viernes, 24 de noviembre de 2017

24 noviembre: Templo, casa de oración

Liturgia:
                      1Mac 4,36-37.52-59 parte ya de un hecho que no se ha narrado en esta secuencia de la lectura continua: que Judas Macabeo ha derrotado a los enemigos y ha establecido la paz y el orden en Jerusalén. Y ahora que están en paz, van a purificar  y consagrar el templo que había sido profanado por esos enemigos, que se habían apropiado de los escudos y adornos de oro de sus muros.
          Ofrecieron un sacrificio, según la ley, en el altar de los holocaustos, en el aniversario del día en que los gentiles lo habían destruido.
          El pueblo se postró en tierra alabando y adorando a Dios en acción de gracias por la victoria obtenida. Decoraron de nuevo la fachada con coronas y escudos de oro y todo el pueblo celebró una gran fiesta. Y determinaron que ese día se celebrase todos los años con solemnes festejos y durante ocho días.
          Actitud, pues, de acción de gracias a Dios, una de las formas más nobles de oración que pueden hacerse. ¡Cuánto habrían pedido a Dios que llegara esa victoria y esa paz! Pues ahora que la tienen, lo noble es agradecer.

          Lucas narra sencillamente la expulsión de los mercaderes del templo. (19,45-48). Lucas no es simbólico como Juan. Juan ha rodeado toda la narración de símbolos mesiánicos y ha hecho una dramatización de aquel momento. Lucas no tiene nada que simbolizar porque escribe más llanamente lo que quiere enseñar a sus destinatarios. Y lo que a él le interesa mostrar es el hecho simple de respeto al lugar sagrado de los judíos. Y presenta a Jesús que se encuentra con la feria que se ha montado en los recintos exteriores del templo, y ante los que reacciona echando a los vendedores, diciéndoles una expresión que venía tomada de un profeta: Escrito está: “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos. Debían salirse afuera del recinto sagrado.
          No eran “bandidos” los feriantes. No eran ellos los que habían convertido malamente la “casa de oración”. Eran los encargados del templo, los que tenían que velar por lo sagrado del lugar, y no convertirlo en un negocio del que se lucraban con sus alquileres a los feriantes.
          Aparece la cosa al seguir leyendo el texto evangélico: Jesús enseñaba en el templo. Bien ese mismo día de los mercaderes, bien en días siguientes. Los sumos sacerdotes intentaban quitarlo de en medio. Eran ellos los bandidos, los que se sentían perjudicados, y que querían acabar con la vida de Jesús a quien veían como enemigo que les estropeaba sus ganancias. El tiempo dirá que este episodio va a estar presente en la pasión. Se la tenían guardada. Tenían que vengarse.
          Otra cosa es que no se atrevían a intervenir porque el pueblo estaba de parte de Jesús, y estaba pendiente de sus enseñanzas. (Que no deja de ser llamativo que ese pueblo no estuvo después presente cuando la pasión o se cambió fácilmente de chaqueta y acabó vociferando contra Jesús. ¿Quién sabe?).

          El Templo es lugar de oración, es “mi casa” (la casa de Dios, como estaba escrito en el profeta). Y la que es “casa de Dios” y “casa de oracion” debe estar respetada de verdad por los fieles. Y tanto más en el momento presente que en los tiempos del Templo de Jerusalén, cuanto que mayor es la presencia de Dios en la iglesia o templo del Nuevo Testamento, donde Jesucristo está realmente presente.
          Por eso no puedo menos que preguntarme siempre qué tendría que decir Jesús si entrara en una de nuestras iglesias cuando la gente (no sé decir “los fieles”) habla a voz en cuello conversaciones que ni son oración ni dejan orar a quien quisiera hacerlo. ¿Qué idea tienen esas gentes (no quiero decir “fieles”) de lo que es “la casa de Dios”, de lo que es la presencia real de Jesús? ¿Saben siquiera que está presente Jesús sacramentado? ¿Saben que aquella luz que luce en el altar está indicando que ALLÍ ESTÁ JESÚS?

          Desgraciadamente el paso de los años y la carencia de enseñanza religiosa, ha dejado a esas gentes más lejos de ser “fieles” y por supuesto muy ignorantes de esos detalles que los mayores tuvimos la suerte de aprender desde pequeñitos.

1 comentario:

  1. La relación con Dios no se sustenta en negocios humanos. Los hombres son capaces de pervertirse y pervertir las cosas sagradas. Jesús, al tratar a los mercaderes con una dureza que no le era propia, les muestra que está muy herido por la profanación del Templo...Y es que al Templo se va a orar y para orar se necesita tener una FE muy grande y un corazón de niño capaz de confiar plenamente en Dios. La religión no puede ser un negocio ni un medio de vida. De alguna manera puede salir mal parado quien lo denuncia.

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