miércoles, 6 de julio de 2016

6 julio: Los Doce

LITURGIA
                Nuevamente Oseas (10, 1-3. 7-8. 12) . Y en la queja de un pueblo que se ha apartado de su Dios; que era una viña frondosa pero que a más fruto, creaba nuevos ídolos. Dios se encargará de destruir esos altares idolátricos. Y lo hace con una enseñanza o recomendación: Sembrad justicia y cosecharéis misericordia…; es tiempo de consultar al Señor hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia (la bondad, la misericordia).
            Mt 10,1-7 nos trae la elección de los Doce, los escogidos por el Señor para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Doce nombres que pasan a la historia (aunque uno de mala manera), porque ellos habían recibido los poderes de Jesús en dos realidades tan típicas como la de echar demonios (poder que sólo posee Dios, pero que encarga o “delega”), y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Otra realidad que se escapa del poder humano, pero que Dios concede a quienes él quiere. Y estos Doce reciben ambos poderes, y los Doce los ejercitarán en sus misiones apostólicas, a las que son enviados por Jesús.
            Hay una recomendación expresa: que no vayan a tierras de paganos –a los gentiles- y que se queden siempre en los límites de Israel. Era una limitación totalmente normal en la idea de que ese pueblo, pueblo de Dios, había de ser el primer beneficiario de las promesas mesiánicas. Bien se verá más adelante que se extiende la labor a otras gentes, una vez que se han volcado en Israel y no han sido acogidos…, cuando –desde Israel. Viene la buena noticia a todos los pueblos. El pionero será Pablo, que no es de la serie de los Doce pero ue quedará plenamente incorporado a la lista de los apóstoles, incluso con el sobrenombre de “el apóstol”. Quiere decir que la recomendación de Jesús a sus Doce, era temporal y estratégica, por cuanto que Israel debería haber sido la misionera del mundo.
            Aun cuando de esa lista son conocidos y más expresamente tratados un grupo (el citados en los primeros lugares), la verdad es que todos tenían la misma importancia, todos echaron demonios y todos curaron enfermedades y dolencias. También Judas Iscariote, que era un elegido como los otros, y que tuvo en sus manos los poderes de Jesús. Y los palpó y disfrutó y con ellos se entusiasmó o se admiró… Lo que fue después es otro capítulo aparte, el que se fraguó el propio Judas por su modo de sentir y de dejarse envenenar por malos pensamientos y ambiciones.
            Judas formó parte de las binas con las que los Doce se iban dividiendo por unos lugares y por otros. Estuvo codo con codo con apóstoles que se entusiasmaban con lo que hacían, y hay que pensar que Judas disfrutó también, admirado de que su palabra y sus manos pudieran realizar las maravillas que sobrepasaban todo lo imaginable humano. Compartió con Simón Pedro y con Juan o Santiago, con Mateo –que fue publicano-, o con los otros de menos renombre como Simón el fanático o el homónimo Judas Tadeo.
            Una lista de nombres y hombres tras la que podemos sentirnos nombrados nosotros, y a sabiendas de que aquellos poderes de los Doce, traspasados ahora al plano del espíritu, siguen siendo una realidad en nosotros. A la posesión diabólica podemos equiparar esos instintos que nos inclinan al mal. ¡Y que pueden ser vencidos desde la fortaleza de la fe y el amor a Dios! (y que hoy día se necesita poner muy en primer plano para no dejarse llevar de tantos alicientes diabólicos como presenta la tecnología). Tenemos el poder de doblegar esos malos instintos, y echar esos demonios que nos están tentando a la vuelta de la esquina.
            Y curar tanta depravación como se ofrece al alcance de la mano, mucho más grave que las enfermedades y dolencias físicas. Porque la enfermedad y la carencia se pueden sobrellevar desde un espíritu de fe. Pero los instintos depravados pueden constituir vicios arraigados y muy difíciles de combatir cuando ya se les ha dado pábulo.

            Por tanto este evangelio de hoy no se reduce a oír o leer una lita de nombres. Tiene mucho más que mirar y meditar y que intentar hacer vida, viviendo aquella intención de Jesús cuando eligió a los Doce para estar con él y aprender de él por el roce y la convivencia. La que nosotros hemos de tener desde la oración.

