domingo, 24 de marzo de 2013

INICIO DE LA SEMANA SANTA


DOMINGO DE RAMOS
             Lo que hoy celebra la Liturgia con l fuerza de su sentido religioso es la entrada que hace Jesús en Jerusalén el domingo anterior a su Pasión y muerte.  Como un último cartucho en su intento de que el pueblo y los jefes tengan conocimiento de su mesianismo, porque viene en el nombre del Señor, y porque viene como hijo de David. Dos referentes mesiánicos que deben despertar las conciencias cegatas de aquellos dirigentes religiosos.
             En el proceso litúrgico completo de hoy hay una parte triunfal, festiva, solemne, que repite aquel júbilo de quienes han sentido en entusiasmo por el Mesías, y así lo acompañan con sus cantos, sus palmas, sus ramas cortadas y puestas como alfombra al paso de Jesús. Incluye la lectura del Evangelio correspondiente a ese hecho.
             Acabado el momento especial, se entra en la celebración de la Santa Misa. En ella se da la panorámica cmpleta. Comienza conectada con ese momento de triunfo y pasa sobre el mismo texto a expresar rasgos de lo que será el padecimiento que se viene encima: maltratos, burlas, golpes y salivazos, a los que no se opone el Siervo de Yawhé. Más aún: la liturgia lleva hasta esa realidad misteriosa y sublme de ese Hijo de Dios que no va a mostrarse como tal en su entrada en el mundo de la humanidad, porque Jesús es ese Hijo de Dios que se desnuda de sus ropajes divinos y se abaja hasta adentrarse en plenitud en la realidad humana, como uno cualquiera, y por tanto en esa capacidad de sufrimiento y obediencia que llega hasta la muerte, y muerte de cruz, que es lo más abyecto a los que se podía llegar. No deja el texto ahí esta situación, porque concluye con la exaltación que hace Dios de ese Jesús abatido por los enemigos : Dios lo eleva y le da un Nombre todo nombre, y presenta a ese Hijo como el que adoran todos, y adorarán en el Cielo y en la Tierra.  Pero es que –aunque contra su misma voluntad-, también lo adorarán en el abismo, porque al Nombre de Jesús se dobla toda rodilla.  En breves palabras se ha presentado la esencia misma del Misterio Pascual.
             Finalmente en el lugar del Evangelio, se hace lectura de la PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, que expresa detenidamente lo que fue en la realidad ese haberse hecho un hombre como cualquiera de los hombres. Un cúmulo de sufrimientos, vejaciones, maldades e injusticias…, que le llevan hasta la muerte.  Y hoy nos quedaremos con ese dolor de Cristo sepultado.  Pero San Lucas nos hace brillar un destello que deja abierta la esperanza. En medio de tanto humano, con tanta malicia, aquel malhechor recibe de Jesús –el aparentemente derrotado-una promesa que sobrepasa el desastre humano: hoy mismo estarás CONMIGO EN EL PARAÍSO. Por consiguiente ese Jesús que muere como un fracaso humano, tiene poder para prometer algo tan substancial como el Paraíso, y CON ÉL. Volvemos a esa realidad de MISTERIO PASCUAL en donde la muerte no vence, donde la maldad no triunfa, donde ese Jesús (que parece gusano de la tierra) en realidad es Dueño del mismo Cielo de Dios.
             Realidad que se acaba viviendo sacramentalmente en LA EUCARISTÍA, porque a la par que celebramos el sacrificio de Jesús, y que anunciamos su muerte hasta que Él vuelva, también estamos proclamando y viviendo SU RESURRECCIÓN.  Y eso, cada vez que participamos de la Eucaristía, Pero que hoy, en el Domingo de Ramos, adquiere la fuerza de todo un comienzo que va a ir desarrollándose en los días solemnes del Triduo Pascual hasta desembocar en eso que está más allá del sepulcro en que hoy dejamos a Jesús en la proclamación solemne que haremos de su Pasión.
             Continuando la Pasión. Jesús está sufriendo tanta burla, y ese reto burdo y doloroso con el que se le ha desafiado, que le llega hasta lo hondo del alma. Sabe Él que podría bajarse de la Cruz, si fuera a actuar desde su última prinda realidad. T sabe Él que –precisamente porque es obediente hasta la muerte- se queda allí cosido a esa cruz, mientras le desafían. Y desde su sentimiento más profundo, desde su corazón sangrante, reza –como reacción espontánea- el Salmo 21, porque sus primeras palabras le vienen como anillo al dedo. Ora –no se queja- pero expresa ese duro sentimiento que le brota en el alma Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Ríos de tinta han corrido para poder explicar estas palabras en boca de Jesús. Sentimientos extrañados y siempre con referencia al misterio: ¿omo pudo Jesús sentirse abandonado de Dios? ¿Cómo pudo Jesús echar mano de esas palabras? ¿Es posible siquiera eso que dice? 
             Siempre quedaremos en el sentido del misterio. Y a la par, se puede pensar muy fácilmente en que tanto sufrimiento acumulado, físico y moral, llevó a Jesús a rezar. Y como judío, su rezo habital eran los Salmos. Y entre los salmos, el que podría expresar ese cúmulo de sentimientos doloridos, era el Salmo 21.  Y ese salmo es una inmensa composición de quien sufre en el máximo grado hasta experimentar algo así como si Dios abandonara al alma fiel…, y sin embargo el propio Salmo va descansando cada varios versículos en unas estrofas que son de absoluta seguridad en ese Dios que no abandona, que sostiene, que apoya, que ayuda.  Un Salmo de un realismo maravilloso, que puede venírsele al alma a todo el que sufre situaciones extremas, que mira a Dios como quien se queja, y sin embargo permanece aferrado a la confianza en ese mismo Dios

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:10 a. m.

    Jeús,como en Jerusalén,quiere entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humana:quiere que demos testimonio de Él,en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho,con nuestra alegría,con nuestra serenidad,con nuestra sincera preocupación por los demás.
    Como un borriquito estoy delante de Ti.Pero Tú siempre estás conmigo,me has tomado por el ronzal,me has hecho cumplir tu voluntad y después me darás un abrazo muy fuerte.

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