 agosto: El protagonismo de LO PEQUEÑO

Liturgia
          Moisés siente que ha cumplido su  misión (Det 31, 1-8) y que ya está todo hecho. Con sus ciento veinte años sabe que él no va a introducir al pueblo en la tierra prometida, y da al pueblo sus últimas instrucciones. Y son positivas, esperanzadoras, creándoles una autoestima. Ellos han de sentirse capaces y decididos para tomar aquellas tierras y enfrentarse a aquellos pueblos que se les opongan. Llevarán a Josué como jefe al que Moisés señala como sucesor suyo para la obra tan importante de alcanzar la tierra prometida; Se fuerte y valiente porque has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor tu Dios prometió a tus padres; y tu les repartirás la heredad. Él estará contigo; no te dejará ni te abandonará.
          La obra que el Señor ha comenzado la llevará a cabo. Que esa es la lección que nos queda patente. Dios no deja las cosas a medias, y Él hizo la promesa y Dios no fallará.
          El Evangelio (Mt 18, 1-5. 10, 12-14) tiene dos partes muy definidas. En la primera los discípulos preguntan quién es el más importante en el Reino de los cielos. Ese tema que a ellos les ocupa con tanta frecuencia y por el que discuten. Y Jesús les rompe la idea que ellos pretendían sacar porque Jesús toma un niño, lo pone en medio, y les dice: Os digo que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como ese niño, ese es el más grande en el Reino de los cielos.
          Ellos buscaban distinciones, señalarse, ser grandes. Y Jesús les presenta todo lo contrario. Verdaderamente la visión de los hombres no tiene encaje en el proyecto de Dios. Hay que cambiar el chip completamente.
          La segunda parte de este evangelio es la versión breve de la parábola del buen pastor. Y hace poco alguien me hacía ver que tiene una nota que supera a la gran parábola del padre bueno. Porque en esa parábola es el hijo quien regresa, y el padre lo acoge. En la parábola de la oveja perdida es el propio pastor quien va en busca de la oveja. El resultado es el mismo en cuanto al gozo del encuentro, porque en una y otra parábola se desborda la alegría del pastor o del padre y se hace contagiosa hacia los demás. En la narración de Lucas el pastor convoca a los amigos y les hace partícipes de su alegría, y pide que se unan a eso gozo de haber encontrado la oveja perdida. O el padre hace un banquete en que todos celebren la alegría del hijo encontrado.
          En resumidas cuentas, vale el final de la narración de hoy: Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños. Punto en el que vienen a confluir las dos partes de la perícopa que hemos tenido hoy, porque “los pequeños” han venido a ser los protagonistas.

          Interesante, pues, para ponernos ante los ojos la característica esencial con la que Jesús se alegrará con nosotros, y en la que nosotros podremos alegrarnos: la pequeñez, la sencillez, el hacernos más como niños, en medio de un ambiente que está dominado por el hombre ensoberbecido y encumbrado sobre sí mismo. Por eso se eclipsa tanto en la sociedad actual la luz que querría aportar el Reino de Dios.

1 comentario:

  1. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús sobre quién era más importante, les propuso bajarse, les invitó a hacerse pequeños; a estar disponibles para servir a los frágiles, a los indefensos, a los más necesitados del amor de Dios. El más importante no será el que tenga mejor figura, el que reciba más honores, el que ocupe los primeros puestos. El Reino de los Cielos será para los pequeños, para los pobres, para los sencillos y humildes, para los que ponen toda su confianza en el Corazón de Dios. Nos tendríamos que volver niños y aprender de ellos a confiar, acoger y recibir sin espectativas negativas de ningun tipo.

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