domingo, 31 de marzo de 2013

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


JESUCRISTO HA RESUCITADO
             Hoy es el día más grande de la fe cristiana. JESUCRISTO HA RESUCITADO. No pidieron derrotarle ni los hombres ni los demonios. Ni los sacerdotes –estamento religioso- ni los políticos (el estamento civil de cualquier nivel). JESUCRISTO HA RESUCITADO.  Lo tenía anunciado y la Palabra de Jesús y la Palabra de Dios no vuelven nunca vacías. JESUCRISTO HA RESUCITADO. Y nosotros resucitamos con Él.

             La liturgia de este DOMINGO DE RESURRECCIÓN es muy expresiva. Pedro habla a las muchedumbres y les hace historia: Conocéis, judíos, lo sucedido. Dios envió a Jesús de Nazaret como “el Ungido”, y Jesús vivió su vida haciendo el bien por donde pasaba, porque Dios estaba con Él.  Somos testigos directos de lo que hicieron con Él: Lo mataron, colgándolo de un madero, la muerte peor que podía sufrirse porque pretendía eliminar de la historia su existencia.  Pero Dios lo resucitó, y somos testigos porque lo hemos visto resucitado u hemos comido con Él después de la resurrección. Nos encargó comunicar al mundo esta realidad, y que ese que despreciaron, es ahora el Señor de los vivos y los muertos, y los que creen en Él, reciben el perdón de sus pecados. (Hechos 10, 14-31).
             San Pablo saca las consecuencias de ese hecho: Los que habéis resucitado con Cristo, buscad ya las cosas de arriba; no las de la tierra, porque ha muerto en vosotros “lo viejo” y vuestra vida está ya encerrada con Cristo en Dios. Y con Él, gozaréis de su gloria.  (Colos 3, 1-4) [No se perdería el tiempo si siguierais leyendo despacio ese capítulo, con sus aplicaciones bien prácticas].
             En el Evangelio de San Juan (20, 1-9), hay –como en todo lo de este evangelista- una larguísima mirada y proyección, más allá de la narración en sí.  Suben al sepulcro dos: un Simón al que le pesan las piernas, y va retrasado. Un discípulo amado” que va delante y llega antes, aunque respetuosamente no entra al sepulcro sino que espera a Pedro. Los dos ·ven” igual en lo que se ofrece a los ojos de la cara.  Vendas o sudario plegados… Nadie se había llevado el cadáver (porque no iba primero a perder el tiempo deshaciéndolo de sus envoltorios funerarios). Los ojos dee Simón siguen perplejos. Ve lo que ve y no se explica nada. Es la visión de lo inmediato y de lo que no ha tenido tiempo para reaccionar.
             Juan, en una comunidad de muchos años después, ve en ella al discípulo amado” que ha tenido tiempo de “ver más allá”…, de recordar que todo aquello estaba escrito…, que todo eso lo había anunciado Jesús… Por eso el discípulo amado no queda perplejo en la inmediatez sino que VE Y CREE. Y “la bajada del sepulcro” es ya para él la certeza plena de que Jesñus HA REESUCITADO.
             Nosotros ahora, “discípulos amados”, con la experiencia honda de siglos de Iglesia y habiendo visto con ojos más perspicaces que los del rostro, nos encontramos plenamente identificados con la FE EN LA RESURRECCIÓN, y celebramos ya LA EUCARISTÍA con la mayor naturalidad y convicción de que estamos celebrando la vida y no la muerte; de que CRISTO VIVE AQUÍ ENTRE NOSOTROS, y que participamos con Él, y con Él comemos y bebemos como Pedro testificaba ante los judíos.  Lo que nos queda es ese “después” del día a día, de cada situación concreta de HOY, en la que quede bien patente que hemos resucitado con Cristo, y que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios…; ¡que cambian en nosotros muchas realidades concretas y diarias!..., que en nosotros se ha producido una RENOVACIÓN.

             La noche aquella, del gran Sábado al “primer día de la semana (y por tanto ya el tercer día tras la muerte), María durmió con ese sueño propio de las madres que duermen y velan al mismo tiempo… Que oyen hasta la caída de un papel de fumar. Porque el “tercer día” estaba anunciado por Jesús como el día de su RESURRECCIÓN.  María vio una aurora que no se correspondía al alma… Era otro resplandor. Se echó al suelo y se puso como la novia que espera… Y la luz aquella se hizo brillo de día y JESÚS APARECIÓ ANTE ELLA.., ¡estaba allí con Ella!  Un interminable abrazo comenzó en ese instante.  Esa “aparición” que los evangelistas no narran expresamente, es ese abrazo sin fin de la Iglesia a Jesús…, de Jesús a su Iglesia…, ¡que sí consta por los Evangelios!  Es el CREER del discípulo amado, que perdura ya para siempre. Es el ALELUYA que la Iglesia incorpora como permanencia de esa única regla de amor. La que san Pablo defiende constantemente para mostrar que el pedagogo deja de ser necesario cuando el amor está en su madurez. El pedagogo hace falta mientras “es niño” el tutelado, mientras necesita carriles para funcionar. En cambio, cuando se ha recibido el Espíritu de AMOR, ya no hay vuelta atrás. Persiste al abrazo de Jesús.

3 comentarios:

  1. José Antonio9:28 a. m.

    Hoy desde la oración, desde la serenidad de la Cruz, sentimos que Cristo vive. Nada ha sido en balde. Una muerte por Amor y una Resurrección desde el Amor. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

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  2. Escribo este comentario para anunciar que puedo dar fe de que CRISTO, VERDADERAMENTE HA RESUCITADO de entre los muertos como había anunciado, y tal y como había sido profetizado. Ahora cobran sentido sus palabras, recogidas por San Juan, en la que promete la vida eterna y la resurrección final a todos los que crean en El. Ahora toda la vida, cobra sentido. Ahora ya, la vida tiene un propósito concreto, designado por Dios, que tanto nos amó.

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  3. Ana Ciudad3:01 p. m.

    El mundo había quedado a oscuras.Sólo la Virgen María era un faro de luz en medio de tanta tiniebla.La RESURRECCIÖN esla gran luz para todo el mundo.YO SOY LA LUZ,había dicho el Señor:luz para el mundo,para cada época de la historia,para cada sociedad,para cada hombre.

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