lunes, 6 de noviembre de 2017

6 noviembre: No buscar recompensa

Liturgia:
                      San Pablo a los fieles de Roma (11,29-36) les lleva la idea de que la desobediencia de los judíos se ha trocado en misericordia para ellos, los romanos. Y ahora esa misericordia de Dios para con ellos, se trocará en misericordia para el pueblo judío.
          Y con una de esas expresiones llamativas del Apóstol, dice que Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos. De hecho la misericordia de Dios viene a caer sobre nuestras miserias. Judíos o gentiles, blancos o negros, hombres o mujeres, jóvenes o mayores…, todos hemos pecado. Y de esa realidad miserable es de la que Dios saca a relucir su infinita misericordia. ¡Qué abismo de generosidad, sabiduría y conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! Pablo se ha exaltado ante el pensamiento que se le ha venido sobre Dios. ¿Quién conoció su mente? ¿Quién su consejero? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por siempre.

          No es fácil añadir algo nuevo sobre este evangelio (Lc.14,12-14) que es continuación de los dos anteriores y forman un todo. La división que ha hecho la liturgia en tres días consecutivos ha sido de orden práctico, pero la explicación no puede variar mucho. El primer día era la sanación del hidrópico en sábado, en casa de un fariseo, mientras los comensales se mantenían en silencio ante la pregunta de Jesús, si se podía curar en sábado. Y ante el silencio de todos, Jesús tomó la iniciativa y curó, sin ningún tipo de trabajo, más que el “tocar” al enfermo.
          Pero Jesús no se quedó ahí. Jesús era observador y vio a los invitados que se buscaban los primeros puestos en la mesa. Y Jesús les dio una lección práctica de que la actitud que debe guardar todo invitado es situarse en los puestos de abajo. Que ya se encargará el anfitrión de hacer subir más arriba. Pero colocarse a la cabecera corre el riesgo de que venga otro de más categoría y entonces haya que bajar –abochornados- hasta el último lugar. No era precisamente el banquete lo que Jesús estaba mirando. Miraba a la actitud de la persona que nunca debe considerarse más ni pretender sobresalir. Que la verdad es que la vida pide la humildad de ponerse atrás, y ya vendrá la oportunidad de subir, porque el que se humilla será enaltecido.
          Pero Jesús se va todavía más a la raíz y advierte ahora al anfitrión y a los propios comensales que cuando inviten, no lo hagan a los conocidos y familiares o amigos, porque entonces la recompensa va a ser que ellos organicen otro banquete y te inviten a ti. Esa será tu paga, tu exigua paga.
          Cuando des un banquete invita a lisiados, cojos y ciegos (lo desechado de la sociedad y mucho más llamativo en aquella sociedad). Porque ellos no podrán pagarte. Y tu paga la tendrás en la resurrección de los muertos.
          Yo sé que leemos esto y que uno entre mil lo toma en serio. No sería muy difícil ponerse en el caso, si de pronto Jesús nos dijera: Invita a un inmigrante a tu mesa… Y eso, no sólo el día de Nochebuena… De seguro que no entenderíamos este evangelio y que le buscaríamos algún rincón de escapatoria. Es cierto que a Jesús le gusta irse a los extremos para provocar las reacciones, pero es cierto que nosotros “no entendemos este lenguaje” como para llevarlo a la realidad. Es lo que suelo decir que “es una zona ‘no bautizada’ en nosotros”, y que corresponde a la primera zona de la parábola del sembrador…, una simiente que cae en tierra dura y que no llega a producir fruto.

          No sé decir más. Lo que dijo Jesús, así lo dijo. Y tiene que aplicarse de una u otra manera. En el fondo es que todo favor que se hace, hay que ofrecerlo a fondo perdido. Que no vayamos con la idea de recibir agradecimientos ni reconocimientos. El bien que hacemos debe tener la paga del gozo de haber hecho el bien, y luego decir: somos siervos inútiles que hemos hecho lo que teníamos que hacer. Y ya sería una manera de empezar a aplicar ese evangelio que hoy hemos tenido ahí delante.

1 comentario:

  1. El amor gratuito tiene poca acogida en una sociedad comercializada como la nuestra. Esta lista de invitados que Jesús propone, es poco presentable en sociedad. Tenemos entre nuestros vecinos personas discapacitadas, personas cojas, ciegas o sordas. Personas que se sienten solas,incomprendidas. Hace falta un gran amor a "uno mismo y a los demás" para estar con ellas y no humillarles. Los cristianos debemos ejercitarnos en este amor gratuito, de agape.

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