domingo, 2 de agosto de 2015

2 agosto: El Pan del Cielo

Domingo 18 B, Tiempo ordinario
          La 1ª lectura (Ex 16, 2-4, 12-15) presenta a un pueblo quejoso porque –aunque libres ahora- no tienen en el desierto ni pan ni carne, mientras que en su esclavitud de Egipto tenían ollas bien surtidas.
          Dios escucha las quejas de aquellos y prodigiosamente les da carne para comer: una inmensa bandada de codornices cae sobre el campamento. Y a la mañana siguiente una lluvia de semillas viene sobre ellos. No saben lo que es aquello y Moisés les indica que es el pan que pedían. Podían recoger aquellas semillas, triturarlas y hacer el pan. Les ha caído del cielo.
          El evangelio de San Juan (6, 24-35) cuenta la extrañeza de las gentes al ver a Jesús en Cafarnaúm, siendo así que se había quedado en el desierto y allí no había ninguna barca. (Este momento es el siguiente al peligro de naufragio de los apóstoles, y Jesús que vino a ellos sobre las aguas; la gente no sabe nada de eso). Jesús les dice que no lo buscan por Él y por la palabra que les enseña, sino porque comieron pan hasta saciarse. Y les eleva la mirada haciéndoles ver que hay que trabajar por encontrar el alimento que perdura y da vida eterna, haciendo los trabajos que Dios quiere.
          ¿Y qué trabajos quiere Dios, es la pregunta de las gentes. – Que creáis en el que Él ha enviado. Y continuando la conversación y yendo pasos adelante, les habla de que el maná recibido de Dios en el desierto era presagio del verdadero pan del cielo, que da vida al mundo.  Y concluye Jesús haciendo la revelación: Yo soy el verdadero pan del Cielo; el que come de este Pan no volverá a tener hambre, y el que bebe de mí, volverá a tener sed. Ha sido una revelación muy peculiar.
          Revelación que debe llegar a nosotros y que debe saltar desde la lectura y la explicación a la Eucaristía, y desde la Eucaristía –por la Comunión- a la vida de los fieles. Ahí es donde se completa la participación plena en la acción de Jesús.

          Pero la 2ª lectura (Ef a, 17. 20-24) viene a hacernos aterrizar sobre realidades diarias. Nos dice: No andéis en la vaciedad de los paganos. Mucho hay que pensar en nuestras conversaciones, nuestras convivencias diarias (la familia, los conocidos, los que tratamos…), y hacer una revisión de esas formas de hablar, de comunicar, de juzgar: ¿puede ser que nos quedemos a la altura de los paganos? No es lo que habéis aprendido de Cristo; por él fuisteis adoctrinados en la verdad. Y él os ha enseñado a abandonar las formas pasadas –la criatura vieja, corrompida- para renovarse en el corazón, la mente y el espíritu, según la imagen de Dios: en bondad y santidad verdaderas.

1 comentario:

  1. El Señor, Jesús, nos invita a buscarle, nuestro corazón está inquieto, no tiene Paz si no encontramos a Jesús y, si habiéndolo encontrado, nos cansamos de seguirle, de escuchar su Palabra y de buscarle todavía más para caminar sobre sus pisadas...Señor, no nos permitas quedarnos a la altura de los paganos; haz que los que formamos parte de la Iglesia, sepamos indicar el camino hacia Tí y ayúdanos a convertirnos, para que no pongamos obstáculos a los que te buscan. Señor, ayuda a Asia Bibi. Señor, ayuda a la Iglesia perseguida. AMÉN.

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