viernes, 10 de noviembre de 2017

lo noviembre: Astucia para el bien

Liturgia:
                      San Pablo se justifica ante los fieles de Roma del modo y forma en que se ha dirigido a ellos. Estoy convencido personalmente de que rebosáis buena voluntad y que os sobre saber  para aconsejaros unos a otros. Y sin embargo Pablo se ha arriesgado a sobrepasarse en su instrucción porque es ministro de Cristo Jesús para los gentiles, y tiene que anunciar la buena noticia de Dios. Su finalidad es que los gentiles –y los romanos pertenecen a la gentilidad, según la nomenclatura de Israel- ofrezcan una ofrenda que agrade a Dios.
          Es el orgullo de Pablo, que concreta en los renglones finales: anunciar el evangelio de Jesucristo allí donde nadie ha predicado todavía. Habla lo que viene de parte de Cristo para que los gentiles respondan a la fe. Y ha llenado la geografía de ese mensaje de Jesús, habiendo dejado todo lleno del evangelio de Cristo. Era para él una cuestión de amor propio. Ese amor propio que es amor abierto a Jesucristo, a quien pone en el centro de su enseñanza.

          Una parábola. Una de esas parábolas que no tienen su acento en lo que parece el cuerpo central, sino en la conclusión. Tras contar el caso hipotético del administrador infiel y astuto, que al ser denunciado de tramposo y saber que lo van a despedir, crea una trama de nuevas trampas para ser acogido en casa de los deudores de su amo.
          Uno espera que la conclusión de la parábola va a ser la condena del tramposo (que bien merecida la tenía), pero extrañamente la conclusión se fija en el arte que tuvo para buscarse la vida. Y el propio dueño que había sufrido las consecuencias, alaba la astucia del hombre aquel que ha sabido granjearse amigos con el dinero que ha trampeado.
          ¿Qué pretendía Jesús con esa parábola desconcertante? Indicar que la misma astucia que tuvo el hombre para resolver favorablemente su vida, es la astucia con que las personas rectas han de proceder para ganar el favor de Dios. Y es que precisamente el dinero, que es el fondo de la cuestión –y que es llamado “injusto”- el que hay que saber aprovechar para hacer el bien. Y de lo “injusto” hacer cosas justas. Que es la lección que tienen que aprender los hijos de la luz para ganarse el Reino y con ello el cielo. [Será la lección que nos queda para el día siguiente, pero que había que adelantar para tener la visión completa de la parábola].
          Por poner un ejemplo que nos haga ver la finalidad de Jesús en esta parábola, bajo a un caso muy concreto: al médico solemos acudir a los primeros síntomas de alguna carencia física. Sabemos que puede ser contraproducente dejar pasar el tiempo porque el fallo puede hacerse crónico. ¿Acudimos a la confesión o al acompañamiento espiritual con la misma rapidez para que no se haga “crónico” un defecto?
          Buscamos pronto la medicina que nos receta el médico, aunque muchas veces esa medicina sea mala de tomar o aplicar. ¿Ponemos el mismo interés en aplicar los remedios que nos recomienda el acompañante espiritual?
          Esa es la parábola y esa es la astucia que nos pide el Señor. Y esa rapidez y sagacidad es la que alabó aquel amo en el administrador injusto, y lo que nos pide el Señor a los hijos de la luz

          Lo que el Señor quiere hacernos ver es que somos administradores de sus bienes. Somos responsables de cómo los  hacemos fructificar. Necesitamos esa astucia que nos lleve a luchar por alcanzar los caminos de Dios. Y habrá que sortear muchas dificultades, muchos escollos, muchas oposiciones de una sociedad que sólo conoce los placeres que le da el dinero. Hay que hacerle la contra a toda esa maraña que nos trata de envolver desde la publicidad y los engaños de la televisión. Tenemos que ser astutos como serpientes a la vez que prudentes como palomas. Pero no para usar de medias tintas y disimulos sino para acabar dejando en alto el pabellón de la verdad y de lo justo. No pringarnos las manos en la suciedad reinante, y saber granjearse amigos con los medios justos que podamos usar.

          Que el Señor pueda felicitarnos al final, porque supimos bandearnos en medio de la injusticia que abarca tanto, y mantuvimos abierta la puerta para vivir en todo momento el agrado de Dios. Que fuimos meritoriamente astutos para seguir el camino del bien en medio de tanto engaño y medias verdades como nos acechan. 

1 comentario:

  1. El texto de hoy está en plena actualidad. El administrador es absolutamente indecente. Si nosotros nos empeñáramos en obrar así, necesitaríamos más tiempo y esfuerzo para agradar y parecer buenos que pra avanzar realmente en la vida espiritual. El administrador se da cuenta de sus fallos y quiere arreglarlo. Bueno, no es del todo correcto; es mejor estar al tanto para distinguir en cada momento lo verdaderamente importante. Muchas veces nos mantenemos en nuestros errores por puro orgullo...

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