martes, 19 de noviembre de 2019

19 noviembre_Llegó la salvación


LITURGIA
                      En la persecución religiosa que sufre Israel a manos del rey Antíoco, tenemos un caso concreto, el de Eleazar (2Mac,18-31), un anciano venerable y uno de los principales maestros de Israel, a quien quieren obligar por la fuerza a comer carne de cerdo. Él la escupe y se niega a faltar a su ley. Unos amigos le proponen una simulación: que le traigan una carne preparada por él y la coma como si se tratara de la prohibida. Así no faltaba a la ley y salvaba su vida.
          Eleazar se niega rotundamente a aquel simulacro, porque sería un mal ejemplo escandaloso para los jóvenes, que no sabían el engaño y creerían que el anciano había apostatado de su ley en la última hora. Y no consintió.
          Se volvieron contra él los que antes se habían presentado como amigos, y acabó padeciendo tormentos y golpes. Eleazar confiesa que podría haberse librado de la muerte de su cuerpo…, pero ¿cómo iba a presentarse ante Dios? Por eso sufro con gusto por amor de Dios. Y concluye el texto haciendo un elogio del hombre fiel que prefirió la muerte, dejando un ejemplo de heroísmo y virtud.

          De nuevo caemos en el episodio de Zaqueo (Lc.19) recientemente visto en uno de los pasados domingos. Muy poco nuevo puedo añadir a una explicación dada entonces, y que para mí es algo ya muy estereotipado a través de los encuentros tenidos con este texto.
          Insisto en la “definición” que hace Lucas de este personaje, que queda encajado en tres características peyorativas: jefe de publicanos, rico y de pequeña estatura. Una característica de su trabajo u ocupación: publicano y jefe de publicanos. Lo que en la mente del pueblo equivale a “pecador”, usurero, el hombre que ejerce un cargo odiado por el pueblo.
          Otra característica es de su realidad social: era rico. Casi que no había que decirlo, por su ocupación. Pero “rico” es una realidad opuesta al evangelio de Lucas, que ha definido a los pobres como los bienaventurados, y por tanto una realidad contraria a Jesucristo.
          Finalmente, en su realidad física, era bajito. Pero posiblemente Lucas está queriendo indicar algo más personal: sus miras eran rastreras. Vivía a ras de tierra, mirando sólo lo que le venía bien a sus intereses. Con esas tres características ha descrito casi fotográficamente al hombre en cuestión del que va a hablar.
          En medio de todo ello, Zaqueo era simple. Por decirlo así, no tenía miedo al qué dirán. Iba a lo suyo. Y cuando se entera de que Jesús va a pasar por donde él vive, no tiene empacho en subirse a una higuera para ver pasar al personaje que tenía tanta fama y del que se comentaban tantos milagros.
          Llegó Jesús a aquel lugar, pero “no pasó de largo”. Se detuvo bajo el árbol y se fijó en el hombre que se había encaramado. Y lo llamó por su nombre: Zaqueo, baja en seguida, porque quiero hospedarme en tu casa.
          Zaqueo se conmovió. El Maestro aquel lo llamaba a él y se invitaba a su casa. Por eso bajó en seguida y lo recibió muy contento.
          Surge el comentario de las gentes que siempre están dispuestas a la crítica y al fácil escándalo, porque no les parece correcto que el Maestro entre en casa de un pecador, porque eso equivalía a estar de acuerdo con él. Jesús, por el contrario, juzga que hoy ha llegado la salvación a esta casa. Para salvación ha llamado Jesús a Zaqueo, y para salvación entra en aquella casa.
          Y se demuestra inmediatamente en la actitud que toma Zaqueo. Se hace menos rico prometiendo dar la mitad de sus bienes  a los pobres. Pero él sabe que todo no se resuelve con ello. Su conciencia le dice que él se ha enriquecido a base de engaños y usuras, y entonces da un paso de gigante prometiendo devolver multiplicado por cuatro lo que defraudó. Realmente ha llegado la salvación a esa casa. Ahora Zaqueo es pobre y por tanto entra en la bienaventuranza. Jesús lo declara hijo de Abrahán, y que el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
          ¿Dónde quedan los que criticaban? Criticar es muy fácil y lo hace cualquiera (cualquiera de corazón chico y sucio). La actitud de Zaqueo, la de un corazón que se ha dejado impactar por la mirada de Jesús bajo el árbol… El Corazón de Jesús que busca a la oveja perdida y se alegra mucho cuando la ha recuperado.

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