jueves, 6 de diciembre de 2012

Dramático proceso personal


ZACARÍAS PREGUNTÓ
Era mucho el estado de aturdimiento de Zacarías. Uniendo ese aturdimiento a un estado emocional que le sacaba de sí, Zacarías tuvo una salida que verdaderamente no era la correcta, aun siendo muy lógica- Pero en las cosas de Dios no es la lógica la que debe prevalecer. Y además no era la que hubiera tenido el buen hombre y buen sacerdote que era. Pero es parte porque ya no se sostenía en pie ante toda aquella situación, en parte porque a veces –por hablar- se habla lo que hubiera sido mucho mejor callar, se le ocurrió decirle al ángel: ¿En que conoceré yo que todas estas cosas se van a realizar?  Y todavía pone delante las razones de su pregunta: Porque yo soy ya viejo y mi mujer entrada en años… Pregunta intempestiva porque a Dios no se le piden pruebas. Porque la fe cree por encima de todas las razones. Y el ángel se identifica como envido para los grandes mensajes: Yo soy Gabriel, el que asiste en la presencia de Dios. Vas a tener una prueba, y como no has creído a lo que te he anunciado de parte de Dios, vas a quedar sin poder hablar hasta que todo esto se cumpla.  Pedía una señal Zacarías. Esa era la señal que le aseguraba.  Y el ángel despareció.
El sacerdote quedó parado, inmóvil. La mirada perdida.  Aturdido. Casi paralizado por unos momentos.  Quizás lo sacó de ese estado el murmullo que llegaba desde el pueblo que había asistido a la  ofrenda del incienso y que evidentemente estaba muy extrañado de aquella tardanza del sacerdote.  Y quedó patente cuando Zacarías salió muy despacio del Santuario, con los ojos bajos, con el alma bajo dos impresiones tan fuertes: la de lo que había recibido del ángel y que iba rumiando interiormente, y el encuentro con una muchedumbre a la que ahora no podía hablar por su mudez.  Cuando Zacarías se limitó a n saludo con su mano, sin poder decir más, pensaron –convencidos- que había tenido una visión. Y no se equivocaban.
Con sus ojos bajos, ensimismado, se dirigió al atrio de los sacerdotes, y allí cayó exhausto sobre uno de los divanes que había para sentarse los sacerdotes.  No se había desvestido de sus ropajes ministeriales. Y aunque no era momento para entrar en conversación, se acercaron otros sacerdotes para interesarse por él.  ¿Estaba enfermo?  ¿Se sentía mal?  ¿Por qué no hablaba?
Zacarías  les fue haciendo sosegarse con gestos de su mano- Pedía menos preguntas, más paciencia.  Y si se quiere, desde su interior pedía más vida interior, esa que viene precisamente desde el silencio hondo y las pocas palabras, dejándole así tiempo al espíritu que necesita sus tiempos.
Cuando pudo, les expresó con señas lo que pudo “explicar” mejor. Todos escuchaban y atendían extrañados. Y bien podemos imaginar que cada cual se hacía sus juicio… ¿Esta ese hombre salido de quicio? ¿Era real lo que él había intentado explicar y lo que ellos habían podido captar? ¿Llegó Zacarías a expresar el meollo de todo lo ocurrido, o le dio hasta vergüenza decir que iba a a ser padre, porque su mujer iba a tener con él un hijo? ¿Llegó a desvelar –pidiendo una tablilla- que hasta el ángel le había manifestado ya el nombre de ese hijo?
¿Lo creyeron?  ¿Comprendieron que allí había un hecho que no sólo era sobrenatural sino de directo anuncio de la proximidad del Mesías? Las preguntas pueden sucederse en catarata.  Zacarías estaba abrumado por lo sucedido y lo que ahora ansiaba con toda su alma es poder emprender su viaje de regreso a casa. Mucha ilusión y un claro resquemor…: ¿cómo iba a presentarse a Isabel, su esposa?  ¿Cómo iba a poder empezar porque comprendiera que su mudez no era una enfermedad y que a él nada malo le había ocurrido.
Cuando llegó el momento, se despidió de sus compañeros y se subió a su mula y emprendió pensativo aquel viaje.  El alma iba en las nubes…, los ojos fijos en el Cielo (unas veces)…, adentrados en sí y en recuerdo de casos similares en la historia de la salvación, y admirado de la grandeza del Dios de Israel.  Pero eso son cosas profundas del alma, y hay que dejarle cabalgar sin interrumpirle sus pensamientos.  Lo que sí podremos es cabalgar a su lado estos kilómetros, y orar muchísimo con el alma abierta a Dios, sin que nos detenga nunca lo aparentemente inverosímil.  Dios es mucho más grande y le quedan muchas cosas que decirnos.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad1:27 p. m.

    La parábola del Evangelio de la Misa de hoy nos hace recapacitar sobre cómo edificamos nuestra vida:sobre roca,sobre barro,sobre humo,sobre aire....El cristiano sólo tiene un fundamento firme en el que apoyarse con seguridad:el Señor es la Roca Permanente.Apoyándonos en Ël aumentamos nuestra oración y nos fijamos más en Jesucrito;especialmente cuando nos resulten duros y dolorosos los acontecimientos,el dolor de los que más queremos.
    En vísperas de la festividad de la Virgen Inmaculada,pedimos al SEÑOR,que siguiendo su ejemplo,la gracia de aceptar sus designios con humildad de corazón.

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