miércoles, 13 de noviembre de 2019

13 noviembre: Presentaos a los sacerdotes


Este tercer viernes NO HAY ESCUELA DE ORACIÓN, que pasa al cuarto viernes, día 22.

LITURGIA
                      Podríamos ver en esta lectura del libro de Sabiduría (6,2-12) una fuerte advertencia a los que tienen el poder, porque a ellos se les va a exigir mucho por su grado de responsabilidad en que se desenvuelva el orden y el bien común. Dice expresamente que al pequeño también se le exigirá, pero menos, porque tiene menos conocimiento y menos responsabilidad en el conjunto.
          Los que están en el poder, de Dios han recibido ese encargo. Por lo mismo, él examinará sus intenciones. Si como ministros de su Reino, no habéis gobernado rectamente ni guardado la ley, ni habéis caminado haciendo la voluntad de Dios, terrible y repentino caerá el juicio sobre vosotros; un juicio implacable espera a los que mandan. (Parece escrito este texto para el momento actual, con tantas situaciones de desconcierto que hay por el mundo y por nuestra Patria).
          Concluye el párrafo con una exhortación: Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ella os instruirán.

          Tenemos reciente el evangelio de los diez leprosos curados, y poco nuevo puede decirse de ese hecho. Lo recordamos en Lc.17,11-19. Iba Jesús camino de Jerusalén, y pasaba entra Samaria y Galilea; estamos, pues, aún al norte de Palestina. Cuando iban a entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos. Se paran a lo lejos, porque los leprosos no podían tomar contacto con la gente, por estar estigmatizados como enfermos contagiosos, que podían infestar a otros.
          Desde esa distancia gritaron a Jesús: Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. Tenemos, pues a unos enfermos que saben que Jesús se compadece de los que sufren, y vienen a él con la fe de  que pueden alcanzar la salud por la palabra de aquel Maestro.
          Jesús los ve y les dice: Id y presentaros a los sacerdotes. Era doble la razón de aquella palabra de Jesús. Para la creencia del pueblo, la lepra era consecuencia del pecado. Por tanto eran los sacerdotes los que tenían que hacer en aquellas situaciones. Pero juntamente eran los sacerdotes los que declaraban limpio de lepra al que hubiera quedado curado de aquella terrible enfermedad. Lo que significa que Jesús ya había hecho la curación cuando los envía a los sacerdotes, y que les está diciendo indirectamente que quedan curados de su lepra.
          Se fueron hacia los sacerdotes, y observaron por el camino que su piel había curado y estaba sonrosada normalmente. Nueve siguieron su camino hacia los sacerdotes, como estaba estipulado por la ley. Pero un samaritano, para quien las leyes no valían por su actitud cismática respecto a Jerusalén y el mundo religioso de Israel, se volvió a Jesús y se postró ante él para darle las gracias.
          Jesús sintió gozo de aquel hombre; incluso gozo de que no se ceñía a la materialidad de las leyes, y preguntó: ¿No han sido diez los curados? Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios. Y se volvió a él y le dijo con toda su alma al que seguía postrado en agradecimiento: Levántate; vete. Tu fe te ha salvado. De los otros no dice nada. Ellos siguen su camino y también están siguiendo la norma que les ha dado Jesús. Ellos dependen más de la ley y, aunque curados por la acción de Jesús, van a su avío: que los sacerdotes declaren su curación, y así poder reintegrarse a la vida social como unos más del pueblo.
          Pero es curioso cómo Jesús se ha resentido de que no volvieran a dar gracias, y cómo acoge con simpatía al samaritano que sí ha sido capaz de regresar al que le ha curado, y agradecerle la curación.

          Suele aprovecharse este relato para insistir en el hecho de que Jesús, aun siendo él quien perdona los pecados, sin embargo remite a los sacerdotes para que ellos den constancia del perdón. Lo cual es una gracia muy especial porque las personas necesitamos de esa constatación. Dios perdona, sí, el pecado. Pero quiere “materializar” el hecho del perdón en la palabra de aliento, consuelo, ayuda e incluso corrección que aporta el sacerdote en un acto tan humano como el de la manifestación del arrepentimiento por parte del pecador y de mano tendida al perdón por parte del sacerdote, en quien Jesús ha depositado el poder de perdonar los pecados.

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