lunes, 3 de diciembre de 2012

Adviento de fe


            Pongo por delante mi agradecimiento a todos los que habéis pedido por mis intenciones familiares, que ya os comuniqué y que de una y otra manera os habéis interesado por ello.  GRACIAS A DIOS, todo se desarrolló muy bien esta mañana temprano de lunes.  También, pues, gracias a vosotros todos.

ADVIENTO, historia apasionante
Ya ha llegado el adviento.  Su liturgia, en las primeras lecturas es muy bella, llamativa, llena de imágenes significativas y hasta tan orientales que resultan exageradas, porque Isaías  (que prevalece en la mayor parte de este período), da al pueblo desterrado unas esperanzas que le animen y le saquen de su postración.  Y anuncia al Mesías de forma casi rompedora, sobrepasando las mismas leyes naturales.  La razón de ello, aparte de que lo dicho, es expresar la realidad de unos tiempos novísimos que traerá el Mesías…, un mundo tan nuevo que sería como romper “las leyes”, porque será pasar de tiempos de sufrimiento a un tiempo  en que el Rey será Dios, que todo lo hará nuevo.  No voy a entrar en ello.
Por mi parte voy a irme al evangelio de San Lucas (prescindiendo por ahora del seguimiento de los evangelios correspondientes).  A Lucas se le llama “el evangelista de la infancia de Jesús”.  Es llamativo.  Él no fue apóstol, no  fue discípulo de Jesús.  Lo que escribe, tal como él dice expresamente), lo ha hecho preguntando a los que fueron testigos oculares de los hechos. De ahí que –al tocar temas tan íntimos como el de la primera infancia de Jesús, la creencia de muchos fue que se había valido precisamente de María, la Madre de Jesús.  No es que esto lo den como evidente los estudiosos más profundos de este evangelio. Pero es evidente que eso ni quita ni pone. El hecho es que lo que está en el texto es mensaje de Dios. [¡ojo, que digo: “lo que está en los textos”, no sea que haga, alguno que otro, un problema “de fe” –o de mala fe-como con el concienzudo estudio del Papa en su libro: La infancia de Jesús, tergiversado por la prensa y medios de comunicación, diciendo lo que el Papa no ha dicho.  Basta que se lea el libro para que se descubra la falacia que nos trasmite “lo mediático” en cuanto se trata  de un tema de la Iglesia Católica]
En lo que a nosotros nos toca, nos quedamos con los textos, y que sea el Espíritu Santo quien nos haga brotar su mensaje profundo. Que Él sí que puede hacerlo aunque sea desde una parábola;  no sólo las “oficiales” que contó Jesús sino las que hasta podría ser que las cuente un evangelista para trasmitir la catequesis o mensaje que quiere trasmitir como mensajero de la Palabra que le comunica Dios.  Mal estará la comparación pero cualquier pedagogo cuenta un ejemplo para ilustrar una enseñanza. ¿Por qué le vamos a negar a un evangelista esa capacidad de trasmisión y comunicación con sus discípulos, y en definitiva con los actuales lectores de su enseñanzas.  Claro que sólo aprenden los que quieren aprender, los que van sin la intención de coger el presunto gazapo al que le llevan su prejuicios.
Lucas ha preguntado, se ha informado, ha contrastado. Y ahora dirige su evangelio al excelentísimo Teófilo  Este tal no es un personaje concreto. La palabra concreta es un nombre compuesto imaginario cuya etimología significa: amante de Dios.  No puede dirigir un mensaje de Cristo a quien no ama a Dios, no cree en Dios, o incluso está contra Él. Pero TEÓFILO va a ser capaz de recibir su evangelio con ojos limpios y oídos abiertos.  Por eso podrá contar muchas cosas que conduzcan a la trasmisión de la fe a sus fieles, sin un mero rigor de historia (al modo que nosotros entendemos la historia y que no es la finalidad del  Evangelio), sino yendo a lo que de fondo quiere trasmitir, y que es la gran HISTORIA DE LA SALVACIÓN, HISTORIA SAGRADA, HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
Todo esto, que sobrepasa una simple narración, es lo que podría muy bien hacernos leer meditativamente ese prólogo breve de Lucas, pero que en su brevedad marca la intencionalidad y el modo que va a llevar este evangelista.

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