sábado, 25 de noviembre de 2017

25 novbre.: Esperanza y desesperación

Liturgia:
                      La 1ª lectura (1Mac.6,1-13) tiene un colofón que es el que merece la pena comentar. Antíoco ha fracasado en sus campañas contra Elimaida y contra Judea. Pero sobre todo le aplasta el recuerdo del daño infringido a Jerusalén, en el que había robado el ajuar de plata y oro del templo, y exterminado a sus habitantes sin ningún motivo. Todo esto le produce una depresión mortal, una desgracia, que ahora le lleva a sentirse morir de tristeza.
          Malo había sido el intento de conquistar Elemaida, pero fue rechazado sin poder entrar en la ciudad. No había podido hacer allí un daño. Naturalmente había fracasado en su intento bélico y eso ya le afectaba. Pero en Judea había hecho mucho daño y allí se jugaba ya un aspecto religioso. Y eso le hunde más en su depresión.
          Mirado desde un planteamiento cristiano y actual, habría que comprender que no se puede atentar contra Dios y quedar impune. El mundo de hoy, con sus continuas noticias deprimentes y violentas, nos está poniendo ante los ojos lo que es un mundo del que se ha apartado a Dios, y ese mundo grita desde el fondo porque le falta el oxígeno. Como no sabe volver a Dios, su respiración se hace mucho más angustiosa y violenta y se trata de tapar una víctima con otra víctima, un dolor con otra tragedia más fuerte, y el mundo deja la evidente impresión de que se ha vuelto loco, ha perdido el sentido, y se ahoga chapoteando en su propia sangre.
          Si Antíoco cae en depresión mortal, el mundo de hoy ha entrado en una vorágine de exaltación del YO, que le conduce al mismo derrotero de una agonía de muerte. Y así se suceden las noticias de asesinatos, violencias, ataques terroristas, y toda esa gama de maldad brutal o refinada con que nos dan el postre los telediarios o el desayuno los periódicos. ¿Qué podemos esperar de un mundo al que le han quitado los frenos y lleva la pendiente abajo a velocidad de vértigo y sin airbag protector? ¿Qué cabe esperar de un mundo sin Dios, sin referencia superior, sin conciencia que frene? Sólo cabe la locura que estamos viendo y padeciendo…, y que padece en medio de su borrachera el mundo desgraciado e infeliz, que pretende mostrarse contento y sin embargo experimenta un espantoso vacío que no hay nada humano que lo pueda llenar.

          A los saduceos le pasaba algo de eso. Una casta que no cree en la resurrección…, que vive la vida como un perrito sin alma, que acabará en el hoyo sin más esperanza ni más sentido del más allá, es una casta abocada a la desesperanza y a querer justificarse poniendo por delante razonamientos absurdos en los que el prejuicio base está en que lo sobrenatural es imposible.
          Así, en Lc.20,27-40, lo que plantean como caso absurdo es el que se deduce de la ley del levirato, por el que un hermano debía casarse con la cuñada cuando el marido había muerto sin descendencia.
          Lo llevan al absurdo planteando el caso de siete hermanos (=muchos) que han ido casándose con la mujer del primero, pero todos han ido falleciendo uno tras otro sin dejar hijos. Y el ridículo que ellos quieren demostrar es que si hubiera resurrección de muertos, ¿de cuál de los siete era mujer. Y así se lo plantean a Jesús para pretender ridiculizar la resurrección.
          Jesús les responde sencillamente que no tienen idea de lo que es el mundo sobrenatural y la realidad del Cielo.
          Yo me sumo a esa respuesta cuando alguien me viene  con planteamientos de lo que será la vida del más allá. Porque lo primero que hay que establecer como base es que del “más allá” no hay nada que poder decir porque es otra realidad que no se corresponde a los baremos y medidas del “acá” donde vivimos.
          Para un creyente no hay más respuesta sino que es el encuentro con Dios o la pérdida de Dios. Y pare Vd. de contar. Todas las demás elucubraciones sobran. Porque ni el ojo vio ni el oído oyó, ni el entendimiento alcanza a comprender lo que Dios tiene destinado a sus escogidos. Sobra toda otra imaginación. Y cuanto puede alguien querer imaginar es materializar una realidad puramente espiritual y misteriosa.

          Para un no creyente, ha de tragarse que su vida, sus afanes, sus ansias de felicidad innatas, la capacidad de amor, quedan enterradas o incineradas el día siguiente a su muerte y ya no tienen más. Penosa conclusión que derrota por completo todo el sentido de la persona y la reduce al puro fin animal. ¿En qué quedaron todas las luchas y aspiraciones y búsquedas de su vida? Muerto al hoyo y vivo al bollo.

1 comentario:

  1. El mundo está muy enfermo, se le ha endurecido el corazón, se ha empeñado en hacer lo que se opone a la voluntad de Dios: Crimen, aborto, guerras....Sus válvulas no funcionan y muchísimos hombres sufren una axfisia total; así no es posible la vida ...hay que recogerlos y ponerlos en las manos deL Creador a la mayor brevedad posible...

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