jueves, 6 de diciembre de 2012

PRIMER VIERNES y REUNIÓN

                        Previniendo el día 7, por si acaso no pudiera poner la meditación habitual, me adelanto a ponerla esta noche.



VIERNES 7
PRIMER VIERNES DE MES
REUNIÓN HABITUAL Y NORMAL DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, a las 5’30 de la tarde, en el Salón de Actos de los Jesuitas:
ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO,
Y MISA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN.




ZACARÍAS LLEGA A SU PUEBLO
Zacarías hubiera deseado ser invisible cuando llegara a Aim Karim. Querría que fuera Isabel, su esposa, la primera a la que llegara esa extraña mudez, tan difícil de explicar.  Pero era lógico que no hizo más que desembocar en el pueblo cuando fue advertido por los ancianos del mismo, que sentían por él la veneración de ser “el sacerdote” que vivía entre ellos.
Lo primero fue el saludo, al que Zacarías podía disimular “respuesta” con gestos de admiración, afecto…  Pero las preguntas venían detrás: ¿cómo estás, cómo te ha ido, que tal la vida por la gran Ciudad…?  Zacarías podía simular afonía, pero no sin levantar ya extrañeza con esa evasión total de cualquier respuesta.
Llegaron a la casa, ellos mismos se encargaron de avisar a Isabel el regreso del marido…, y ahí entran ya las preguntas femeninas, la insistencia,  que el esposo trataba de superar llevándola hacia dentro, pero ¿qué varón puede soslayar la intuición y la sospecha de su esposa, que está notando todo muy raro?  Zacarías despidió a las gentes con un gesto…, y mostró a su mujer que no podía hablar.  Si antes las preguntas eran curiosas, ahora pasan a preocupadas, insistentes, y de esas tan típicas que van como aluvión sin dar tiempo a una respuesta.  Si, además, tenemos en cuenta que Zacarías no puede dar esa respuesta sino por señas, la cosa es mucho más complicada, más difícil de satisfacer.
No sé si Isabel era, como la gran mayoría de las mujeres aquellas una mujer sin letras.  Cierto que era de familia sacerdotal por descendencia, pero tampoco eso dice mucho para deducir si sabría leer.  Porque hubiera sido un recurso más rápido y fácil para Zacarías. Por lo pronto al nerviosismo inquieto de Isabel, Zacarías intentaba apaciguar esa desazón que ella iba haciendo crecer en su inquietud.
Con paciencia, con una serie de gesticulaciones que el marido fue dando y que Isabel interpretaba, no siempre con exactitud, fue aclarándose el tema lo que era posible aclarar.  Si Isabel leía, la cosa era tan fácil como escribir en una tablilla las respuestas…  Todo se fue calmando, y el marido expresó a su esposa, con inmensa ternura, que el amor entre ellos no iba a quedar sólo en lo que habían vivido hasta allí. Porque Dios le había anunciado UN HIJO de ellos mismos… Isabel se quedó de una pieza. No se rió como Saray, la esposa de Abrán.  Más bien sintió el temblor sagrado de aquellas mujeres de la Escritura Santa que también habían salido de su esterilidad por una acción divina y con un nombre y una misión especial de Dios. No dudó, aunque quedó con el alma en vilo.  Y el corazón que le saltaba por dentro porque iba a tener la deseada grandeza de toda mujer de Israel, de dar un hijo a su marido (era el modo de expresión típico). Y ahí entra el sublime momento doble en que dos casi ancianos saben que su amor va a fecundar, y que el hijo que va a nacer trae un nombre que ya ha puesto Dios. Es lógico que todo subía al terreno de lo sublime.
No podría hablar Zacarías pero Isabel entiende ya perfectamente que Dios ha hablado y que a eso no le caben explicaciones. Comprende que la mudez de Zacarías casi era necesaria para no perderse en palabras cuando los hechos ya bastaban por sí mismos.  E Isabel concibió un hijo y se sintió la mujer más feliz del mundo, y Zacarías salió ahora a la plaza sin complejos, pues ahora podía considerarse realizado en la plenitud de su virilidad judía. Y como también aquellas gentes eran muy religiosas y conocían pasos de Dios a través de la historia…, pasos semejantes en situaciones de especial elección, ahora callaban más o hacían signos de reconocimiento hacia el paisano sacerdote.  Y hasta fácilmente traducían la mudez como una de las múltiples formas que Dios podía usar para hacerse presente y dar su sello de garantía en lo que era obra suya.
La vida ordinaria siguió… Dice el texto que Isabel “se mantuvo escondida durante cinco meses, diciendo dentro de sí: tal maravilla ha hecho el Señor con nosotros, quitándonos la humillación de nuestra esterilidad”. Yo me he llegado a peguntar  si realmente Isabel no salió a la calle, no compró, no se comunicó con nadie, ensimismada en aquel inmenso milagro divino.  Y me cuesta trabajo pensar que sean palabras que haya que tomarse al pie de la letra, o si están expresando un sentido de recogimiento y vida interior. Porque no es menester vivir aislado dentro de una casa. Puede estarse viviendo la misma profundidad y gozar la maravilla, aunque se tengan que seguir realizando las labores propias de un ama  de casa.

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