sábado, 9 de marzo de 2013

CONVRSIÓN y más...


VOLVER AL SEÑOR
             Abre ruta la liturgia de hoy con un movimiento de regreso…, un volver al punto de partida…, que es el auténtico sentido de la CONVERSIÓN que se nos está poniendo delante en esta Cuaresma…, y en la vida entera nuestra. Se exhorta aquel pueblo unos a otros a volver al Señor, porque si hemos abierto la brecha entre su voluntad y la nuestra, entre su amor y nuestro egoísmo, Él mismo nos ofrece el camino para regenerar nuestra vida.  Nos “hirió” (la palabra de los profetas no gusta porque exige, porque revuelve por dentro y no nos deja ser a nuestro antojo), pero Dos mismo nos cura, nos sana, nos resucita. Y cuando nos hemos rehecho, ya vueltos al Señor, aquella “herida” luce ahora como el amanecer.  Y con la belleza poética con que se dicen las cosas más sublimes, Dios mismo bajará sobre nosotros como la lluvia fecunda que empapa la tierra.  ¡Porque Dios quiere misericordia y no cebarse en el dolor!
             Dos casos opuestos nos presenta Jesús en esas parábolas, sublimes en pedagogía, que usa Jesús para poner luz diáfana sobre el pensamiento del Reino.  Tenemos de primeras un fariseo. Uno de la casta de los “santones”: los que nada malo hacen, los que no dudan nada de sí mismos, los que más que orar a Dios vienen a Dios con sus facturas en la mano para ser recompensados.  Su “oración” es un ejemplo de lo que no es orar: “te doy gracias por ser mejor que nadie. Porque yo cumplo todos los requisitos externos visibles: ayuno, pago, no robo, no cometo injusticias ni soy adúltero, pago el diezmo…; y por supuesto…, ¡no soy como ese publicano!
             Es evidente que de nada tiene que arrepentirse, de nada tiene que cambiar, en nada ha de plantearse la duda.  ¡Ya ha recibido su paga!, que diría Jesús.  Él mismo se ha pagado a sí mismo. Un hombre “pagado de sí mismo”, que diríamos nosotros.  El prototipo de la no-conversión.
             Al otro lado…, lejos,  sin atreverse ni a levantar los ojos, dándose golpes de pecho en señal de arrepentimiento…, humilde, abatido por su misma realidad de pecador, el publicano¡Ten misericordia de mí, que soy un pecador!
             Ahora imaginemos a Dios, asomado a la ventana del Cielo, mirando a uno y otro.  ¿Adónde se van los ojos de Dios?  Nada tiene que hacer en el fariseo, porque el fariseo ya lo “ha hecho todo”.  Ha dejado a Dios sin tener nada que hacer.  En cambio el publicano abatido, atrae los ojos y el Corazón de Dios.  El publicano necesita.  Es tan pobre que a Él se van los tesoros de Dios. - ¿Es pecador?  - Para eso Dios es perdón y misericordia.  - ¿No se atreve a levantar los ojos?  -Para eso Dios vive en el interior y habla en lo hondo del alma. - ¿Se golpea el pecho por el dolor que siente dentro?  - Dios es medicina y suave bálsamo.  - ¿Necesita compasión?  -Dios es pura misericordia.  Y lo que hay debajo e todo: si este hombre se reconoce así (que muy posiblemente no era tan “así” como él se ve, y que sus rasgos son mucho más nobles que lo que él se retrata), es un hombre capaz de regresar al punto cerno y reempezar desde esa actitud de alma arrepentida. Este publicano no sólo se va a contentar con poner lo negro que hizo en blanco, como el que hace “una colada”… Este hombre, en actitud de conversión, está en capacidad de replantearse desde la raíz…, en DUDAR DE SÍ, en saber que el mal no es la manzana podrida sino el propio corazón… Este hombre ha tocado el meollo: la solución de las cosas no está en “lavarlas”, sino en entrar en la causa que las ensució.  Lo que hay que limpiar es el corazón, la mentalidad, el sentimiento interior, los íntimos sentimientos, las bases mismas que hay al fondo.  De lo contrario, todos los arrepentimientos son vacíos (en la práctica), o se acaba como el fariseo: aquí estoy yo, que nada tengo que cambiar; son los otros los que necesitan el cambio.