3 comentarios:

  1. "Se me ha ido la mente a muchas misas de domingo en nuestras parroquias por todo lo ancho y lo largo de este mundo. Cada uno entra por su cuenta. En silencio camina por entre los bancos. Busca su sitio y se sienta a esperar a que empiece la misa. Igual reza algo, igual piensa, igual deja vagar la mirada por el interior de la iglesia. Entran más personas. Se van sentando. La mayoría da la impresión de que no se conocen. Sólo algunos, porque son vecinos o por alguna razón, se saludan. A veces, incluso sale a celebrar un sacerdote nuevo al que nadie presenta.¿Me explico lo que quiero decir? Demasiadas veces, nuestras comunidades no son tales sino grupos de personas anónimas, que no se conocen, que no se saludan. No nos parecemos a la comunidad de Jesús en la que todos se conocían por el nombre y formaban una verdadera familia.
    Tenemos que hacer un esfuerzo por construir comunidades de creyentes. La fe tiene que estar presente pero también la relación humana, conocernos, llamarnos por el nombre. Nuestra comunicación con Dios no es directa sino que pasa a través de los hermanos. No asistimos a la misa como algo que sucede en el altar y que nosotros observamos desde abajo. Eso no tiene nada que ver con la Eucaristía que nos regaló Jesús.
    La Eucaristía es el encuentro gozoso de los hermanos y hermanas, creyentes, que se sientan a compartir la palabra y el pan, que se sienten hermanos entre sí y que desean ampliar esa fraternidad a todo el mundo, especialmente a los más necesitados y a los excluidos.
    Saludarnos al entrar en la Iglesia no es una falta de respeto a la santidad del lugar. Es una forma de construir comunidad. La santidad no está en las piedras materiales sino en las piedras vivas, los hermanos y hermanas, que forman la iglesia viva de Jesús. Saludarnos es una forma de reconocer y hacer viva esa fraternidad. Por eso no es baladí que el evangelista recuerde los nombres de los apóstoles que formaban la familia de Jesús. ¿Y nosotros? ¿Conocemos el nombre de nuestros hermanos?"

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  2. Ana Ciudad9:15 a. m.

    CATECISMO DE LA IGLSEIA CATÓLICA (Continuación)

    EL CAMINO DE LA ORACIÓN.

    "Orar es más escuchar que hablar. Contemplar es más ser mirado que mirar".

    ¡QUÉ ES LA ORACIÓN DE CONTEMPLACIÓN?.-La oración de contemplación es amor, silencio, escucha,estar ante Dios.
    Para la oración de contemplación hace falta tiempo, decisión y ante todo un corazón puro. Es la entrega pobre y humilde de una criatura, que, dejando caer todas las máscaras, cree en el amor y busca con el corazón a su Dios.La oración de "Contemplación" es denominada con frecuencia también oración interior y oración del corazón.

    ¿QUÉ PUEDE ALCANZAR UN CRISTIANO POR MEDIO DE LA MEDITACIÓN?.-En la MEDITACIÓN un cristian busca el silencio para experimentar la cercanía de Dios y encontrar la paz en su presecia. Espera la experiencia palpable de su presencia como un regalo inmerecido de su gracia; no la espera como producto de una determinada técnica de meditación.
    La meditación puede ser una eyuda importante para la fe y para el fortalecimiento y la maduración de la persona. Sin embargo, las técnicas de maditación que prometen la experiencia de Dios o incluso la unión espiritual con Dios son un fraude. A causa de estas falsas promesas, muchas oersonas creen que Dios las ha abandonado, porque no lo sienten. Pero Dios no se deja manejar por determinados métodos. Él se comunica con nosotros cuando y como Él quiere.

    Continuará

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  3. El Evangelio de hoy dice que Jesús "llamó" a unos pocos y que Jesús"envió" a esos pocos.Es como decir que Jesús decidió formar una Comunidad que se dejara evangelizar y que se prestara a comunicar la Doctrina que había aprendido del Señor;es decir, que sea capaz de compartir su vocación apostólica practicando el bien y ayudando a la liberación del mal. El envío supone una comunidad que siempre está en camino para anunciar "que ha llegado el Reino de los Cielos"- que lo han aprendido al escuchar a Jesús-. La pretensión de Jesús es que seamos unos buenos discípulos y unos auténticos misioneros.

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