domingo, 3 de noviembre de 2019

3 noviembre: La salvación de esta casa


LITURGIA        Domingo 31 C, T.O.
                      Nos vamos acercando al final del año litúrgico. Y el mensaje que nos llega hoy es un mensaje de vida y esperanza, Desde la 1ª lectura (Sab.11,23 a 12,2) al evangelio de Lucas.
          En el libro de Sabiduría se define al mundo como un grano de arena en la balanza, que no tiene entidad para desnivelarla, o una gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. El mundo por sí mismo no tiene valor. Y sin embargo el autor se admira ante Dios porque te compadeces de todos porque así de magnánimo es el Corazón de Dios, que cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Y la razón es bien sencilla y bien profunda: porque amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho. El razonamiento es evidente: si Dios odiara algo, no lo habría creado. Dios odia el pecado; él no ha hecho el pecado; Dios odia al demonio: él no ha hecho al demonio.
          A todos los hombres perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Una cosa hace el Señor para atraer a sí a los que se apartan: corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan, le recuerdas su pecado (es el remordimiento de la conciencia cuando alguien ha abandonado el camino  de Dios). Y le recuerda el pecado para que se conviertan y crean en Él.
          Es toda una palabra de optimismo y gozo espiritual, que nos prepara a recibir el relato del evangelio, otra página muy típica de Lucas (19,1-10) en la que Jesús se hace presente para levantar al hombre pecador, Zaqueo, un personaje que se describe gráficamente en el evangelio como jefe de publicanos, rico y de baja estatura, connotaciones todas ellas que tienen un sentido. Porque los publicanos eran mal vistos e incluso despreciados en aquella sociedad. Y además era jefe. Era rico, lo contrario de lo que es signo de pertenencia al Reino, donde son bienaventurados los pobres. Y de baja estatura que, aparte de lo que fuera real en lo físico, está indicando la bajeza de miras y la falta de valores humanos.
          Pero Zaqueo tiene una curiosidad porque ha oído hablar de Jesús, el hombre de los milagros y las curaciones, y se sube a un árbol para dominar el panorama y verlo pasar porque tenía que pasar por allí  Jesús. Y ahora ocurre lo no esperado por Zaqueo, y es que ese hombre importante se planta bajo la higuera y para su atención en el publicano, y lo llama: Zaqueo, baja, porque hoy tengo que  hospedarme en tu casa.
          Zaqueo se sintió conmovido y bajó enseguida y lo recibió con alegría. El pecador que tiene buenos sentimientos y que se ha encontrado con Jesús, que cuenta con él y no lo desprecia. Al revés, Jesús afirma que hoy ha entrado la salvación a esta casa.
          Lo curioso es la reacción de la gente, escandalizados porque Jesús se ha entrado en la casa de un pecador. Pero Zaqueo reacciona de otra manera muy distinta y mucho más noble: puesto en pie, en actitud de decisión, dice: doy la mitad de mis bienes a los pobres. El rico se hace menos rico, y entra en el camino que corresponde al Reino, a la salvación. Pero todavía da un paso más: Si a alguien he defraudado, le devuelvo cuatro veces más. Ha llegado a la pobreza y a la honradez para salvar su vida anterior. Con razón Jesús afirma que ha llegado la salvación. También éste es hijo de Abrahán.
          Y concluye Jesús con esa definición de su misión en la tierra: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Coincide el mensaje con lo descrito en la 1ª lectura: corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan.

          Es la obra profunda que viene a realizar la celebración de la Misa de cada domingo: un acto de petición de perdón para purificar el corazón antes que otra cosa. Se ha de participar de la Palabra de Dios, y hay que estar en actitud de acogida de esa palabra que nos mueve el corazón. Y hay que estar bien dispuesto para recibir a Jesus, que se hace presente y viene para alimentar la fe de sus hijos en esa comunión que ha de superar los egoísmos personales y ha de lanzar hacia adelante para que se gane terreno en las realidades concretas de la vida: la familiar, la social, la vecinal… Sencillamente: participamos de la EUCARISTÍA  para salir siendo mejores.





          Pedimos a Dios la gracia de una sabiduría que nos haga abandonarnos más en los brazos de Dios.

-         Para que dejemos entrar en nosotros el sentido de la austeridad. Roguemos al Señor.

-         Que eduquemos en ese plano de austeridad a las nuevas generaciones. Roguemos al Señor.

-         Que, como Zaqueo, busquemos conocer a Jesús y dejemos que él nos traiga la salvación. Roguemos al Señor.

-         Para que entrando él en nuestra casa, nos dispongamos a ceder de nuestro amor propio. Roguemos al Señor.


          A ti, Señor que te compadeces de todos y no dejas de amar a nadie, te pedimos por este mundo nuestro que se debate en el error de no querer carecer de nada.
          Tú, que vives y reinas por los siglos de lo siglos.

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