             Me he encontrado que llegaba yo a la plaza del Pretorio, ignorante de lo que ocurría allí. Me he encontrado con un tumulto de gente alterada, nerviosa, que gesticula, opina, protesta…  He visto en un rincón un pequeño grupo de personas transidas de dolor. Silenciosas.  Y he visto gentes curiosas de las que no son de ninguna parte pero juzgan de todo sin saber lo que está pasando.
             Casi que desembocando en la plaza, me topo con un espectáculo desagradable, muy desagradable.  El gobernador romano sale con un pobre hombre destrozado, destruido como persona, tambaleante, que apenas puede sostenerse en pie, y que su sola presencia –como en resorte automático- enfurece a los grupos vociferantes de la plaza.  Lo lamentable es que son los mismos sacerdotes, los mentores del pueblo, quienes han perdido la compostura.   Y como una casi marioneta, con los hilos rotos de antemano, aquel gobernador deja caer una frase que me resulta absurda: Aquí le tenéis.  O como me gusta más –en la fórmula tradicional-: AQUÍ TENÉIS AL HOMBRE.
             Reconozco que me quedo sin palabras.  No sé si es por la visión de aquel HOMBRE hecho jirones, sangrante, inestable sobre sus rodillas vacilantes, o por la estupidez e la escena, o ¡por el aullido de aquellas gentes de la plaza!
             No me explico nada.  No he estado en los momentos anteriores, pero en cualquier caso, aquello me parece un linchamiento público, y el presidente, un hombre vencido, que al final vale mucho menos que el HOMBRE al que presenta en desde su balcón.
             Con una mirada rápida alrededor, yo veo allí a muchas gentes. La turba es turba; no son personas. Los sacerdotes han perdido su papel: son energúmenos. Pilato es un pelele de trapo sin personalidad. El grupito silencioso, es la dignidad personificada, la dignidad sufriente. Y EL HOMBRE, es realmente EL HOMBRE.  Aunque no tenga ni apariencia humana.  Pero estoy viendo que allí hay un HOMBRE DE CUERPO ENTERO, con la dignidad sublime de la víctima indefensa pero sin el menor aspaviento que exprese protesta ni queja.
             Me voy acercando hacia Él, escurriéndome entre aquellas hienas que vociferan… EL HOMBRE me ha atraído el alma…, me hace de imán…, necesito verlo de cerca…, creo que estoy empezando a salir de mi visión externa, y que en este momento casi me estoy poniendo de rodillas y orando…

6 comentarios:

  1. Anónimo1:22 p. m.

    ¿Por qué se fija en el HOMBRE cuando la mayoría le abuchean? - ¿Por qué se fija en el HOMBRE cuando la autoridad politica lo condena? - ¿ Por qué se fija en el HOMBRE cuando los sacerdotes están contra El?
    Tiene su persona una capacidad de ver la dignidad y anteponerla a la mayoría, no se deja llevar por la publicidad, ni siquiera por los que son los dirigentes del pueblo. Tiene juicio propio no influenciado por las corrientes de la moda. Va contra corriente en la sociedad. Es capaz posiblemente de ver la Luz Divina que le orienta, puesto que ha cerrado los ojos a lo que la masa le está iluminando.

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  2. Anónimo2:04 a. m.


    EL CAMINO MAS DERECHO PARA IR AL CIELO ES LA CRUZ

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  3. Anónimo2:30 a. m.


    ¿ Siente Jesús todo el peso del pecado de la humanidad desde la creacion
    del mundo hasta su fin ,sufre con los pecadores y sufre las consecuencias devastadoras del pecado de la humanidad y particulares de cada uno de nosotros ?Sin ninguna ayuda de la gracia ?

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  4. Anónimo12:43 a. m.


    el sufrimiento es el tesoro mas grande que hay en la tierra,
    purifica al alma. En elsufrimiento conocemos quien es nuestro
    verdadero amigo. El amor verdadero se mide con el termometro
    del sufrimiento.SAnta Faustina Kowalska.

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  5. Querido Anónimo de las 2'30.
    Toda la primera parte es fácil de responder puesto que "Él cargó con todos nuestros pecados y todas nuestras iniquidades" en una REDENCIÓN UNIVERSAL que abarca todo cuanto necesita ser salvado desde el amor y la misericordia.
    Y como muy bien dices, no sólo EL PECADO sino TODAS LAS CONSECUENCIAS. La misma "maldad que domina el mundo", o la misma consecuencia del pecado que es la muerte y el dolor y la enfermedad (por eso Jesús empezaba muchas veces por el perdón del pecado y lo clonfirmaba curando la enfermedad).
    Pero por supuesto SIEMPRE CON LA GRACIA DE DIOS... ¡Es que Él mismo es ESA GRACIA DE DIOS.
    Un momento elocuente es el HUERTO. Padece Jesús en la más sonora soledad. Por supuesto de hombres. Pero también en el SILENCIO APARAENTE DE DIOS, que parece no escuchar su oración. Y sin embargo nos añade el evangelista que "un ángel le confortaba". Soemosser proclives a ver "angelitos" que revolotean y ayudan así. Sin embargo EL ÁNGEL esencial de Jesús es SU PURA FE..., fe sin emoción, fe que no tiene efectos consoladires sensibles..., pero que FE EN LO MÁS PROFUNDO DE SU VIDA. Y esa fe que, porque nada se siente ni se ve, pero SE SABE QUE ESTÁ AHÍ, y ahí se tiene, puede sostener los más difíciles momentos.
    Esa FE es GRACIA DE DIOS, sin la cual naduie podríamos arrstrar ni la menos contariedad.

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  6. Anónimo12:58 a. m.


    Que razon tiene la mayor gracia es la Fe ; la consciencia de la existencia
    de Dios ; como le gustaba definirla a mi madre que en paz descanse.

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