martes, 4 de diciembre de 2012

Martes 1º Adviento


Con vosotros y temprano

            Comienzo con las mismas buenas noticias familiares de ayer.  Un amanecer con buenas perspectivas.

En brevedad –ahora mismo no cabe otra cosa (ya ayer noche os dejé algo)- os hago el comentario de este día, que es Martes 1º de ADVIENTO.  Y lo hago con el Evangelio de San Lucas, el evangelista que comienza su relato con una profesión de fe de relatar lo que él ha investigado y elaborado concienzudamente.  Y que lo hace un excelentísimo amante de Dios (=Teo-filos), a quien expone las coas por su orden.  Y como el orden de este momento ya inminente en que se concentra el adviento comienza con Zacarías, ahí arranca ya su relato, desde el versículo 5.
Zacarías era sacerdote del Templo de Jerusalén.  Los sacerdotes tenían divididos los turnos para sus funciones propias del ministerio. Y ahora le tocaba la gran dignidad de ser quien entrara en el Santuario interior del Templo para ofrecer  el incienso de la oración de la tarde.  Estaba casado con Isabel, de edad avanzada como el propio Zacarías. Un matrimonio feliz pero con la pena (y socialmente vergonzoso),  que no tenían hijos. Pero personas de profunda fe, ya habían asumido ante Dios esa su penosa situación.
De la forma en que cada sacerdote viviera y sintiera su sacerdocio, era un tiempo especialmente dado a vivir la emoción de ese ministerio solemne.  Y Zacarías penetró aquello umbrales con el corazón dispuesto y el alma preparada para ofrecerle el incienso al Señor, ese símbolo venerable del humo perfumado que sube hacia la altura, como un signo de la oración que todo un pueblo hacía en ese m omento en cada rincón de Israel.  Aparte, con devoción especial, los fieles que podían asistir en las inmediaciones, en los lugares interiores del gran recinto.
Ejercía Zacarías su función sacerdotal, ya en el interior del Santuario, cuando se encontró de pronto ante una visión: un ángel, que más adelante se identificará como GABRIEL  Es evidente que Zacarías sintió un doble temor.  No era poco de temer un ser extraño dentro del sagrado lugar. Ya era para asustarse.  Pero si, además, descubría que era un Ángel, el temor se convertía en sagrado porque suponía una presencia de Dios.  Y eso –por creencia general- suponía morir.  El temor era justificado, y Zacarías palideció. Pero la primera palabra del ángel era palabra muy significativa de presencia favorable de Dios…:  Dios venía a Zacarías en tono amoroso. Y desde luego que la forma en que el ángel comienza a hablar, ya era misteriosa para aquel sacerdote: No temas, Zacarías, porque ha sido escuchada tu oración  Si lo dejamos aquí, y si el ángel se hubiera quedado sólo aquí, la verdad es que Zacarías podría preguntarse, a estas alturas, a qué oración podría referirse aquel mensajero de Dios.  Hay que pensar que si ya había envejecido el matrimonio, y habían aceptado su situación de “esterilidad”, no sería ya la preocupación viva de aquellos dos santos ancianos.  Por eso pienso yo que no le sería fácilmente identificable lo que el ángel decía y lo que en este momento de concentración ministerial tenía  presente Zacarías.
Dejamos aquí el relato para que quede el suspense…  A mí me gusta hacerlo así, como en una técnica cinematográfica que suspende la acción para crear esa emoción en el espectador.

1 comentario:

  1. José Antonio5:20 p. m.

    Jesús hoy engrandece las almas sencillas, aquellas que carecen de dobleces, que son los receptores más puros para Dios. Jesús no rechaza a los "sabios", sino que son éstos los que están tan llenos de sí mismos que no dejan lugar para Dios.
    Que nuestra vida, a la luz del Espíritu, sea una vida de "pequeñez", de sencillez, que nos lleve a vivir en plenitud los valores evangélicos.
    Nota: Me congratulo con las buenas noticias.

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