miércoles, 8 de noviembre de 2017

8 noviembre: Tras Jesús

Liturgia:
                      Breve 1ª lectura pero muy enjundiosa. Rom 13,8-10 se reduce prácticamente al primer versículo: A nadie debáis nada, más que amor. Sería el gran enunciado que presidiera nuestras iglesias, nuestros colegios, nuestras instituciones, nuestras familias nuestra propia conciencia. La explicación de Pablo cae de su peso: Porque el que ama tiene cumplido todo el resto de la ley. Cuando lo que preside es el amor, no hacen falta más normas. El mutuo respeto, el servicio, la atención al otro, el cuidado en las palabras y en los hechos…, etc., está garantizado. Y como dice el Apóstol, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás, y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y es que uno que ama a su prójimo, no le hace daño. Por eso amar es cumplir la ley entera.
          Pongámonos ante el caso más verdadero de amor, que suele simbolizarse en el amor de una madre. ¿Qué normas pueden dársele a una madre que no estén ya innatas en ella por el amor a su hijo? ¿Qué leyes necesita para vivir ese amor? Es evidente que ningunas. El amor y las formas concretas de ese amor las va a vivir sin necesidad de que le enseñen. Le brotan solas.
          Si llegamos a sentir por el prójimo ese amor como el que nos tenemos a nosotros mismos, es claro que no le haremos daño. No nos harán falta los mandamientos. Como repite tantas veces san Pablo, la ley se ha hecho para los que obran mal. Los que obran rectamente no necesitan normas. Se dirigirán por un amor al otro, al que no quiere hacérsele ningún daño, y para el que se desea el mejor bien.

          Saltamos hoy en el evangelio del día a las condiciones que pone Jesús para estar con él. (Lc.14,25-33). Jesús no impone nada: Si alguno quiere estar conmigo. Pero quien quiera estar con él, tiene que vivir de acuerdo con él. Y eso requiere posponer al padre y a la madre, a hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, para ser discípulo de Cristo. No niega Jesús el amor al padre, la madre, los hermanos y a uno mismo. Pero esos amores tienen que ir DESPUÉS. El que manda es el amor a Jesucristo, que ha de conducir al seguimiento suyo. Y eso está necesitando que no haya amores por delante del amor a Jesús. Es el primer mandamiento del amor a Dios sobre TODAS LAS COSAS…, aún por encima del amor a uno mismo. Y lo que no sea eso, no puede ser discípulo mío.
          E inmediatamente salta a la parábola para que quede claro cuál ha de ser la respuesta a esa invitación de Jesús. Pone el caso de quien va a construir una torre… (o pretende ser discípulo): primero tiene que sentarse a calcular si tiene para llegar al final de la construcción… Si empezar a seguir a Jesús cuenta con los arrestos necesarios para hacer ese seguimiento, que pospone toda otra cosa. Aunque todo eso supone incluso una lucha. De ahí la segunda parte de la parábola, que es ya de un rey que para salir a guerrear contra otro, tiene primero que calcular si puede enfrentarse siquiera con diez mil hombres contra quien le viene con veinte mil. Nos está enseñando que tenemos que tentarnos la ropa cuando emprendemos el seguimiento de Jesús. Y que no valen medias respuestas.
          Esto es muy actual. Ni más ni menos que en otras épocas, pero que sigue siendo perfectamente actual: el que quiere vivir su vida en seguimiento de Jesús, no puede encender una vela a Dios y otra al vicio, a la pereza, a la desgana, al dejar para mañana… La vida es una lucha y hay que afrontarla como tal. Pretender “tirar de la vida” y medio llevarla adelante a medias tintas, no corresponde a quien desea ir tras de Jesús.

          De ahí el final de este párrafo del evangelio de hoy: Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío. Y no nos quedemos en la materialidad de “bienes económicos”. Hay otros “bienes” tan peligrosos y tentadores como el dinero. El dinero ya es tentador porque nos asegura en nuestra posición y disimula de alguna manera el sentido de nuestro abandono en Dios y nuestra confianza. Pero por lo mismo los otros “bienes” en los que nos apoyamos y nos dan seguridades que pueden asemejarnos de alguna manera al fariseo de la parábola…, hombre cumplidor y al que no se le puede reprochar alguna cosa en su vida personal…, pero eso le lleva a menospreciar al publicano. Ha confundido lo que hace (“sus bienes espirituales”) con lo que realmente es él. Y ya sabemos que Jesús sentenció que aquel hombre no salía justificado en la presencia de Dios.

1 comentario:

  1. Es difícil ser un buen cristiano porque el mundo no deja de ofrecer cosas prometedoras. Muchos cristianos,luchan para ser mejores; van de un grupo eclesial al otro y no acaban de encontrar lo que andan buscando. Ser capaces de vivir una vida normal, con sus noches oscuras, aceptando los contratiempos que puedan presentarse, es haber encontrado un buen lugar para disponerse a aprender a llevar la cruz. Si no nos decidimos, si no reconocemos al Señor que es Quién nos inquieta, puede que nuestra vida no sea más que un resumen de buenas intenciones...

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