Liturgia:
Seguimos en la carta a los romanos
(11,1-2. 11-12. 23-29) en la que Pablo hace una defensa del pueblo judío. Es
cierto que ahora mismo ese pueblo se ha alejado de la salvación de Dios, pero
eso ha sido por el misterio de que al alejarse ellos, la salvación de Dios ha
llegado hasta nosotros. Pero eso no significa que Dios ha rechazado a su
pueblo. El amor de Dios hacia ese pueblo suyo continúa en vigor, en atención a
los Patriarcas y a la promesa firme de Dios y su alianza con ellos por la que
ese pueblo se salvará. Desde el punto de vista del evangelio, es decir, de su
aceptación del evangelio, son enemigos. Pero eso ha sido el misterio de
salvación de los otros pueblos…, de vosotros los romanos…, de todos nosotros
los que ahora somos parte del nuevo pueblo de Dios. Pero la elección que hizo
desde un principio, permanece, y los dones de Dios y su llamada, son
irrevocables: Israel se volverá al camino de Dios.
El evangelio (Lc 14,1. 7-11) es continuación del de ayer,
el de la curación del hidrópico en casa de un fariseo que había invitado a
Jesús a comer un día de sábado. Se ha dado ya el hecho de la curación, que ha
dejado callados al anfitrión y a los convidados, que no han querido admitir
expresamente que se pudiera curar en sábado. Jesús lo ha hecho por su cuenta y
riesgo, aunque estuviera en casa ajena. Pero la fuerza de un enfermo que se le
pone delante es algo ante lo que el Corazón de Jesucristo no se puede resistir.
Pero es que ahora Jesús sigue pensando que su presencia en
aquella casa puede ir más allá que el hecho de comer. Máxime cuando está
observando la pugna disimulada de los invitados por ocupar los puestos de más
honor de la mesa. Y Jesús les pone delante un ejemplo: Cuando os inviten, no busquéis los primeros puestos, no sea que llegue
uno más digno que tú y el que os invitó tengo que deciros: ‘Cédele el puesto a
éste’. Porque entonces, abochornados, tendréis que ir a colocaros en los
últimos puestos. Lo que Jesús estaba diciendo era más claro que el agua y
lo podían comprender, si querían. Otra cosa es que esta manera de pensar se les
despegaba a aquellos hombres, siempre ambiciosos de los primeros lugares. Lo
que decía Jesús les sonaba a broma.
Y Jesús continuó: Cuando
os inviten, id a colocaros en el último lugar. Así cuando llegue el que os
invitó, os dirá: ‘Amigo, sube más arriba’. Y quedaréis bien ante todos los
comensales.
Alguien puede pensar que Jesús estaba dando una lección de
astucia: colócate al final para quedar bien cuando os lleven a puestos de más
honra. Sin embargo Jesús iba mucho más lejos que todo eso y estaba dando un
principio de vida, que él formula al final con esa frase repetida varias veces
en los evangelios: Porque todo el que se
ensalza, será humillado; y todo el que se humilla será enaltecido. Es un
principio de vida que no se queda en los puestos de un banquete sino que se
expande a la actitud que debe mantenerse en toda forma de actuar. Y que tiene
su especial aplicación en la postura del hombre ante Dios. Ante Dios no puede
nadie pretender ensalzarse, porque ¿de qué va a presumir para ponerse delante?
Eso lo hace aquel fariseo que se sitúa en un puesto llamativo del templo para
decir lo bueno que el era y lo cumplidor de sus normas, y por supuesto no como
el publicano… Y dijo entonces Jesús que aquel que se había enaltecido, salió
humillado porque Dios no escuchó su oración, que más que orar era presentar factura
de sus méritos. Ante Dios no vale eso.
Ante Dios vale la humildad, esa que Santa Teresa dice que
es la dama que da jaque al rey,
porque la humildad gana el corazón de Dios. Y así, el que se humilla es
ensalzado.
Por tanto no es una lección de astucia la que ha dado Jesús
sino una actitud necesaria para ponerse ante Dios, ante quien no tenemos
títulos de derechos, y ante quien no cabe otra cosa que ponerse en el último
lugar. Como el publicano que, allá al fondo, sólo sabía darse golpes de pecho y
decir: “Perdóname, Señor que soy un pecador”. Y dice Jesús de él que ese salió
perdonado y acogido por Dios. Esa fue “la astucia” de los santos, que va en
otra dirección de la astucia del mundo. Es la humildad que caminar en verdad, siendo uno el que es y situándose donde le
corresponde. Que el resto ya le toca a Dios para elevar más arriba al que se ha
humillado ante el.
Jesús no propone unas normas de urbanidad, una actitud de falsa humildad. Nos pide que no nos sentemos en el primer puesto para que nuestro hermano pueda ocuparlo.Le quiero ceder el primer puesto porque lo amo, porque en él veo a Dios. Alo largo de la vida se me puede pedir una tarea de mucha responsabilidad, como cristiano debo aceptarla como un servicio social que dura un tiempo, no es un título honorario...No debo olvidarme nunca que la autoridad es servicio.
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