domingo, 19 de noviembre de 2017

19 noviembre: Saber compartir

Liturgia:
                      La liturgia de este domingo tiene un sentido doble: no sólo es el rendimiento personal ante la vida y las cualidades de la persona, sino el otro sentido social por el que dar de sí mismo todo lo que cada uno puede, redunda en provecho de otros, y en definitiva, en provecho de la sociedad.
          Con sinceridad habremos de ponernos ante el espejo para preguntarnos si estamos rindiendo todo lo que normalmente podemos. Y eso puede calibrarse con más objetividad si nos ponemos ante tantas personas que nos rodean y con las que nos relacionamos, y que posiblemente no nos dejan un ejemplo de laboriosidad. No quiero bajar a casos concretos para no molestar a nadie, pero cualquiera de nosotros tenemos la experiencia de haber necesitado una atención en una oficina y haber comprobado el bajo rendimiento de empleados.
          No es ya solamente que no rinden debidamente en su trabajo; es que perjudican al que ha acudido a esa oficina para resolver un tema, y cada cual lleva un tiempo que no puede perder.

          Ahí encaja perfectamente la parábola que cuenta Jesús sobre el hombre que comparte sus talentos entre varios empleados para que negocien con ellos mientras el amo se ausenta. (Mt.25,14-30). No los reparte por igual porque tiene en cuenta las capacidades de cada uno de los empleados. Pero espera de cada uno el pleno rendimiento de sus bienes.
          Cuando el amo regresa y quiere que le rindan cuentas, encuentra al que le dio más -5 talentos- y obtiene una respuesta plena porque aquel empleado ha negociado diligentemente y ha obtenido otros 5. Recibe las alabanzas del dueño porque ha sido un empleado fiel y cumplidor. En consecuencia es invitado al banquete de su señor como partícipe de la fiesta.
          Llega el que recibió dos y puede presentar otros dos, y aunque la cantidad es menor que la del anterior, recibe la misma alabanza y premio porque ha dado de sí todo lo que podía: empleado fiel y cumplidor; pasa al banquete de tu señor.
          Y llega el que recibió uno y ese no ha negociado, no ha hecho fructificar lo que recibió, aun con ser menos y exigir menos trabajo. Se presenta con el talento único que había recibido y quiere justificarse por no haber hecho nada. Con una justificación absurda y que más bien le inculpa que le justifica. Y el dueño le llama holgazán y negligente porque no ha hecho nada. No sólo no ha hecho rendir para si el talento recibido sino que socialmente no ha colaborado en nada. Negligente y holgazán, no merece sino ser echado fuera y que allí le rechinen los dientes por haber perdido la oportunidad de entrar en el banquete.
          La parábola, pues, es muy práctica y muy fácil de comprender. Y todos tenemos experiencia de oportunidades y tiempos aprovechados, como de tiempos y oportunidades perdidas. Y no se trata de un angustioso pensar que tengamos siempre que estar en tensión, sino de saber concretar aquello en lo que podemos hacer algo más o mejor en lo que tenemos por delante. Mirando el bien propio y mirando la ayuda que podemos prestar a alguien.

          La 1ª lectura (Prov.31,10-13.19-20) ha sido el ejemplo de una mujer hacendosa que ha dado de sí todo lo que se podría esperar de ella. Ha sido la felicidad de su casa, de su familia, de los conocidos. Es una bella descripción de lo que es hacer rendir los talentos que se han recibido; Su marido se fía de ella; trae ganancias y no pérdidas, trabaja con la destreza de sus manos, abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.

          Y la 2ª lectura (1Tes 5,1-6) tras haber puesto en guardia para estar preparados para el día del encuentro con el Señor, acaba con una exhortación breve que va en la misma línea del tema central: Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente. Hagamos lo que tenemos que hacer y hagámoslo bien hecho.

          Nos queda que saber encontrar en la EUCARISTÍA la fuerza que nos lleva a ser empleados fieles y cumplidores que hemos dado de nosotros lo que debíamos dar, en nuestra dimensión de crecimiento personal y en la dimensión social, siendo útiles y colaboradores de los demás: habiendo dado valor auténtico a la Comunión o comunicación de nuestros bienes personales. Entramos al banquete del Señor.



          Oremos con nuestras peticiones al Señor.

-         Por el Papa, la Iglesia y cada uno de sus miembros, para que sean buenos colaboradores en la obra de Dios, Roguemos al Señor.

-         Porque tengamos sentido de responsabilidad en la gestión de nuestras posibilidades, Roguemos al Señor.

-         Por el sentido social que hemos de dar a nuestra vida diaria, como miembros de una comunidad humana y cristiana, Roguemos al Señor.

-         Que el Señor nos conceda una lluvia abundante y benéfica. Roguemos al Señor.

-         Por la solución sensata y ordenada en los problemas actuales de integridad del territorio español, Roguemos al Señor.


Pon tu mano, Señor, sobre nosotros y danos las gracias necesarias para responder en la medida que deseas.

          Por Jesucristo N.S.

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