martes, 12 de marzo de 2013

Hacia adelante, más y más


Más de cien fieles acudieron AYER a los EJERCICIOS ESPIRITUALES.
"El Dios de Saulo", constituyó la base de la reflexión para entrar así en las muchas falsas ideas con las que concebimos  a Dios..., y por eso lo hacemos menos amable.
Saulo tendrá que CONVERTIRSE  (Hechos, 9),,,   Y en eso estará HOY (D.m.) el tema de estos Ejercicios.

Exuberancia
             Siempre repitiéndose la palabra “conversión” (con sus adyacentes: mortificar, sacrificar, abnegar…), como ritornello de la Cuaresma, cuando hoy se nos abren acequias de agua abundantes para que el cuadro de lo que realmente es “convertirse”, adquiera el sentido pleno de adónde nos conduce la Iglesia a través de este período cuaresmal.
             Lo que hoy tenemos es un manantial que surge desde “Levante” (el lugar por donde sale el sol…, y por tanto con mirada directa al origen de la Gracia, que es Dios mismo.  Y desde Dios, la acequia va avanzando, engrosando, haciéndose un inmenso río que ya no se puede vadear, porque el agua cubre. Y a la vez que fecunda por donde pasa, acaba desembocando en un mar salobre o incluso podrido y lo sanea.
             Hemos llegado a mucho más ue una “conversión” (tal como la entendemos normalmente). Estamos ante una torrentera que abarca la totalidad, que le da vida y que produce fruto a su paso, y hasta purifica adonde llega.  Estamos ante el Don mismo de la Gracia de Dios, que la Cuaresma está centrando en el BAUTISMO, esa realidad básica que transforma [que debe transformar desde la raíz], y de la que necesitamos hacernos mucho más conscientes y responsables porque nuestro Bautismo sigue siendo real y actual, y en consecuencia está gritando desde dentro de nosotros para que lo actualicemos permanentemente, y sus efectos sean como los de aquella acequia.
             El BAUTISMO llega a hacerse acción tan personal de Jesucristo que, al encontrarnos ante un nuevo suceso donde interviene el agua- el hombre paralizado e inútil, que nunca podrá llegar primero por sus medios al agua que se mueve, lamenta profundamente no tener a nadie.  Eso quisiera él: algún altruista que en el momento oportuno le diese el empujón que lo tirara al agua.  Pero se encuentra con algo mucho más definitivo: con el propio Jesús…  No ya para darle ese empujón sino para ser Él mismo quien pronuncia palabras mucho más definitivas: toma tu camilla y vete a tu casa. La CONVERSIÓN de la situación del paralítico de 38 años se resuelve de una manera inesperada para él:  levantarse y lanzarse a andar, a caminar, a ir hacia adelante.
             Del “Levante” del Corazón abierto de Jesucristo manó la Acequia que no se agotará jamás: el agua que avanza e inunda a toda alma que es capaz de zambullirse en ese torrente de su Bautismo.  Y que ese “mi bautismo” sea el que produce frutos medicinales y alimenticios en mí…, y el que se propaga y alimenta y purifica lo que va rozándose conmigo.

             Pilato se ha estremecido: ¿Será que él está enfrentándose a los dioses o hijo de dioses?  Y aunque a él le ha importado poco el preso y poco o nada (útil) ha hecho por él…, ¿será verdad que está jugando con los dioses que pueden fulminarlo? Y Pilato se achica, hace entrar a Jesús dentro y le hace una pregunta, casi temblorosa: ¿De dónde eres Tú?  Ya no le interesa si inocente o culpable, sino de dónde vienes, quién eres, a quién estoy yo “juzgando” [malamente juzgando]?
             Y se produce uno de los más terribles momentos: el silencio de Jesús.  El momento en que Jesús ya no tiene nada que hablar; ya no quiere hablar, ya ve que es inútil hablar.  El silencio de Jesús por el asco y la pena que le produce aquella situación…: si yo soy un hombre del pueblo, se puede jugar tranquilamente hasta dejarme hecho un gusano, porque a Pilato ¿qué más le da un cualquiera?  Pero si vengo de arriba, entonces Pilato se estremece. O sea: no es la justicia, el sentido del bien y la verdad. Lo que a Pilato le preocupa ahora es él mismo…, el castigo de los dioses.  Y Jesús n respondió.
             Y ¡lo típico de los cobardes!  Pilato, tan manso que se ha achicado ante la turba vociferante, se crece ante el preso indefenso, y le reta: ¿A MÍ no me respondes?   A mí…  Nada menos que “a mí”.., al juez que puede condenarte  o soltarte…   ¡Cómo se está condenando el propio Pilato! ¡Cómo tendría que sonrojarse ante el eco de su propia palabra!   De manera que “puede soltarlo o condenarlo”...  Ha declarado tantas veces la inocencia de Jesús… Lo tiene en sus manos…, y dice que PUEDE SOLTARLO… Abochorna oír esta frase del juez.
             Jesús respondió casi con lástima hacia ese pelele humano, ahora amenazador ante el débil: No tendrías poder sobre mí ningún poder si no se te hubiera dado de arriba.  ¿Quería saber Pilato de dónde era Jesús.  Pues ahí lleva la respuesta…  Y como Jesús quiere siempre echar el cable de la misericordia, le dice a Pilato que tienen más culpa quienes entregaron a Jesús a esta realidad humana tan vergonzosa.  Jesús no ha exonerado a Pilato de su parte de culpa.  Lo que hace es dejar claro que la culpa más fuerte viene del propio mundo religioso de aquellos sacerdotes.
             Todavía le ha dejado Jesús una rendija abierta.  No la sabrá aprovechar aquella marioneta… Se le aumenta el deseo de soltarlo… Pero le crece al mismo tiempo su cobardía ante los vociferantes de la plaza.  Y sabían ellos tocar las teclas más sensibles…: si sueltas a ese, no eres amigo del César.  Ya le han dado en la línea de flotación.  Pilato no tiene agallas para más…   La víctima, como siempre, será el inocente.

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