miércoles, 15 de noviembre de 2017

15 noviembre: Ser agradecidos

Liturgia:
                      De todo el texto de Sab.6,2-12, yo me quedaría con el final, que da la pauta de todo lo demás; A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendáis sabiduría y no caigáis; porque los que guardaren santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejaren instruir en ellas, encontrarán defensa. Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.
          Es cierto que ahí se ha dirigido a los “soberanos”. Pero es una verdad tan clara que les vale a todo el mundo. Con más razón a los que están en poder. Pero saberse dirigir por las palabras del sabio para aprender sabiduría, es algo que atañe a toda persona, y algo tan importante que ayuda a no caer. Guardar santamente las cosas santas no es algo que corresponda sólo a los soberanos. Cierto que se le podrá exigir menos a quienes menos capacidad tienen. Pero cada cual desde su capacidad, todos tenemos que vivir santamente, desear las palabras sabias y dejarse instruir por ellas.
          Lo de la menor responsabilidad (y por tanto que se le exija menos a los menos instruidos) está en el mismo texto: al pequeño, por piedad se le perdona. Mientras que los poderosos serán poderosamente castigados (=corregidos).
          Una vez más, el texto es tan denso en ideas y argumento que pretender explicarlo es ponerse a copiarlo. Y desisto de ello. Creo que es una síntesis suficiente lo expuesto hasta aquí.

          Lc.17,11-19 es el relato conocido de los diez leprosos que se presentan a Jesús, a distancia, puesto que los leprosos no podían entrar en contacto con las otras gentes. Pero guardando la distancia, pueden gritar y esperar que el bondadoso Jesús les oiga y les atienda: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
          Los leprosos levantaban en la gente dos sentimientos encontrados: uno era la repulsa, el asco, el temor al contagio y, por tanto, el preferir no encontrárselos en el camino. Otro era la compasión: pobres criaturas a las que una enfermedad tan humillante les apartaba de la vida normal.
          No cabe duda que a Jesús le levantaba esa segunda reacción. Por eso los diez leprosos que se le ponen delante pidiendo esa misericordia, hallaban acogida en Jesús. En los apóstoles no sería de extrañar que el primer sentimiento de repulsa les era más normal. Y que ahora mismo se sitúan detrás de Jesús, como quienes quieren defenderse del peligro que tienen delante.
          Jesús no ha dado paso atrás. Levanta la voz y les dice a los leprosos que vayan a presentarse a los sacerdotes…, lo que equivalía a decirles que había tenido la compasión que ellos pedían y que estaban curados. Ir a los sacerdotes era la forma de recuperación oficial de sus derechos civiles, cuando los sacerdotes dictaminaran que habían quedado libres de su enfermedad.
          De hecho, yendo de camino advierten que están curados. Nueve continúan felices su camino hacia los sacerdotes, porque era su vuelta a la civilización.
          Pero uno, al descubrir que está curado, vuelve grupas adonde estaba Jesús y viene a darle las gracias. “Era un samaritano”, dato que no recoge por causalidad el evangelista, sino como una advertencia a los judíos que tan mal se llevaban con los samaritanos.
          Y Jesús expresó sus sentimientos: ¿No fueron diez los limpiados de la lepra? Los otros nueve, ¿dónde están? Jesús se dirige a él y le dice al que se había postrado en el suelo: Levántate, vete, tu fe te ha salvado. Suele ser la coletilla de Jesús, que remite el milagro a la fe de la persona. Jesús ha sentido en su corazón la menor gratitud de aquellos nueve. No por eso el milagro se vuelve atrás. No se trata de eso, sino de aprender a ser agradecidos con el Señor.

          Un cuentecillo aleccionador se dice por ahí: en el cielo hay una enorme sala, atendida por miles de angelitos, que recogen las peticiones que van llegando a Dios. Otra gran sala con muchos ángeles que, de parte de Dios, dan respuesta a esas peticiones. Y una salita pequeña con sólo unos cuantos ángeles que recogen las acciones de gracias de los que han recibido los favores de Dios. Es un cuentecillo pero no deja de tener su valor de parábola para avisarnos de la necesidad de ser agradecidos con Dios. Porque Dios tiene también sus sentimientos (digámoslo así) y le gusta que seamos gente fina y delicada que sabe volver a dar las gracias por los favores que continuamente recibimos.

1 comentario:

  1. Las personas agradecidas se han ido educando a lo largo de los días a través de las cosas pequeñas: ceder el paso,sonreir al llegar al trabajo, dar las gracias amablemente a alguien que te presta algún servicio. "Gracias", es una palabra muy simple; pero muy difícil de pronunciar para algunos. La gratitud también se vive en la vida espiritual: Sentir a Dios siempre a nuestro lado es un buen motivo para estar feliz y darle las gracias por el don de su Presencia.

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