jueves, 7 de julio de 2016

7 julio: La paz de Dios

LITURGIA
            Oseas (11, 1-4. 8-9) nos lleva hoy a la ternura de Dios. Sus frases son de inmensa delicadeza para mostrar la relación que Dios quiere establecer con su pueblo. Empieza recordando la liberación de Egipto, que era para los judíos el santo y seña de la acción de Dios: De Egipto llamé a mi hijo, Israel es tomado como el hijo pequeñito que es liberado por la llamada de Dios. Y no es que aquel pueblo fuera proclive a aceptar tanto amor: Cuando le llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los baales, ofrecía incienso a los ídolos. Frente a esa actitud, yo le enseñaba a andar…; él no comprendía que yo le curaba… Con correas de amor le atraía…, y le daba de comer. Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas… Soy Dios y no hombre, santo en medio de ti y no enemigo a la puerta.
            En verdad es un canto de amor cargado de expresiones de ternura, cercanía, intimidad… Constituye un retrato de Dios que expresa de forma inequívoca cómo es el Corazón de Dios, y quién es el Dios en quien aquel pueblo debe creer. Si aquel pueblo hubiera asimilado esta palabra, se evitaría muchos relatos típicos del Antiguo Testamento en los que parece que Dios es el fustigador de un pueblo, expresado por los profetas con tintes tan diversos a esta descripción de Oseas.
            El evangelio es continuación del de ayer. Ayer se nos ponía delante la elección de los Doce y la misión global a que eran enviados. Hoy se explicita esa misión: Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echan demonios… Toda la acción mesiánica que es trasmitida a esos Doce hombres para mostrar la tesis fundamental: que el reino de los cielos está cerca…, tan cerca que con estas intervenciones de los apóstoles ya están poniendo en las manos del pueblo ese reino de Dios que trae Jesucristo.
            En aquel momento las acciones eran físicas, visibles, palpables por los ojos de las gentes. Había que hacer patente el nuevo orden de cosas, y ese se comprobaba porque un enfermo curaba, un leproso quedaba limpio de su lepra, un muerto resucitaba, y un poseso era liberado de la acción diabólica. Eso no se continúa salvo excepciones especiales, y hay que “traducir” tales acciones a niveles espirituales: enfermos o muertos del alma –gentes en pecado y mala vida- que son rescatados para vivir la cercanía de Jesús; leprosos del alma, bajo la costra de sus pecados –a veces casi “posesos”-, que bajo la acción de la gracia y la fuerza de la Palabra encuentran el camino para incorporarse a la sociedad nueva, la Iglesia, el amor de Dios…
            A realizar todo eso son enviados con desprendimiento de apoyos humanos, porque lo que ha de poner a las gentes de cara a Dios no es el valor de las fuerzas humanas, sino la fuerza de la gracia de Dios.
            La única condición que han de observar cuando entran en contacto con la gente es que en ellos haya disposiciones de paz. Con saludo de paz se les llega y con corazones en paz se actúa. La fe en Jesucristo no es nunca el efecto de una lucha ni una violencia. Allí donde no haya acogida, los apóstoles deben salirse y buscar otros ambientes donde la paz sea un modo de vida. Ellos elevarán el tono de esa paz porque llevan en sus manos la misma paz de Dios. Ahí se quedan y ahí hacen cuartel general para sus idas y venidas por los diferentes espacios en los que van a actuar.

            Es una nota importante para conocer cuándo nuestra obra es de Dios…, cuando nuestros pensamientos son de Dios y cuándo no. Nunca que se produce alteración interior y se pierde la paz, actúa Dios. Dios será autor de nuestras acciones, intenciones, pensamientos…, cuando el fondo de la cuestión se desarrolla en la paz del alma. Ahí está actuando el Reino de Dios, ahí estamos bajo la mano de Dios. Ahí ha llegado el REINO DE DIOS.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad9:33 a. m.

    CATECISMO DA LA IGLESIA CATÓLICA(Continuación)

    EL CAMINO DE LA ORACIÓN.

    "Mientras vivimos luchamos, mientras luchamos es signo de que no estamos derrotados y de que el buen espíritu vive en nosotros. Y si la muerte no te encuentra como vencedor, que al menos te encuentre como combatiente"( San Agustí).

    ¿POR QUÉ LA ORACIÓN ES, EN OCASIONES UN COMBATE?.- Los maestros espirituales de todos los tiempos han descrito el crecimiento en la fe y en el amor a Dios como un combate,en el que se lucha a vida o muerte. El campo de batalla es el in terior de la persona. El arma de cristiano es la oración. Podemos dejarnos vencer por nosotros o por nuestro egoísmo, perdernos en nimiedades o ganar como premio a Dios.
    Quien quiera orar tiene que dominar primero sus bajos instintos.Lo que hoy llamamos "no tener ganas".La falta de ganas de Dios es un gran problema en la vida espiritual.Tampoco el espítrtu de nuestro tiempo ve ningún sentido en la oración y la agenda llena no deja lugar. Así mismo taca luchar contra el tentador, que se atreve a todo para imp
    edir que el hombre se entregue a Dios.Si Dios no quisiera que lo encontráramos en la oración, no lograríamos vencer en el combate.

    Continuará

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